Cuando todo esto haya pasado, Fernando Simón se levantará un día de la cama con la agenda vacía. Su teléfono no sonará y ninguna televisión hablará de su figura. No tendrá que preparar ruedas de prensa ni contestar preguntas impertinentes; y los asesores políticos que le eligieron como portavoz se cruzarán de acera cuando se le encuentren. Con estos últimos pasa como con las mujeres que amamos y ya no nos quieren: cuando les dejas de convenir, te atizan con el látigo de la indiferencia, que tiene siete puntas, y que no entiende de méritos pasados ni buenos recuerdos.
Fernando Simón será una de las grandes victimas políticas de esta crisis; y su 'muerte' se producirá cuando interese en Moncloa. Allí le designaron como portavoz, le utilizaron de parapeto y le intentaron convertir en un héroe; y allí, cuando toque, se producirá su funeral civil. Con música de violonchelo, canapés y caras de dolor, si es menester.
Buscar el momento adecuado no será muy difícil, pues aprovecharán una de sus frecuentes salidas de tono para reprobarle. El poder actúa así: glorifica y hunde a quien le conviene y cuando le conviene. Por eso, yerran quienes se sienten influyentes cuando no dejan de ser mamporreros de quienes verdad lo son. Sólo hubo que observar la intervención de Simón en el programa de Jesús Calleja para cerciorarse de que ha mordido ese anzuelo. Se cree una celebrity y no...en realidad, no es nadie.
Las enfermeras
Recientemente, Simón ha cometido un error del que no saldrá bien parado. Sucedió en una entrevista informal en la que le preguntaron lo siguiente: “A ver, no nos ha quedado muy claro si te gustaban las enfermedades infecciosas o las enfermeras infecciosas”. Lejos de salir por peteneras ante tal cuestión, fundamental en estos tiempos, el portavoz contestó, y lo hizo para enfangarse hasta el cuello: “No les preguntaba si eran infecciosas o no; eso se veía unos días después”.
La contestación es de una torpeza manifiesta, pues no está la situación del país como para que el epidemiólogo de cabecera del Reino se permita hacer bromas sobre sus pasadas conquistas. Por otra parte, como es menester, las feministas han aprovechado para quejarse y salir en la foto, pues consideran que las palabras de Simón son poco menos que un atentado contra la tan cacareada igualdad. Hasta Carmen Calvo le ha pedido que se disculpe. Y el PP le ha denunciado ante uno de esos observatorios que controlan que la imagen que se transmite de las mujeres no sea estereotipada.
Todo esto causa un poco de vergüenza ajena; y no sólo por el juicio sumarísimo que inicia esta insoportable forma de Inquisición cada vez que un portavoz comete un desliz. Los hechos también provocan sonrojo porque hay una parte de la izquierda patria que hasta hace unos días compraba camisetas de Fernando Simón y ensalzaba su figura, pero ahora ha dejado de hacerlo, y no ha ocurrido por su penosa gestión de la primera y la segunda ola de la pandemia, sino por un comentario sexista de barra de bar.
Hay una parte de la izquierda patria que hasta hace unos días compraba camisetas de Fernando Simón y ensalzaba su figura, pero ahora ha dejado de hacerlo, y no ha ocurrido por su penosa gestión de la primera y la segunda ola de la pandemia, sino por un comentario sexista de barra de bar
Dice mucho del nivel de esta gente el hecho de que juzgue a Simón por una broma de mal gusto, pero justifique tropelías, como la que cometió cuando recomendó acudir al 8-M, cuando comparó la covid-19 con una gripe y cuando disuadió a la población del uso de mascarillas y a los viajeros que habían acudido a Asia de que no cumplieran cuarentena al regresar a España.
También avaló la estrategia gubernamental de abrir el país en verano a los turistas extranjeros, a la vez que descartó, en agosto, cuando la tasa de positividad de las PCRs era superior al 5% en algunas comunidades autónomas, la adopción de medidas de contención. No mucho después, afirmó que la segunda ola de coronavirus sería menos dramática que la anterior. Y hace dos semanas, incidió en que la situación en España estaba controlada, pocos días antes de que se declarara el estado de alarma. El lunes, se hablaba de récord de contagios durante el fin de semana.
Sus renuncios han sido tantos y han causado indirectamente tantas muertes que resulta descorazonador el observar que su puesto sólo haya comenzado a peligrar tras pronunciar un comentario desafortunado sobre las enfermeras. Pero con el feminismo hemos topado. Con el feminismo de salón, alarido y pancarta. El que pugna por la atención mediática mucho más que por las mujeres. El que engordan tantas y tantas asociadas con ganas de hacer ruido; y el que utilizan los partidos a cada rato para lanzarse los trastos a la cabeza. La izquierda, pero también la derecha.
Por eso, a Simón le ha caído la del pulpo en las últimas horas por el citado comentario. Ojo, no ha sido por la falta de rastreadores, por el aumento de los contagios o por la ineficiencia de las medidas restrictivas adoptadas la pasada semana. No, ha sido sólo por intentar ser gracioso con un chiste machista.
Es todo penoso.
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