Opinión

¿El fin del milagro chino?

La economía china creció sólo un 0,8% en el segundo trimestre de este año con respecto al primero. Eso ha hecho sonar las alarmas entre los economistas y también en el Gobierno de Xi Jinping, que ve como las medidas que ha ido tomando en los últimos m

La economía china creció sólo un 0,8% en el segundo trimestre de este año con respecto al primero. Eso ha hecho sonar las alarmas entre los economistas y también en el Gobierno de Xi Jinping, que ve como las medidas que ha ido tomando en los últimos meses para estimular la economía no están surtiendo efecto. Estos estímulos por ahora se han limitado a conseguir que sea más fácil y barato pedir dinero prestado. Han bajado, por ejemplo, la entrada mínima que se exigía con las hipotecas para que los que anden escasos de efectivo no se amilanen a la hora de acercarse al banco y pedir una hipoteca. También ha flexibilizado los pagos. Una nueva ley permite a los chinos pedir una hipoteca y devolverla con más facilidades que antes. Pueden, por ejemplo, reprogramar el calendario de amortización extendiendo la duración de la hipoteca para así bajar la cuota mensual. Podríamos pensar que el Gobierno lo hace para aliviar algo a los hipotecados, pero no, esa no es su intención. Lo que pretenden es que les quede algo más de dinero en el bolsillo para que puedan gastarlo en ocio o en compras.

El banco central se muestra cauteloso a la hora de dejar que el yuan caiga demasiado o demasiado rápido frente al dólar, el euro o el yen japonés

Los chinos agradecen el dinero extra, pero no necesariamente se lo van a gastar en salir a cenar por ahí, irse de vacaciones o comprarse un coche nuevo. En tanto que no ven el futuro del todo claro, cada yuan de más tienden a ahorrarlo por si se quedan desempleados. Si lo que quiere el Gobierno es que salgan a gastar tendrá que ponérselo más fácil. Tendrá que bajar más los tipos de interés y recortar algo los impuestos. Con lo de los tipos de interés ya se han puesto. El mes pasado el banco central de China bajó el tipo para préstamos, pero sólo para los que se conceden a un año. Estaba en el 3,55% y lo han bajado hasta el 3,45%. Pero para el tipo que se aplica a los préstamos a largo plazo no ha habido cambio alguno. Estaba en el 4,2% y sigue en el 4,2%. Ese tipo es el que sirve de referencia a los bancos para establecer los intereses de las hipotecas.

Pero el yuan no atraviesa su mejor momento. Su cambio frente al dólar y el euro cae desde principios de 2022. El banco central se muestra cauteloso a la hora de dejar que el yuan caiga demasiado o demasiado rápido frente al dólar, el euro o el yen japonés. Eso limita su margen para hacer más recortes. El banco tampoco quiere que se forme una nueva burbuja inmobiliaria con lo que les está costando desinflar la anterior. Esa es la razón por la que hasta la fecha han evitado estímulos fiscales potentes o grandes programas de gasto público.

El deseo del Gobierno es que los chinos consuman y alimenten a la industria nacional. Llevan con esto desde hace años. La economía china ha dependido durante demasiados años de la exportación y de un sector de la construcción gigantesco que ha construido cientos de millones de viviendas y grandes proyectos de infraestructura. Las infraestructuras no se pueden duplicar, pero en tanto que la población es numerosa, creen que todavía se pueden seguir levantando y vendiendo viviendas a nuevos compradores. Pero ese no es el objetivo, sino que esos que ya tienen una vivienda les quede algo de dinero para gastar en bienes de consumo y servicios. Los que quieren comprar una vivienda nueva no lo tienen fácil porque suelen ser jóvenes y a esos les está empezando a faltar el trabajo. El desempleo juvenil en China supera ya el 20%, algo impensable hace unos años. Sin empleo no hay hipoteca posible, pero tampoco mucho consumo.

El mercado inmobiliario no levanta cabeza. Las ventas de viviendas nuevas aumentaron a principios de este año y luego volvieron a caer poniendo sobre el alambre al mayor promotor inmobiliario del país tras la quiebra de Evergrande, Country Garden se llama y sus directivos no saben qué hacer para cuadrar las cuentas. La cuestión es que, sólo en agosto, la venta de viviendas se desplomó más de un 30% con respecto al año pasado y eso ha afectado directamente a la empresa, que se ha metido en pérdidas y ya ha empezado a no remunerar intereses de sus bonos.

El chino medio recibe dos mensajes contradictorios. Por un lado, le piden que consuma, que salga de vacaciones y que renueve el armario

El empeoramiento de la crisis inmobiliaria ha llevado al Gobierno chino a poner ciertos cebos como las facilidades con las hipotecas o redefinir las condiciones para que concedan un crédito. Ahí deberían andarse con cuidado porque podrían empezar a proliferar las hipotecas “subprime”, es decir, con alto riesgo de impago como aquellas que desencadenaron la crisis inmobiliaria en EEUU hace quince años. Pero como la situación económica actual no pinta bien es poco probable que la gente se ponga a comprar casas sin motivo. Más aún cuando el Gobierno trata con la otra mano de desinflar la burbuja inmobiliaria. El chino medio recibe dos mensajes contradictorios. Por un lado, le piden que consuma, que salga de vacaciones y que renueve el armario. Por otro que compre una casa ya que hay más facilidades que nunca para hacerlo.

