Ya hace unos cuantos días, más de los que podía imaginar, hablábamos aquí de que saldríamos de esto con más peso pero también comentábamos la suerte que teníamos todos aquellos con bicicleta estática en el hogar. Ahora, cuando vamos "desescalando" a más velocidad de la esperada, tengo que admitir que la báscula ha dictado sentencia y, por desgracia, los kilos han ganado la batalla a los pedales. No ha sido una victoria, ha sido una masacre.
El pasado fin de semana, al comprobar el peso de esa derrota, pensé en uno de esos planes que invariablemente muchos hacemos todos los eneros y todos los septiembres. Quizás iría al gimnasio para aplanar el vientre. Sin embargo, en esta semana de reencuentros con tantas cosas he vuelto a chocar con la realidad de que en esta época de tanta información hasta los que nos creemos informados estamos perdidos. Nos sobrepasa la avalancha de datos y ya no sabemos ni por dónde nos da el aire. La confusión y la incertidumbre nos gobiernan.
La verdad es dolorosa. Aunque parezca un contrasentido, el ministro de Sanidad, Salvador Illa, se ha aliado con los kilos de más que hemos cogido durante este confinamiento que ya agoniza. Dijo Illa hace unas semanas, cuando yo ni me planteaba estas cosas, que los gimnasios abrirían, con grandes y casi insoportables medidas de seguridad, sí, pero abrirían en la fase 2. Así, mi intención esta semana era aprovechar algún resquicio que me dejase el enano para volver a entrar en un gimnasio miles de años después al menos para preguntar las tarifas.
Los gimnasios abrirán en la fase 3, lo que supone, claro está, posponer un par de semanas mi recuperación física y la de otros muchos millones de españoles
Hasta que este miércoles consulté, por si acaso, una de esas listas que proliferan en Internet sobre lo que se puede hacer y lo que no se puede hacer en cada fase. Sorpresa desagradable. Porque los gimnasios todavía están cerrados. Resulta que el pasado fin de semana el ministro dejó su promesa (otra más) en agua de borrajas al anunciar que estos centros deportivos abrirán en la fase 3. Es decir, el 8 de junio en las comunidades más rápidas. Lo que supone, claro está, posponer un par de semanas mi recuperación física y la de otros muchos millones de españoles.
Si me pongo en la piel de los que son fieles al gimnasio, no les arriendo la ganancia por la reapertura de gimnasios, sea cuando finalmente sea. Desinfectantes por todas partes, citas previas para poder correr en una cinta -¿hay mayor locura que esa?-, aforo más que limitado y restricciones hasta para ducharse. Desde el punto de vista personal, toca reconocer que en el fondo el cierre de los gimnasios ha sido un favor. Porque la decepción de esta semana servirá para quitarme pájaros de la cabeza, ya que seguramente al final no me habría apuntado.
Sin gimnasios sí hay paraíso. Por fin vuelve el pádel, que es más divertido aunque engorde menos y que me parece mucho más divertido que levantar pesas o subirse a esas máquinas extrañas
No todo van a ser desgracias para los deportistas. Sin gimnasios sí hay paraíso. Por fin vuelve el pádel, que es más divertido aunque engorde menos y que me parece mucho más divertido que levantar pesas o subirse a esas máquinas extrañas. En esta España dividida por las fases marcianas, resulta que este deporte puede practicarse en todo el país, esté en la fase que esté. Nadie entiende por qué lo que era imposible hace cuatro días durante la fase 1 ahora sí es posible. Pero esa es una más de las incógnitas que nunca resolveremos.
Todo esto de los gimnasios y el pádel nos lleva inexorablemente, nos guste el deporte que nos guste, a esa confusión y esa incertidumbre antes mencionadas. De eso hemos cogido una tonelada. Y ni corriendo maratones nos lo vamos a quitar del cuerpo.
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