Estaba cabreado con Bolaños y lo pagó con el Rey. Lo destronó en el andén de Atocha, rumbo a Murcia. Durante unos minutos, Sánchez ocupó el lugar de Felipe VI. Por delante en los saludos, en las fotos, en el acceso al vagón del AVE. En esa actitud chulesca tan suya, de matoncillo de billares, de Pedrito piscinas. No fue despiste sino oprobio. Desprecio al Jefe del Estado, humillación a la Corona. Una más. El gesto airado del Monarca, mudo y pétreo, resultaba expresivo sin disimulos. De no ser tan alto, Su Majestad habría parecido un mozo de estación.
Tenía ya noticia del bofetón que le iba a propinar esa noche el Constitucional. Seis magistrados sin miedo frenaron su penúltimo asalto al poder judicial. No atendieron a la feroz campaña de hostigamiento, amenazas y avisos desatada desde las trincheras oficialistas. El Gobierno y sus vecinos ideológicos desplegaron durante días una ofensiva feroz contra los 'jueces fascistas' del tribunal de Garantías. Una cabalgata incesante de insultos y vejaciones, tricornios, golpismo, tejeros, asonadas, fascismos en boca de una manada de sicilias, rabiosa como lobos hambrientos.
El propio presidente del Gobierno denunció "un burdo complot" de la derecha judicial, política y mediática para "atropellar la democracia". El regüeldo lo lanzó desde Bruselas, tras la reunión del Consejo Europeo, un lugar inapropiado, un comentario excesivo, un exabrupto peronista. Todo ello, con el añadido de los titulares, opiniones y análisis de los órganos informativos del sanchismo, febriles y cerriles como una gavilla de violentos milicianos.
El crujido iracundo de las quijadas presidenciales se escuchó en Groenlandia. A los tiranuelos de barrio no les gusta perder. A Sánchez, menos
Bien pertrechado de soberbia, hiperdotado en arrogancia, presentía el mandarín socialista el traspiés que le aguardaba esa noche. La cúpula del TC, reacia a la mordaza y la inclinación de cerviz, había aplazado dos días antes su decisión con ánimo de encontrar una respuesta unánime al envite del Ejecutivo.. No hubo acuerdo. Seis a cinco. Se impuso el grupo que llaman conservador ('fachas' para las mentes ecuánimes), quizás porque defiende el Estado de derecho. Los iluminados progresitas, ese quinteto que pretende colocar en el vértice del TC al que fuera fiscal general de las togas empolvadas, no cedieron ni un voto, para enorme vergüenza de su pedigrí.
El crujido iracundo de las quijadas presidenciales se escuchó en Groenlandia. A los tiranuelos de barrio no les gusta perder. Evitó Sánchez comparecer ante los medios en la noche negra pese a la magna dimensión de la noticia. Si el supuesto 'complot' había triunfado, si las fuerzas del fascismo habían alcanzado sus objetivos, algo tendría que decir quien durante tantos días tanto lo denunció. Envió a la triste Batet y al gil Gil a recitar la letanía del acato pero te la guardo, mamón.
Bolaños salió luego, más gallito de lo habitual, para salvar la cresta. Desgranó un destemplado rosario de frasecillas cabreadas, una retahíla de livianas obviedades. "No compartimos ni el insólito procedimiento ni el fondo". "Máxima gravedad". "No ha ocurrido en 44 años". "No ha pasado en ningún país de Europa". "Quiero transmitir tranquilidad". "Se ha abierto la puerta que no sabemos adónde conduce". El ministro de Presidencia no lo sabrá, pero su jefe lo tiene muy claro. Conduce al matadero.
Salvó el pellejo en octubre, cuando ya le habían investido como candidato a la alcaldía de Madrid. Sánchez estaba muy enojado luego de la dimisión de Lesmes. Ahí se vino abajo el castillo de naipes de la renovación judicial. Pensaba el jefe del Ejecutivo que todo estaba apañado y no fue así. El gerifalte del CGPJ se fue a su casa tras un exótico comunicado un domingo por la noche.
-¿Pero no estaba atado, Félix?
-Tranquilo presidente que lo arreglamos con el PP.
Tediosas negociaciones con Esteban González Pons parecieron conducir a un arreglo hasta que la languaraz Eme Jota Montero metió la pata. El cambalache sobre la secesión con los secesionistas catalanes se cruzó por el camino y Feijóo dio un portazo y evitó el ridículo.
-¿Pero no estaba arreglado, Félix?
-Yo no he sido, ha sido Montero...
Y ahora, Trevijano, al que el Ejecutivo tenía por un cobardón que iba a achantarse. "No se atreverá", predicaba Bolaños. Lo hizo. El presidente del TC esgrimió la ley y tumbó la trampa legislativa del Gobierno. Sin prisas. Que hable la oposición porque el Parlamento está para eso. No se pueden introducir de contrabando las reformas que se carga la sedición y la malversación mediante chapuceras enmiendas al objeto de reformar el TC y el CGPJ. Demasiado hasta para Sánchez.
Solo hizo bien lo del Valle de los Caídos y poco que le lució. Lo huesos de Franco ya no cotizan en el Ibex de la demoscopia
En eso está ahora el mandarín del progreso, en sortear al tribunal de garantías para sacar adelante su propósito de someter al edificio judicial y, de paso, los cimientos de la convivencia. En la mañana de martes compareció, en plena resaca de pólvora y odio, para afirmar que "el Gobierno adoptará cuantas medidas sean necesarias para poner fin al bloqueo del Constitucional". Más que anuncio, era una amenaza.
Félix Bolaños, con ese aspecto de secundario del cine español de los 80, como Iñaki Miramón en el disputado voto del señor Cayo, huele a cadaverina. Igual a esos gorrinos que, por estas fechas, presienten el cuchillo. Tiempo de matanza, de sacrificio pascual, de lechal al horno. El responsable de la sala de máquinas de la Moncloa, al frente de un ejército de ochocientos asesores, esquivó el sacrificio este otoño. De esta no ese escapa.
Acumula ya un prontuario de torpezas, una ristra tan larga de desastres que parece sentenciado. La derrota frente Ayuso en los comicios de Madrid, el Pegasus del móvil violado, la entrega de la cabeza del CNI al gordinflas golpista y la rendición del Sahara ante Rabat, el desnortado relevo en RTVE, la contrarreforma laboral (salvada en el último instante por el voto del diputado bobo del PP), la frustrada gira de Sánchez por 30 pueblos de España... Solo hizo bien lo del Valle de los Caídos y poco que le lució. Los huesos de Franco ya no cotizan en el Ibex de la demoscopia. Caerá raudo, como también Marlaska e Isabel de Puertollano. Como cayeron su predecesor Iván Redondo, Carmen Calvo y José Luis Ávalos. El caudillito de Tetuán afila la guadaña. Después de Navidad, antes de entrar en la campaña del supermayo, rodarán cabezas y un caudal sanguinolento regará el dorado huerto que con prolijo afán cuida Begoña en La Moncloa. Más madera, que el sanchismo se acaba.
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