Carles Puigdemont está abrasado y el 'proceso', moribundo. No sobrevivirá al desastre del referéndum, piensan en Moncloa. Aumentan las tensiones en la coalición soberanista donde ya 'huele a urnas'. La Generalitat intenta llenar su agenda con actos recurrentes con escaso contenido. El 4 de julio es el próximo. Se desvelarán detalle sobre la consulta. Sobre la consejera de Gobernación, encargada de los concursos y contratas para la infraestructura, pende la amenaza de la fiscalía. Los funcionarios no ocultan sus temores y los Mossos, sus recelos. Los empresarios, sus miedos y la sociedad, su desbordado.
Moncloa evita dar carpetazo a la 'Operación diálogo'. Su impulsora, la vicepresidenta, estuvo de nuevo esta semana en Cataluña, donde habló del escenario del 2 de octubre, es decir, del día después del presunto plebiscito, cuando retorne el sosiego y la serenidad. Sus colaboradores dan por finiquitado a Carles Puigdemont y a su equipo. "Están invalidados para cualquier negociación", señala Enric Millo, delegado del Gobierno y 'embajador' de la vicepresidenta en Cataluña. Evita hablar de 'inhabilitados' o de 'suspendidos', términos legales que ahora se manejan con fruición.
La abogacía del Estado y la fiscalía tienen listas sus armas para lanzarse sobre el 'president' en el momento mismo en que amague con dar un paso para convocar el plebiscito. Los focos del Estado no se apagan. Ni de noche, ni en agosto. "No se moverá un papel en la dirección equivocada sin que reaccionemos", dicen. No habrá otro 9-N, es la consigna, la conjura. Rajoy se la juega. Ha empeñado su palabra. Su gente lo tiene muy claro. Ni una excusa.
¿Qué pasó con el golpe de Estado?
La estrategia del Gobierno central es mantener en tensión las herramientas judiciales para cuando sea preciso utilizarlas, sin caer en provocaciones. No se ha vuelto a hablar de "golpe de Estado", ni en Moncloa ni en Génova. Prudencia y tono bajo. La ministra de Defensa reunió este lunes en Barcelona al Consejo Superior del Ejército. Intentaron los separatistas armar ruido. No tuvieron éxito. Quienes esperaban toques de corneta y redoble de tambores, tan sólo escucharon a Dolores Cospedal hablar de que 'la unión hace la fuerza'. Mesura y proporcionalidad ante el griterío secesionista. Pretenden calentar el ambiente, tensar la cuerda. Que salte alguna chispa. Alguna coartada para el victimismo, algún pretexto que les ayude a esquivar el ridículo de la suspensión de la consulta.
La 'operación diálogo' se relanzará en cuanto se despeje la polvareda. La vicepresidenta y su entorno animan a un relevo de nombres y caras en el vértice del edificio secesionista. ¿Quién se acuerda de Artur Mas? ¿Existió Quico Homs? ¿Quién recordará, en dos meses, de Puigdemont? ¿Quién es el siguiente?.
La actual cúpula separatista está abrasada, desnortada. El 'canciller' Romeva, degradado ministro de Exteriores, despierta la ira de los veteranos con su afán de notoriedad mediática. Se ha peleado ya con la mitad del Gobierno. El vicepresidente Junqueras se retira del plano. Puigdemont le lleva a rastras a los actos de relevancia patriótica. Teme la inhabilitación y desea la presidencia. La Cup les zahiere, les hostiga, les vigila como a rehenes maniatados con la soga del 'procés'.
Saénz de Santamaría está convencida de que el 'castell del Estat català' se derrumba, la 'desconexión' encalla y las elecciones se erigen en la única salida posible. El 2 de octubre se verá quien sale vivo y quien aspira a la carrera electoral. Allí estará la vicepresidenta, a la espera, impaciente por relanzar el diálogo. Una entelequia levantada a golpes de efecto y buena voluntad tan sólo por una de las partes.
Casi 15.000 millones consignados para el corredor del Mediterráneo, los 4,200 millones anunciados 'in situ' por Rajoy, los 15 millones para los Juegos del Mediterráneo, la sede de la Agencia Europea del Medicamento.., sin contar con las ingentes carretadas del Fla. Montoro colabora en el proyecto Cataluña de la vicepresidenta. Sólo falta que también colabore la otra parte. El sucesor de Puigdemont se encontrará a Soraya con la mano tendida, en la puerta de su despacho de la calle Mallorca.
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