Opinión

¿A mí cuánto me toca de los fondos europeos?

La mítica película Bienvenido Míster Marshall puede convertirse en el mensaje más negativo que los españoles manejemos respecto a los Fondos Europeos Nueva Generación. Recuerden la la escena. “¿Tú, qué

La mítica película Bienvenido Míster Marshall puede convertirse en el mensaje más negativo que los españoles manejemos respecto a los Fondos Europeos Nueva Generación. Recuerden la la escena. “¿Tú, qué les vas a pedir a los americanos?” Pocos nos ganan en Europa a imaginación y salero pero esas virtudes a menudo suelen derivar en negatividad y desprecio por nosotros mismos. Escuchar a alguien hablar bien de nuestras capacidades suele movernos a la extrañeza o a la sospecha. Nos creemos los reyes de la chapuza y parece molestarnos que nos nieguen tan dudoso honor.

Sin embargo, los fondos europeos y la salida de la pandemia nos obligarán a aparcar nuestro querido escepticismo cínico y ponernos a una faena que va a determinar el futuro de todo el continente y, si queremos, también el nuestro.

No hace falta repetirlo, pero tampoco habría que olvidar, que la actitud de las instituciones europeas ante esta crisis no tiene nada que ver con la que adoptaron en la crisis de 2009. De aquella austeridad y apuesta por “no gastar”, hemos pasado a todo lo contrario: “Invertir, crecer y gastar o morir con la hucha llena”.

No han faltado dudas, por supuesto. En Europa hubo sonados titubeos de tono menor durante la tramitación de estos fondos, como las reticencias de Hungría a aprobar el Mecanismo de Financiación, los retrasos en los votos nacionales, el Tribunal Constitucional alemán saltándose la primacía del derecho europeo y algunos vetos de los países frugales. Sin embargo, la apuesta nítida que esta vez sí ha tenido Alemania junto con los incentivos para ejecutar lo antes posible este enorme gasto y la unanimidad detrás de este objetivo han hecho que el Mecanismo europeo y los Planes Nacionales hayan sido aprobados más que razonablemente en tiempo y forma.

El resultado es que, en el caso de España, la primera transferencia bancaria asociada a 2021 hará que  una cuenta corriente de la Administración aparezca uno de estos días con 9.000 millones de euros más de saldo. Será la primera de las transferencias.

Es mucha pasta, y mucho lío

Seguramente consciente del reto, antes del envío y de la aprobación por parte de Bruselas del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia el Gobierno ya había aprobado unos Presupuestos Generales para 2021 que incluían un extra por valor de 27.000 millones de euros. 

El objetivo era incorporar los recursos a las cuentas desde ya, que las planificaciones de la Administración contasen con ese dinero desde el primer momento. Que figurase en los haberes contables y que cada alto funcionario o alto cargo tuviera constancia escrita de los recursos a movilizar en su institución. De ese modo se aseguraba que los plazos y los tiempos de reacción no se demorasen cuando, por fin, se diera el pistoletazo de salida por parte de Bruselas, como sucedió cuando se vio que, en efecto, uno de los objetivos de las ayudas europeas es la de producir un electroshock en nuestra economía post-covid y hacerlo de manera inmediata

No para pagar pufos

Obviamente, esos 27.000 millones de euros en subvenciones para este 2021 y las cifras similares para los dos años siguientes deben ser gastados siguiendo las indicaciones del Plan español de Recuperación, Transformación y Resiliencia. Bruselas quiere asegurarse de que gastamos bien estos recursos y que lo hacemos en las líneas estratégicas aprobadas por la Unión. De hecho cada uno de los programas, de las partidas y de las reformas asociadas ha sido negociado entre la Comisión Europea y el Gobierno de España en un diálogo que ha sido intenso y constante: un destacado miembro del ejecutivo confirmaba poco después de presentar el plan, en abril de este año, que en los cuatro meses anteriores había mantenido más de 70 reuniones con la Comisión a razón de dos cada tres días. Casi como en Estrategos.

También para bien, no ha habido gran problema en eso: Gobierno y Comisión están de acuerdo en las prioridades, principalmente digitalización y transición energética y, en segundo lugar, reto demográfico y promoción de la igualdad. 

Europa quiere y necesita ser líder

Que nuestras sociedades occidentales debían dar saltos de gigante hacia la descarbonización de nuestras economías y hacia la digitalización de nuestros procesos productivos eran verdades indiscutibles antes de la pandemia; sólo faltaban, como siempre, los recursos financieros suficientes y también superar las barreras inerciales de algunos sectores afectados (petroleras, automóvil, reticencias ante el cambio digital, etc.). La covid se llevó por delante muchas vidas pero también arrasó con esos vetos. Como ya es tópico afirmar, la pandemia aceleró muchos de los procesos ya identificados antes e hizo saltar por los aires obstáculos y reticencias que impedían acelerar la transformación en los objetivos anteriores. 

Una cosa importante a entender de estos fondos es que no se trata únicamente de una oportunidad para España sino que es la gran apuesta de Europa por sí misma. Una vez superada mejor de lo que cabía esperar la crisis del Brexit, la Unión está volcada en determinar hacia dónde vamos los europeos, cómo nos construimos, cómo competimos con los dos gigantes China y EEUU en las batallas geoeconómicas que no vendrán, sino en las que ya estamos, como el hidrógeno, los semiconductores o las baterías, por citar solo unos cuantos ejemplos y sobre todo, y eso es lo más difícil, cómo competimos siendo sociedades mejores de las que somos, no peores.

