Pasaron las elecciones presidenciales cuya segunda vuelta se celebró el 24 de abril. Se produjo una victoria neta del candidato de centro, Emmanuel Macron, quien derrotó a la aspirante de la extrema derecha, Marine Le Pen, por 17 puntos de ventaja -58% a 41%-.
Lo que parecía una victoria clara no dejaba olvidar el hecho de que las presidenciales se debatieron entre tres espacios políticos perfectamente definidos: un tercio que correspondía a la extrema derecha de Le Pen y el pétainista Zemmour; otro tercio, del centro que representaba Macron; y un tercio restante de la extrema izquierda populista representada por Mélenchon y su Francia insumisa. Así se vio claramente en la primera vuelta de esas elecciones presidenciales, en que fuerzas históricas en Francia quedaron prácticamente barridas: la derecha neogaullista de los Republicanos, que no llegó al 5%, o el partido socialista que quedó en un ridículo 1,7%.
Se trataba de unos resultados inquietantes pues se ponía de manifiesto un importante clima de división en Francia, con múltiples fracturas que atraviesan esa sociedad: social, generacional, geográfica, cultural, étnica,… A ello se añadía que la misma noche del resultado de las elecciones presidenciales, los perdedores de aquellas elecciones –singularmente la Sra. Le Pen y el Sr. Mélenchon- llamaban a la tercera vuelta, las elecciones legislativas, cuya fecha de celebración es, en primera vuelta, el próximo 12 de junio y la segunda y definitiva vuelta, el domingo 19 de junio.
Hoy, a escasos cuatro días de esa primera vuelta, los motivos de la inquietud se agravan, hay quien invoca la posibilidad de un grave accidente electoral que desbarate los planes de gobierno del vencedor presidente Macron.
A pesar de sus evidentes capacidades, hay una suerte de desprecio por el debate político en la figura de Macron, que no termina por definir los grandes ejes sobre los que fundar su nuevo quinquenio
Se vuelve a observar la pasividad del presidente Macron en esta campaña electoral, como ya sucedió en las anteriores elecciones presidenciales. De hecho, tardó casi un mes en designar a la nueva primera ministra, Élisabeth Borne, personalidad eminente tecnócrata con un escaso perfil político que no parece suscitar gran entusiasmo en nuestro país vecino. Y a ello se añadió un retraso adicional en la configuración del nuevo gobierno, con un escaso perfil político a su vez en el marco de un tono marcadamente continuista. A pesar de sus evidentes capacidades, hay una suerte de desprecio por el debate político en la figura de Macron, que no termina por definir los grandes ejes sobre los que fundar su nuevo quinquenio.
Y así, si bien los sondeos que se publican estos días, colocan a su fuerza política justo pasada la mayoría absoluta -289 de un total de 577 diputados-, no es menos cierto que pudieran aparecer sorpresas que impidieran esa mayoría absoluta. Sorpresas que vendrían fundamentalmente de la extrema izquierda de Mélenchon, tras haber sometido al partido socialista, al partido comunista y a los ecologistas a su dictado. Nupes –Nueva Unión Popular Ecologista y Social- es la plataforma de la antigua Francia insumisa. Aunque es verdad que no están todos los socialistas ahí: el antiguo presidente de la República François Hollande figura al frente de quienes no admiten someterse ante Mélenchon. Con su programa populista y de extrema izquierda, que cuestiona la Unión Europea o la OTAN, que conduciría a una explosión de deuda pública, de fiscalidad, de parón económico, que afectaría a los franceses más vulnerables, dicha plataforma liderada por Mélenchon es hoy el candidato mayor a romper los planes políticos de Macron y evitar su mayoría absoluta parlamentaria. Por encima, sin duda, de la extrema derecha de Marine Le Pen y de la derecha democrática de los republicanos.
Es claro que una eventual ruptura de una mayoría absoluta a favor de Macron supondría serias dificultades para su nuevo quinquenio que ahora comienza. Pues la presencia amenazante de Mélenchon supondría un cambio de rumbo claramente inquietante.
Se han de tener en cuenta los preocupantes números que ofrece la economía de Francia: una disparada deuda pública, por más que los números de la inflación y del desempleo sean mucho mejores que los que manejamos en España.
Confiemos en que finalmente el domingo 19 de junio, Macron se alce con la victoria, obtenga la mayoría absoluta, y termine por definir los grandes desafíos que afronta su segundo y último quinquenio
Pero siendo Francia el segundo país de la Unión Europea, detrás de Alemania, siendo tanto lo que todos los países de la Unión Europea tendrán inevitablemente que corregir en los próximos tiempos, y desde luego España deberá estar en cabeza de esa corrección imprescindible, atendido que los números que presenta son los peores de toda la Unión, así como que dispone de un gobierno imposible con un socio en abierta crisis como Unidas Podemos y unos aliados parlamentarios rigurosamente inviables, ya sean golpistas catalanes, ya sean herederos políticos del terrorismo en el País Vasco, no deja de ser inquietante la situación francesa, sumida en la división entre extremistas a derecha o izquierda, y la fronda que se adivina por venir.
Por el bien de todos, confiemos en que finalmente el domingo 19 de junio, Macron se alce con la victoria, obtenga la mayoría absoluta, y termine por definir los grandes desafíos que afronta su segundo y último quinquenio. El primero, reforzar el funcionamiento de la Unión Europea, del cual Francia es nación decisiva. Hoy, con una guerra en el corazón de Europa, con un país como Ucrania pasado a sangre y fuego, con miles de víctimas mortales, con crímenes contra la humanidad perpetrados por Rusia, también en forma de crisis energética o de crisis alimentaria de dimensiones mundiales, todos necesitamos que un país como Francia navegue en la imprescindible dirección de la unidad europea.
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