En España una mayoría vive adormecida, hipnotizada por la pantalla de su móvil sin reaccionar a nada que pase a su alrededor. Ni la recesión, ni la seguridad, ni la inflación, ni siquiera escuchar en cada noticia que han de bajar la calefacción “por Ucrania” les hace preguntarse nada. Desde el COVID la gente se acostumbró a vivir en constante “guerra” sin levantarse del sillón. La doma queda justificada, incluso exigida por la propia población, a la que venden conseguir esa victoria heroica de la que les hablan a un módico precio sin salir de casa y con móvil o televisión. El paria cree haber conseguido una ganga.
Muchos ven la Ley Trans como una cosa rara, demasiado grave y cercana como para querer creer que estén ante un peligro real. Es la situación de muchos padres con hijos preadolescentes. Siempre me dejó perpleja la facilidad con la que el buen ciudadano cree cualquier propaganda gubernamental mientras muestra una obstinada reticencia a percibir la realidad más cercana.
La Ley Trans no es la Ley de la Ministra de Igualdad. No es algo que haya surgido en esa cabecita de Galapagar ni algo que vaya a desaparecer cuando abandone el Gobierno. España es simplemente la siguiente ficha de dominó a la hora de aplicar una Ley con una industria clínica y farmacéutica entre otras detrás, cuya primera valedora de sus intereses en España es Podemos. Esto les convierte en el agente de ventas perfecto para que quienes siguen interpretando el mundo como si fuese el siglo XX, en ese binomio de comunistas y liberales (ahora cualquiera lo es), no perciba quién pone en peligro a su familia.
En Estados Unidos hay una tensión de posmoderna guerra civil entre identidades que han visto exaltada su diferencia con virulencia, rompiendo entre ellas el vínculo común, la patria. La víctima es el nuevo Dios. Si movimientos como el Black Lives Matter dividieron una nación en razas, en minorías, entre los que se arrodillaban y los que no, la Ley Trans lo que divide son familias, el último refugio del individuo al que se le ofrece una identidad nueva y otra comunidad a la que debe todo.
Una generación intolerante a cualquier frustración, criada y acostumbrada a la inmediatez del deseo, encontrará en la Ley Trans una norma que les derriba todo impedimento para alcanzar la satisfacción instantánea aunque tenga efectos permanentes. Sin necesidad de tener que escuchar a un médico sermones sobre las consecuencias de la transición hormonal. El silencio de la comunidad médica ante esta ley es clamoroso e indicativo de los verdaderos intereses tras esta normativa. La única burocracia que se va a eliminar en este país es la necesaria para cambiar de sexo en el DNI.
Pero esta ley sobre todo separa a los padres de sus hijos cuando esos adolescentes mimados y caprichosos sientan la mínima frustración ante su cuerpo imperfecto. Una comunidad de influencers trans en su móvil les dice que toda solución a sus problemas de popularidad y aceptación propia se solucionarán siendo Trans. Y es fácil que acaben creyéndolo y confundiendo los problemas de aspecto que todos tenemos en la adolescencia, especialmente las chicas, al ver en medios, en la industria de la moda, la música o el cine, que no falta una persona Trans como la pieza principal. Son hasta intelectuales de referencia.
Si una madre pone en duda que su hija tenga verdadera disforia de género, puede jugarse la custodia. “Qué clase de padres querrían alejar del estrellato a su hijo”
Si una madre pone en duda que su hija tenga verdadera disforia de género, puede jugarse la custodia. “Qué clase de padres querrían alejar del estrellato a su hijo”. En 10 años en EE.UU. ha habido un cambio abrupto, no sólo en el aumento de casos, sino en el cambio del perfil. Antes eran casos excepcionales entre los que había una mayoría de chicos con antecedentes de disforia de género. Ahora hay una mayoría de chicas adolescentes sin ningún antecedente. La fiebre trans también ha inducido a padres a ser ellos alguien en la comunidad que exalta a las minorías a través de sus hijos.
Esta normativa contribuye al derribo de los pilares biológicos que sustentan la convivencia. La realidad queda proscrita. Que unos padres se preocupen y quieran ayudar a sus hijos les aleja de los mismos. La protesta aún está en su mano. Antes de que el daño sea irreversible.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación