No es casual que Felipe VI haya querido hablar de la mala salud de nuestra convivencia en este 45 aniversario de la Constitución de la forma en que lo ha hecho: “centrándose” (sic) en implorarnos por televisión, cuando estábamos a punto de cenar con nuestros seres queridos, que preservemos la Carta Magna y el espíritu de reconciliación que la alumbró. “Y ahí me quedo”, le faltó añadir.
Sin entrar en lo acertado de apretar el botón de alarma antes de atacar langostinos y mazapanes -el tiempo dirá-, que el Rey haya orillado lo políticamente correcto cada 24 de diciembre, a saber, cuarto y mitad de preocupación por el paro, denuncia contra la inaceptable violencia de género y una pizca de lucha contra el cambio climático, para centrarse, insisto, en su llamada a echar el freno de mano del guerracivilismo, me lleva a formularme la siguiente pregunta: ¿Por qué ahora y por qué así, sin medias tintas? ¿Tan mal nos ve y tan en peligro ve su reinado?
Los que nos movemos en el mundo mediático y político sabemos que cualquier discurso de Nochebuena es el más personal de todos cuantos pronuncia el monarca en un año; antes su padre, Juan Carlos I, ahora él. El resto han de ser visados por el Gobierno de turno porque el Rey reina pero no gobierna, diga lo que diga la ultraderecha hiperventilada, esa que se ha puesto a competir en redes contra el izquierdismo a lomos del hastag #FelpudoVI.
Básicamente, le piden que borbonée -verbo de infausto recuerdo en la historia de España- extramuros de la Constitución de 1978 y dé un golpe encima de la mesa contra la Ley de Amnistía, por ejemplo, negándose a firmarla cuando la aprueben las Cortes. En definitiva y para que no quede duda: lo que le piden los españolazos es que firme la sentencia de muerte de su reinado… para que venga la Tercera República, se supone.
¿Qué quiere decir el Rey con ese “fuera de la Constitución no hay democracia” y, sobre todo, con ese “hay que evitar que el germen de la discordia se instale entre nosotros” porque la división fue “causa de muchos males en nuestra historia”? ¿A qué viene tan inequívoca alerta contra el fantasma de la Guerra Civil (1936-39) que ya creíamos superada?
¿Qué quiere decir el Rey con ese “fuera de la Constitución no hay democracia” y, sobre todo, con ese “hay que evitar que el germen de la discordia se instale entre nosotros” porque la división fue “causa de muchos males en nuestra historia”? ¿A qué viene tan inequívoca alerta contra el fantasma de la Guerra Civil (1936-39) que ya creíamos superada?
Me atrevo a lanzar una teoría: El Rey ha decidido borbonear, pero dentro de la Constitución, algo que a su padre se le daba bastante bien. Creo que está señalando sibilinamente a todos, pero, sobre todo, a Pedro Sánchez por habernos traído hasta aquí con su discurso sobre el “muro” en que quiere convertir al gobierno contra PP y Vox, primer y tercer partido del país en votos y escaños, nada menos.
Conviene no olvidar este dato en este momento en que el PSOE, segunda fuerza en las elecciones del 23 de julio, ha conseguido otra coalición de izquierda y nacionalista compuesta por ocho partidos de naturaleza muy dispar y solo amalgamada en torno al rechazo a un gobierno de Alberto Núñez Feijóo vicepresidido por Santiago Abascal.
Pareciera que el Rey, tirando de la facultad de “moderación y arbitraje” que le confiere la Constitución (artículo 56.1), ha querido recordar a Sánchez que es el jefe del Gobierno de todos, de los que le votan y apoyan en el Parlamento, y de los que no; de ahí deriva su legitimidad en el ejercicio del cargo, no de que Vox se la reconozca o se la deje de reconocer.
Pedro Sánchez puede y debe defender su mayoría con Sumar, Podemos, ERC, Bildu, Junts, PNV, BNG y Coalición Canaria -¡faltaría más!-, hasta las bondades de la futura Ley de Amnistía para liberar penalmente a Carles Puigdemont y demás implicados en el referéndum ilegal del 1-O de 2017 en Cataluña, pero no dividirnos entre demócratas y fascistas -PP y Vox-.
Dicho de otra manera: el líder socialista puede y debe defender desde la tribuna de oradores la mayoría parlamentaria con Sumar, Podemos, ERC, Bildu, Junts, PNV, BNG y Coalición Canaria -¡faltaría más!-, hasta las bondades de la futura Ley de Amnistía para liberar penalmente a Carles Puigdemont y demás implicados en el referéndum ilegal del 1-O de 2017 en Cataluña, pero no dividirnos entre españoles demócratas y fascistas -PP y Vox-.
Para estos últimos también hubo en el discurso de Nochebuena; como ese: “todas las instituciones del Estado tenemos el deber de conducirnos con la mayor responsabilidad y procurar siempre los intereses generales de todos los españoles“. A buen entendedor… y tras cinco años de bloqueo en la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), que ante llevaba el nombre de Pablo Casado, ahora el de Feijóo…
Ese es el verdadero mensaje de Felipe VI: Contra el muro que ahora nos separa y que cualquier observador extranjero diría que los españoles estamos trabajando para que sea más largo y más alto cada día; El Rey intenta erigirse en garante de esa Constitución que a todos nos protege -eso sí, con más decibelios de lo habitual en Nochebuena, para hacerse oír entre tanto griterío-. Un texto plenamente vigente que nunca fue sagrado ni lo será pero que, justo es reconocérselo a sus siete padres, tantas alegrías nos ha proporcionado en estos 45 años; hasta situarnos en el concierto de las naciones más libres y prósperas del mundo. Que sigamos siéndolo y podamos contarlo.
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