Esto nos viene a decir que el Gobierno no sabe muy bien cómo mantener la prosperidad, que es uno de los pilares que sostienen al partido comunista en el poder. Desde la muerte de Mao Zedong en 1976, el Partido ha ido señalando prioridades, pero siempre antepone la principal, que es retener el monopolio del poder político. Las reformas de los años 80 y especialmente de los 90 tras los sucesos de Tiananmen, iban dirigidas a mantener el poder promoviendo un gran desarrollo económico que acabase con las demandas de apertura política que derribaron el muro de Berlín y finiquitaron a la Unión Soviética. El Partido se tomó como prioridad el crecimiento económico porque sabía que sólo así podría seguir existiendo el régimen nacido en 1949.

El objetivo fundamental del Partido Comunista de China ha sido siempre garantizar su propia existencia. Si las reformas económicas se hubiesen convertido en un obstáculo, el partido las hubiese desechado

Pero no nos engañemos. La legitimidad del partido no depende del crecimiento económico. La prosperidad es una simple herramienta. El objetivo fundamental del Partido Comunista de China ha sido siempre garantizar su propia existencia. Si las reformas económicas se hubiesen convertido en un obstáculo, el partido las hubiese desechado. Pero les funcionó. Desde hace treinta años China crece a un ritmo desenfrenado. Eso ha tenido una parte muy positiva. Ha sacado a cientos de millones de chinos de una pobreza abyecta y les ha permitido llevar vidas mucho más dignas de las que tuvieron sus padres y sus abuelos. Pero aquello era sólo un medio. Cuando el crecimiento económico se ha interpuesto entre el partido y el poder se han decantado siempre por el partido, que es lo único realmente sagrado que hay en China.

Para que el país haya crecido de la forma en que lo ha hecho ha necesitado mucha iniciativa privada, que hoy es muy importante en China. A pesar de los planes quinquenales que el Partido sigue elaborando y presentando en sus congresos, desde los años 90 el sector privado ha sido el principal protagonista del crecimiento económico. El sector privado genera aproximadamente el 60% del PIB, el 80% del desarrollo urbano, el 90% de los nuevos empleos y casi toda la innovación. Cuando se producen conflictos el Partido no duda en perjudicar a la economía. Recordemos lo que pasó en Hong Kong hace unos años. El Gobierno chino prefirió reprimir a los hongkoneses y dañar su economía antes que consentir que fuesen por libre. Lo de Hong Kong no fue un incidente aislado. Cuando alguna empresa privada ha alcanzado cierto tamaño (como, por ejemplo, las tecnológicas) la han ahogado en regulaciones para evitar que creciesen más de la cuenta y se convirtiesen en poderes autónomos que pudieran mirar a los ojos de igual a igual al partido. 

Ese es el objetivo del partido y para eso necesita grandes incrementos del PIB que vayan incorporando dentro de la clase media a los 600 millones de personas que todavía no han entrado en ella

Aunque tanto el PIB y como la renta per cápita han aumentado notablemente en las últimas décadas, es sorprendente cómo se asignan este PIB entre el Estado y los agentes económicos privados. Los hogares chinos sólo retienen alrededor del 55% del PIB, en comparación con las democracias occidentales, donde los ingresos de los hogares representan aproximadamente entre el 70 y el 80% del PIB. Eso deja muchos recursos al Estado para gastar y, como consecuencia, el PIB chino lo impulsa el consumo estatal y no el consumo privado. Si la prosperidad económica fuese la base, los hogares chinos retendrían una proporción mayor de la riqueza nacional. Eso por no hablar de que en China sigue habiendo 600 millones de personas (el 42% de la población) cuyos ingresos no superan los 1.000 yuanes mensuales, es decir, unos 130 euros. No llegan ni a los 5 dólares diarios, por lo que habría que considerarlos pobres según los umbrales que fija el Banco Mundial.

El partido tan solo quiere el poder. Sabe que para eso es necesaria cierta prosperidad, pero no demasiada. Consideran que los chinos necesitan un empleo, una vivienda y cubrir una serie de gastos. Lo que en España llamaríamos vivir modestamente. Ese es el objetivo del partido y para eso necesita grandes incrementos del PIB que vayan incorporando dentro de la clase media a los 600 millones de personas que todavía no han entrado en ella. Pero no se debe ir más allá ya que la riqueza excesiva crearía legitimidades alternativas, algo que el partido no va a consentir. La situación actual es muy ilustrativa al respecto. El motor de crecimiento no se ha gripado, pero funciona a menos revoluciones. Lo que todavía no sabe el Gobierno es cómo aumentar la velocidad de ese motor sin tener que enfrentar consecuencias no deseadas.

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