Unos individuos con aspecto de no haber superado la fase del botellón universitario acampan en la Puerta del Sol en protesta a las políticas del momento. Pronto se establece quién es el más indicado para ser el cabecilla del movimiento y, aunque algunos se resistan a creerlo, asesorado por especialistas en imagen personal y corporativa suaviza su apariencia, eliminando algunos pearcings, sujetando su pelo en una coleta y cambiando las camisetas por camisa arremangada, para evitar el rechazo de la gente más mayor.
Esta gentecilla se dedica a soltar discursos diciendo lo que todos queremos oír: hay que acabar con la corrupción, los sueldos de los políticos son indecentes... Y no paran de hablarnos de la casta, esa casta política que vive en casas de lujo mientras el español medio se mata a trabajar.
“Cuando lleguemos al Congreso no, bajaremos los sueldos”. Y la gente aplaude a rabiar para engrandecer a unos individuos que se supone vienen a regenerar la política y mejorar la vida de las personas.
No éramos muchos los que, en lugar de aplaudir, nos hacíamos preguntas: ¿Y cómo lo van a hacer? ¿Cómo van a acabar con la corrupción? ¿Cómo van a mejorar la vida de las personas? ¿Qué proponen para mejorar la situación del país, además de bajarse los sueldos y seguir viviendo con humildad en sus barrios de siempre?
Lo primero que hicieron al llegar fue alegar que no se les permitía reducir sus nóminas, que eso era ilegal, así que no les quedaba otra que subirse los salarios
Preguntas que quedaban sin respuesta en cada uno de los discursos. Pero como el tiempo tiene esa manía de colocar todo donde debe estar, con su paso obtuvimos las respuestas.
Porque esa gente no solo llegó al Congreso, sino incluso al Gobierno. Y esas mismas personas que prometían que se bajarían el sueldo, porque consideraban indecente que un político cobre 10 veces más que cualquier trabajador corriente, lo primero que hicieron al llegar fue alegar que no se les permitía reducir sus nóminas, que eso era ilegal, así que no les quedaba otra que subirse los salarios. Ahí iba la primera en la frente, para todos los de los aplausos y los votos a los universitarios pijiprogres de botellón y porrito en el parque.
Después vino la segunda, que más que en la frente fue un collejón en toda regla: estaban tan orgullosos de ser gente sencilla, de salir de su piso en un barrio humilde y trabajador y hablar con el panadero, el frutero... Que todos, absolutamente todos, abandonaron sus humildes, sencillas y obreras viviendas, para adquirir chalets de lujo en zonas residenciales o pisos que ese español medio, al que decían que querían ayudar a vivir mejor, no podría pagar ni en cinco vidas.
Votar a gente que va en vaqueros
Aún hoy hay gente que apoya fervientemente a aquellos que llegaron a la política única y exclusivamente para mejorar sus propias vidas y cuentas corrientes. ¿Que todo indica que colaboran con dictadores de países sudamercianos, que los financian y por eso nos venden un modelo como Venezuela, en el que la gente no tienen ni para comer, en lugar de señalarnos modelos más enriquecedores para la población y más cercanos como los nórdicos europeos? ¿Que viven como esa casta que tanto criticaban? ¿Que parece que no se han leído tan siquiera nuestra Constitución y aún así redactan leyes, a pesar de que se les advierte por cientos de vías de que esas leyes son un disparate? Nada, todo eso carece de importancia, cuando puedo votar a alguien que va al Congreso en vaqueros y mangas de camisa, porque “lo siento como más cercano”, porque “basta ya de votar a señores estirados que visten de traje y no son conscientes de la realidad de la gente de la calle”.
En los rincones de la memoria de algunos resuena como un ligero eco la voz del padre de sus hijos, diciendo en un pasado no tan lejano que es indecente el sueldo de un eurodiputado
Lo peor de todo es que no aprendemos en piel ajena ni propia. Gracias a esos tontainas que a las 12 de la mañana ya están fumados y a un puñado de tontainas más con unas tragaderas nunca vistas, enviamos a Bruselas a una señorita, con sus amiguitas, a embolsarse en un mes lo que aquí hay gente que no gana en un año y a hacerse selfies por los pasillos del Parlamento Europeo. En los rincones de la memoria de algunos resuena como un ligero eco la voz del padre de sus hijos, diciendo en un pasado no tan lejano que es indecente el sueldo de un eurodiputado. Ahora ya nos les parece tan indecente, imagino.
Así que, como no podía ser de otra manera, enviamos también a Bruselas a otro engendro de la política populista. Un chaval que lleva diciendo que odia la política y que todos los políticos son unos corruptos, pero que lleva arrimándose a unos y a otros, desde prácticamente su adolescencia.
No hay nada en España como decir que todos son unos corruptos y que tú no vienes a vivir de la política, sino a acabar con la corrupción, sacar unos cuantos trapos sucios y otros inventados de unos y de otros, para que la gente te vote.
Ahora, muchos de esos que aplaudían se dan de cabezazos contra la pared tras recibir la primera en la frente, al escucharle decir que aceptó un pago de 100.000 euros sin factura porque no quería lucrarse con su actividad política
Mientras este hombre, que ya no es ningún chaval, publicaba sus vídeos en los que informaba de lo que se gana siendo eurodiputado, del derroche de dinero que hay en el ámbito político y aseguraba que se les acabó la fiesta, porque había llegado para acabar con todo eso, algunos nos volvíamos a hacer las mismas preguntas: ¿Cómo lo va a hacer? ¿Cómo una persona sin formación ni experiencia laboral destacable, más allá de afiliarse a un partido y a otro, a otro... Y hacer algún trabajillo de responsable de comunicación del partido, va a regenerar todo el panorama político, ya no solo español, sino también europeo? ¿Me haces un esquema, por favor, para que yo lo entienda?
No hay nada que entender. Ahora muchos de esos que aplaudían se dan de cabezazos contra la pared tras recibir la primera en la frente, al escucharle decir que aceptó un pago de 100.000 euros sin factura como autónomo, porque no quería lucrarse con su actividad política, pero prometiendo a cambio acciones políticas. El chiste se cuenta solo.
Muchos otros seguirán apludiendo y defendiendo a capa y espada a su Robin Hood particular, hasta que venga la segunda en la frente, la tercera, el collejón...
Y los de las preguntas nos quedamos mirando. Nos reiríamos, porque parece un mal chiste de esos que te hacen reír por lo estúpidos que son, si no fuera porque estos chistes nos están llevando a la ruina todos.
Supongo que es mucho pedir que la gente deje de votar a sinvergüenzas, hipócritas y mentirosos que no tienen más plan que llenarse los bolsillos, más experiencia que la de ganar un debate universitario o más preparación que la que te permite explicar los impuestos con Juanolas, así que quedo ansiosa por ver a quién enriquecemos ahora, mientras nuestros salarios dan cada vez para menos.
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