Opinión

El feminismo desnortado

La presión social y mediática contra los delitos de carácter sexual cometidos por jóvenes tal vez lerdos, pero no asesinos ni violadores, resulta incontenible

Juana Rivas secuestró a sus hijos en Italia y se los trajo a España, dónde contó una historia que conmovió a la opinión pública. Huía de un marido maltratador y de un padre canalla a quien el bienestar de sus hijos le importaba menos de una higa. Ha sido uno de los episodios de este año que concluye. Cayó en campo abonado. Casi todos se rindieron a sus mentiras y cerraron los ojos a la evidencia: Juana Rivas había secuestrado a sus hijos hurtándoselos al padre, de quien estaba separada. Excepto el periodista Arcadi Espada, nadie le preguntó al padre, Francisco Arcuri, que vino a España a recuperar a sus hijos, por las falacias y calumnias que contaba Juana, convertida en madre coraje a pesar de despreciar las resoluciones judiciales que la obligaban a entregar a sus hijos al padre.

Alguien puso en circulación el eslogan “Juana, yo sí te creo”, que fue coreado por presidentes/as de los Gobiernos de turno (¿es correcta la palabra “presidenta”?), y aclamado en numerosas manifestaciones que contaron con el favor de las autoridades. La vicepresidenta actual, Carmen Calvo, lo remachó con su gracejo habitual: a las mujeres que denuncian hay que creerlas, sí o sí. Luego, cuando la policía judicial buscaba a Juana Rivas, sacaron otra cantinela: “Juana está en mi casa”. El final de la historia es poco conocido por su escasa publicidad. Tras graves sufrimientos y enormes gastos, el padre desmontó todas y cada una de las mentiras de la señora Rivas y obtuvo todos los pronunciamientos favorables de los tribunales. Y en España nos quedamos colgados con su obra: Juana, yo sí te creo. Sí o sí.

Pendientes del Supremo

Un eslogan que ha causado la caza mediática del magistrado que, a la vista del video sexual de la sedicente “manada” durante las fiestas de San Fermín de 2018, concluyó que a su juicio allí lo que había era un porno sórdido y cochambroso, pero ni abusos ni mucho menos violación. Facha machista es tal vez lo menos injurioso que le dedicó, con aparente unanimidad, la opinión pública. Y ahora los tres jóvenes futbolistas de La Arandina, condenados a 38 años de cárcel cada uno de ellos porque el tribunal ha dado por buenas las declaraciones de la menor contra sus presuntos violadores, una pena insostenible desde todos los puntos de vista que, es de esperar, corrijan las instancias superiores; y porque la presión social y mediática contra los delitos de carácter sexual cometidos por jóvenes varones, tal vez lerdos, pero no asesinos ni violadores, resulta incontenible. Discutir la sentencia contra los futbolistas de La Arandina, y en su día la sentencia contra los cuatro sevillanos de los Sanfermines de 2018, coloca al osado en una posición infernal: machista, facha, antidemócrata, etc. etc.

El populismo rampante que se expresa en lemas simplones vacíos de contenido y significado (derecho a decidir, el violador eres tú…) ha asaltado la intimidad. Cualquier hombre acusado de haber mantenido  relaciones sexuales sin el consentimiento expreso de ella, fehaciente e incuestionable, puede ser condenado a largas penas de cárcel, aunque la acusación sea endeble o directamente falsa y la supuesta víctima ande chateando y grabando videos de lo bien que se lo pasa. Juana yo sí te creo.

Graves acusaciones

Paradójicamente, esa campaña se queda en el mero odio al hombre en general, no a los delincuentes sexuales. Ninguna feminista sale a la calle para poner en cuestión algunos dogmas y relatos religiosos que constituyen el sustento de la cultura patriarcal. Recordemos que las mujeres no son dignas de ostentar el ministerio sacerdotal. Y, desde luego, las gravísimas acusaciones contra miembros del clero que amparados en su función abusaron y violaron reiteradamente no a uno ni dos sino a numerosos chicos y chicas en edad escolar no aparecen en ninguna pancarta. Todo el odio contra el género masculino con querencia heterosexual, representado por los cretinos que se fueron a Pamplona en busca de una orgía, o contra los que pensaron que ser joven y futbolista era un invencible atractivo para las jovencitas mitómanas. ¿Eso vale 15 o 38 años de cárcel? ¿Quién o quiénes serán las próximas víctimas del sí o sí porque lo digo yo y no hay más que hablar? ¿Cuánto tiempo le queda a ese feminismo desnortado?

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