El fenómeno Alvise es complejo, poliédrico y pluridimensional; vivo reflejo de la situación actual de la política de ésta nuestra sufrida España. Para explicar algunas de las causas de su apogeo, no podemos señalar sin más el auge del «fascismo» en Europa (suerte de lobo feroz con que Pedro anima al voto por miedo). Pensar que la causa de Vox o de Alvise está en el auge del fascismo sería como decir que la velocidad de un vehículo se debe a sus ruedas, ignorando el motor que aporta la inercia (causa) y el asfalto que lo posibilita (contexto).
El fenómeno Alvise no es ni causado ni consecuente del auge de los nacionalismos en Europa. Antes bien, es coetáneo a ellos y, tanto uno como otro fenómeno, responden a una causa común que los posibilita como condición necesaria (que no suficiente) de su aparición histórica. ¿Cuál es tal causa común? Siento presentarlo ante el lector de manera tan cruda, pero pienso necesario bajar a la política del país de las maravillas en que habita el idealismo ideológico para devolverlo a su realidad histórica: la causa no es otra que el agotamiento y fracaso de las democracias occidentales (corrupción, lobbys, nepotismo, estatalismo, control de la opinión pública y un largo etcétera), consumidas por su deriva fundamentalista. Como dice David Higueras, colega reólogo, para comprender la auténtica naturaleza de cualquier fenómeno social hay que desideologizarlo; no en vano, vemos que todos los esfuerzos de los grandes medios y políticos caminan en la dirección opuesta.
El hastío de los españoles
En nuestro caso concreto, el de España, resulta absurdo señalar a Vox como causa silente de Alvise; Vox, un partido que, al menos nominalmente, es igualmente resultado del mismo fenómeno originario: el hastío de los españoles ante los abusos del bipartidismo —por cuanto PP y PSOE suponen los brazos de un mismo cuerpo político—. Si algún lector escéptico necesitara pruebas de lo expuesto, le imploro a buscarlas él mismo, pues basta con atender a cómo Vox y Alvise han sido sistemáticamente vilipendiados por la opinión pública.
Vox y Salf son dos partidos que, con errores y aciertos, han aportando a la sociedad española. El primero, luchando contra el estigma que aún sigue impregnando a todo símbolo nacional; luchando por España. El segundo, por haber destapado buena parte de los recientes casos de corrupción (Tito Berni o Indra, entre otros). Ambos son claramente partidos surgidos del hartazgo y descontento, como lo es también Frente Obrero. Y no es otra cosa que el asfixiante entramado de corrupción del PPSOE lo que ha despertado a estos demonios que atormentan sus opulentas noches.
Mientras todos estos partidos sigan con sus estrategias a puerta cerrada, primando sus intereses propios por incapaces de abandonar sus diferencias, estarán siempre divididos y, por tanto, vencidos
Ahora me permito la licencia de mandar desde aquí un mensaje de advertencia para Alvise Pérez: Señor mío, por mucho bien que hayas hechos, el populismo (que claramente practicas) solo te llevará hasta un cierto punto. Tú sabrás juzgar la integridad y consistencia de tus estrategias. Ten presente que también tú puedes decepcionar a los españoles.
La duda que surge, totalmente lícita, trasluce cuando nos preguntamos: ¿por qué no están colaborando estos tres partidos? ¿Por qué pelean entre ellos cuando comparten tantos objetivos? Lamento informar que nada podrá cambiarse hoy sin responsabilidad cooperativa. Mientras todos estos partidos sigan con sus estrategias a puerta cerrada, primando sus intereses propios por incapaces de abandonar sus diferencias, estarán siempre divididos y, por tanto, vencidos. Sorprende ver cómo las mentes del momento no alcanzan a conciliar que está en sus actos la fehaciente prueba de su culpabilidad. Como decían los latinos: excusatio non petita, accusatio manifesta [excusa no pedida, acusación manifiesta]. Ya viene siendo hora de dejar la erística a un lado y empezar a dialogar.
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