Estamos ante una oportunidad real

La conversación sobre fondos europeos, tan macroeconómica ella y con términos como geopolítica, fondos europeos, Plan de Reconstrucción, Transformación y Resiliencia o Mecanismo Europeo, suena alejada del día a día de ciudadanos, empresas o ayuntamientos. Nada más lejos de la realidad. Lo mismo que pasó con la entrada en la Unión Europea en 1986, España va a experimentar un enorme cambio en los próximos cinco a diez años. 

Un cambio profundo que se vehiculizará a través de actores individuales, empresarios, PYMEs, trabajadores, Gobiernos autonómicos, empresas públicas, Ayuntamientos… que se verán ante la oportunidad de contar con una cantidad ingente de recursos. Tanto que puede ser agotadora. Se esperan los ya los tan citados 27.000 millones de euros anuales de dinero público en 2021, 2022 y 2023, pero no se hace tanta mención a que se espera una co-inversión privada de tres o cuatro veces esos recursos. Es decir, por cada euro público que proviene de Bruselas se espera (y así se están diseñando los planes de actuación y las inversiones) que el sector privado aporte entre tres y cuatro euros. Eso deja una cifra final de movilización de capital en forma de inversión productiva de unos 70.000 / 100.000 millones de euros al año (un boost de 6% / 8% PIB / año) durante los próximos tres o cuatro años. 

Se multiplicará la capacidad de producción de energía fotovoltaica, se instalarán molinos de viento también en el mar, en torno a un millón de viviendas contarán con paneles fotovoltaicos

Por citar algunos ejemplos de lo que está por venir: España tendrá un boom de construcción de infraestructuras verdes que comenzará a vuelta del verano, se multiplicará la capacidad de producción de energía fotovoltaica, se instalarán molinos de viento también en el mar, en torno a un millón de viviendas contarán con paneles fotovoltaicos para el autoconsumo, aliviando la red general y obteniendo ahorros. Por supuesto habrá un boom de reformas en viviendas y edificios para mejorar su eficiencia energética pasiva y la instalación de sistemas de almacenamiento de la electricidad mediante baterías o hidrógeno verde revolucionará nuestro concepto de producción/consumo simultáneos.

Por supuesto, siempre nos queda la opción de desdeñar todo este panorama, convertir los fondos en nuevo combustible para la hoguera política, pensar que el largo plazo es el trimestre próximo y mantener la tradicional y animada retranca contra Europa, señalando a quienes creen en ella como paletos que se dejan arrastrar por un engaño. Será como volver a la entrañable historia de la imaginaria Villar del Río (la película se rodó en Guadalix de la Sierra) solo que entonces nos encontraremos con que más pronto que tarde, al contrario que el gran Pepe Isbert desde el balcón, esta vez seremos nosotros quienes le deberemos una explicación a Europa, Administraciones públicas, empresas y PYMEs, se buscará aumentar el perfil digital de nuestra fuerza de trabajo, se agilizarán trámites con la Administración, se potenciará la base tecnológica digital de nuestro país (ahí está la nueva Ley de Fomento del Ecosistema Startup, con presupuestos en CDTI, ENISA con crecimientos del 300 %) y se introducirá de manera transversal en compañías e instituciones públicas una tecnología tan crítica como es la Inteligencia Artificial (IA).

Nos tocará a todos…trabajar

El dinero europeo y las inversiones privadas no harán el trabajo solas. Estamos también ante una oportunidad para la creación de nuevos puestos de trabajo diferentes, pero no tanto como para que no podamos adaptarnos. Cambiaremos, como hemos hecho antes. Una persona que trabaje en la construcción podrá evolucionar con cierta facilidad hacia la construcción de infraestructuras verdes, un sector que generará mucho empleo. Habrá líneas y recursos económicos para que trabajadores y PYMEs adquieran la formación que aún les falta. Los ayuntamientos recibirán recursos tanto financieros como de acompañamiento en forma de consultoría para que puedan dar el gran salto digital que necesitan. Abundan los ejemplos prácticos de cómo estos fondos llegarán a pie de calle más allá de los perfiles digitales, de los que nadie duda que van a experimentar un gran crecimiento, ya sean programadores o expertos en marketing, comunicación, análisis de datos o cualquier puesto de trabajo de este nuevo segmento.

Un nuevo modo de valorar a los políticos

Es posible que la secuela de la covid, en forma de apuesta de Europa por sí misma traiga, además, otros cambios, del mismo modo que algunos analistas conectan algunos fenómenos políticos actuales, como el populismo, con la crisis de 2009. Estamos ahora ante un momento de impulso fortísimo y decidido por la inversión en los nuevos sectores y la prioridad actual es invertir, invertir e invertir. Hacerlo ya, lo antes posible, y en las áreas identificadas (digital, verde, vertebración del territorio y activación de todo el capital humano). Las ralentizaciones, titubeos, y retrasos en esa prioridad que pudieran causar los conflictos políticos internos o territoriales dentro de cada país no van a ser bien vistos por una Europa que pone mucho dinero y sabe que en tal esfuerzo económico se juega su propio futuro en el panorama geopolítico del mundo. Construir Europa, reactivar la economía del Mercado Único Europeo, alcanzar el máximo de independe

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