No pienso darles la vara hablándoles de la corriente alterna, la alteración sinusoidal, Tesla, Westinghouse o el sistema trifásico. Lo que atañe a la moción de censura es la corriente alterna que emplea singularmente Feijóo respecto a VOX y a Sánchez. Uno empieza a estar hasta la punta del Nabucodonosor de ese cantinfleo al que asistimos con el líder de la oposición. Pacta con Su Pedridad desencallar órganos del estado importantísimos, vota en contra de eliminar el ministerio de las femichulis y no apoya la moción contra Sánchez. Oiga, ¿seguro que sabe que está en la oposición, don Alberto? Porque no vale salir un día y decir que le exige a Sánchez que convoque elecciones - ¡como si el sátrapa tuviera ganas de dejar el Falcon! - para luego ningunear a VOX, Tamames o Abascal empleando elipsis rajonianas tipo “Ese señor del que usted me habla”.
Es como si al líder popular la corriente le cambiase en función de si tiene que arremeter contra Sánchez y su trust de garduñeros o si ha de hacerlo contra VOX. Ir de la baja a la alta tensión sin pasar por la casilla de salida es, a lo mejor, de digestión pesada para el votante que no es de izquierdas.
Porque quienes estamos agobiados por la crisis que nos ha empobrecido de manera sustancial – y esto no ha hecho más que empezar –, estamos cansados de la retórica guerracivilista del gobierno, de sus pavadas de género lírico, de la corrupción, de las maletas de Delcy o de Tito Berni queremos echar a Sánchez, claro que sí. Pero para hacer ¿qué? ¿Votar a Feijóo para que se niegue a pactar con VOX y opte por un acuerdo con un PSOE al que dar aire para que se recupere mientras incendia las calles con sus sindicatos? ¿Votar a Feijóo, que dice preferir a uno del PNV antes que a uno de VOX y que habla de catalanismo constitucionalista, como si eso existiera? Voy más lejos: ¿es la corriente alterna lo que más le interesa a España? Porque no estamos para fluctuaciones y exquisiteces. España, y en su conjunto Europa, piden a gritos medidas enérgicas que sirvan de cortafuegos a lo que se nos ha venido encima.
Ir de la baja a la alta tensión sin pasar por la casilla de salida es, a lo mejor, de digestión pesada para el votante que no es de izquierdas
No debería sorprender a Feijóo que aquí acabe pasando como en los Países Bajos, donde el hasta ahora irrelevante Boer Burger Bewening, Movimiento Campesino-Ciudadano, se ha comido por los pies a los partidos tradicionales en las últimas elecciones regionales ante el estupor de los mandarines holandeses de la política. O, ya que tampoco nadie habla de esto, del triunfo de la presidenta Meloni en Italia y el subidón de popularidad que ha experimentado entre sus compatriotas gobernando a base de sentido común, pasando de consignas woke y bienquedas pijo progres.
Acéptenlo: la vieja política de ese turnismo de cambalache y puerta giratoria es inútil ante los horrores a los que ha de enfrentarse nuestra sociedad, que se mueve entre muchos miedos: miedo a la ruina, miedo a la delincuencia, miedo a ser acusado de cualquier barbaridad, miedo a que no nos dejen ser lo que somos, miedo a la barbarie que destroce nuestra cultura, miedo a que nada tenga arreglo. Sería bueno que la cúpula popular reflexione acerca de lo que quiere contestarle a sus nietos cuando les pregunten qué hicieron en la moción de censura.
No sería de recibo que la respuesta fuese: ah, utilizamos el transformador para cambiar de corriente.
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