El título de esta columna son dos palabras en lengua vasca que significan “Fueros ahora”. Este es el nombre de una plataforma política que se presentó en Bilbao el pasado cinco de marzo mediante la publicación de un manifiesto cuya lectura ofrece un indudable interés, tanto por el fundamento conceptual e histórico en el que se apoya, como por representar potencialmente un revulsivo en una sociedad entregada al nacionalismo separatista y a la justificación y al ensalzamiento de la barbarie asesina. Mucha gente se pregunta en los últimos tiempos qué se puede hacer para sacar al País Vasco del hoyo pestilente del identitarismo fanático, excluyente y opresor en el que se enfanga. Entre los firmantes del manifiesto constitucionalista vasco figuran personalidades destacadas de la intelectualidad, la academia, la empresa y distintos sectores profesionales, todos de inequívoca raigambre en aquella hermosa tierra española, que intentan dar respuesta a este interrogante doloroso y dramático.
Obviamente, los impulsores de esta valiente iniciativa parten de la constatación de un hecho decepcionante: el absoluto fracaso de los dos grandes partidos nacionales, PP y PSOE, a la hora de defender en el País Vasco el orden constitucional, la unidad nacional y el pluralismo cultural y lingüístico. Tras heroicos y fructíferos logros protagonizados por Gregorio Ordóñez, Jaime Mayor, Nicolás Redondo, Ramón Rabanera, María San Gil y otros animosos combatientes por la libertad, la cobardía, el entreguismo y el seguidismo del nacionalismo de las cúpulas populares y socialistas en Madrid, sangrientamente acompañados del ladrido de las pistolas etarras, ha ido reduciendo a un residuo tiritante la presencia de las dos principales fuerzas parlamentarias españolas en la Cámara autonómica y en las instituciones vascas. Episodios tan ridículos como el llamado “PP pop” o la mediocridad rampante de un lehendakari socialista que no fue capaz de enunciar el principio de Arquímedes ilustran vergonzosamente un declive gradual, pero imparable, que ha apartado a aquellos líderes constitucionalistas vascos capaces de hacer frente al secesionismo y al racismo xenófobo para sustituirlos por nulidades oportunistas sin otro objetivo que su supervivencia personal. La transformación de un PSE comprometido con el espíritu de la Transición en un lacayo del PNV benévolo con Bildu es una muestra ignominiosa de ese descenso a la infamia irrelevante.
Fruto de este inteligente y patriótico empeño fue el acuerdo alcanzado en el arranque de la Restauración canovista en virtud del cual se aprobó el Concierto Económico en cada una de las tres provincias
Curiosamente, los prestigiosos nombres que respaldan el manifiesto constitucionalista, procedentes tanto de la izquierda como de la derecha, han buscado alimento ideológico no en el unitarismo uniformizador, sino en el fuerismo liberal, esa corriente doctrinal y política que fue dominante en las tres provincias entre 1830 y la llegada de la Segunda República. Como ha señalado acertadamente el historiador Guillermo Gortázar en su conseguida biografía de su antepasado Manuel María de Gortázar y Munibe, los fueristas liberales combatieron encarnizadamente al carlismo a la vez que pugnaban por preservar los regímenes jurídicos y fiscales singulares de Vizcaya, Álava y Guipúzcoa. Fruto de este inteligente y patriótico empeño fue el acuerdo alcanzado en el arranque de la Restauración canovista en virtud del cual se aprobó el Concierto Económico en cada una de las tres provincias. Conviene recordar que los fueristas liberales vascos se querían y se sentían fervientemente españoles, con total lealtad a la Corona y plena integración en el Reino de España. Fecundos tiempos, en los que el PNV ni existía ni se le esperaba. Como es lógico, Sabino Arana detestaba al fuerismo liberal, incompatible con su iracunda visión retrógrada, fantasiosa e irracional de su solar natal.
La idea central del manifiesto constitucionalista es la construcción de una opción electoral que agrupe a todos los vascos que desean seguir siendo españoles y que tienen a la Constitución de 1978 como referente irrenunciable, “sin centralismo de una provincia sobre las otras ni sucursalismo de sedes centrales de los partidos de ámbito nacional”. Ni que decir tiene que esta unión en un frente común de los ciudadanos que afirman la racionalidad, la pluralidad y la libertad como alternativa a la rigidez dogmática y al tribalismo violento del nacionalismo divisivo y antihistórico, no se puede articular fusionando siglas, sino en un proceso de abajo arriba, surgido de la base social.
El rechazo de los animadores de este proyecto regenerador a la imposición del euskera es, por supuesto, inequívoco y la denuncian describiéndola como el instrumento de los nacionalistas para crear clientelas electorales y para ahormar coactivamente a una sociedad espontáneamente bilingüe en un bloque ortopédicamente homogéneo de creyentes en el que cualquier discrepancia quede ahogada y cualquier libertad cercenada.
Los nacionalistas, tanto los que han recogido vilmente las nueces como los que han agitado criminalmente el árbol, ya han situado a su Comunidad en ese camino de destrucción y desgarro
Solamente hay una apreciación en un texto por otra parte impecable en la que revelan un optimismo injustificado. Cuando advierten que de seguir la evolución de las últimas décadas de creciente fortaleza del nacionalismo y de debilitamiento pusilánime del constitucionalismo, el País Vasco podría “caer en el bucle destructivo catalán”, no parecen ser conscientes de que, bajo otra forma menos directa y con una estrategia más sutil, pero no menos maligna, los nacionalistas, tanto los que han recogido vilmente las nueces como los que han agitado criminalmente el árbol, ya han situado a su Comunidad en ese camino de destrucción y desgarro.
Solo cabe hacer votos por que este grupo de ejemplares ciudadanos vascos que han levantado la voz contra el totalitarismo nacionalista demostrando un coraje, una independencia de criterio y una lucidez encomiables, perseveren en su propósito y sean capaces de despertar a sus conciudadanos de la oscura pesadilla en la que se aletargan oscilando entre la ofuscación, el acomodamiento y el miedo.