Opinión

Frases como flechas

Hay frases que, de alguna forma, con tinta o sin ella, permanecen tatuadas por siempre en la piel

Octubre ha llegado al norte tan rápido como se ilumina una estancia pulsando un interruptor. La vida vuela. Los días vuelan, pero las palabras se quedan flotando en el aire. Porque hay frases que marcan. Todos tenemos alguna. Nunca sabes de dónde van a venir, de qué boca o de qué libro, de qué pared o de qué texto. Imagino que ahora mismo Irene Vallejo, escritora de El infinito en un junco, sentiría el revoloteo de un montón de hormigas en su estómago si fuera consciente de que, en esta noche brumosa de martes en San Sebastián, acabo de incrustar varias líneas de un artículo suyo en mi recién estrenado diario. Y ahí quedarán. Creo que cuando te dedicas a juntar letras sobre un papel no debe haber nada más placentero que provocar algo -lo que sea- en alguien.

Hay frases, muchas, que marcan en la vida. Que, de alguna forma, con tinta o sin ella, permanecen tatuadas por siempre en la piel. Algunas para bien, otras tantas para mal. Nunca olvidaré lo que me dijo una compañera nada más aterrizar en televisión, cuando yo rondaba los 22 años. “Tú no tienes voz para informativos”, pronunció con sequedad. Todavía la escucho. Todavía la veo de pie, mientras yo, sentada frente a un ordenador de montaje, me encorvaba un poco más con cada segundo que pasaba. No entraré en detalles para evitarle un mal trago si lee esto que quizá ni recuerde. Pero no sabe ella que aquel comentario que lanzó como una flecha afilada con el único objetivo de herir fue, en realidad, lo que me ha traído hasta aquí diecisiete años después. Me empujaron sus palabras a formarme, a empaparme, a educar mi locución y, desde entonces, ya no paré. Aún hoy no lo he hecho. Así que, no puedo más que agradecerle.

Porque hay frases que marcan. Lo sabe, también, Fernando, el alumno cuya historia se ha hecho viral estos días. “Un profesor llevaba un año entero diciéndome que no valgo para nada”. Lo compartió él mismo en redes sociales captando, rápidamente, la atención de algunos digitales. Y, claro, cuando no vales para nada un lunes, no vales para nada un martes, un miércoles, un jueves, un viernes. Los 365 días. Y sólo tienes 18 años y tu cerebro está todavía en pleno desarrollo, la consecuencia puede ser demoledora. Cuatro palabras, inofensivas por separado y letales juntas, que pueden empujarte directamente a un laberinto salvaje y sin salida. Así que, como él mismo cuenta, su padre decidió actuar y le envío un email a su maestro: “Me dirijo a usted como padre y como persona que fui joven una vez. El otro día me escribió usted diciendo que, si mi hijo sigue así, no va a llegar a nada en la vida (…) Obviamente yo, como su figura paterna, no estoy contento con estos comportamientos, pero déjeme decirle que no todo en la vida es estudiar, que Fernando es un joven de 18 años y que hay cosas en la vida que se aprenden por prueba y error. Yo, o incluso un profesor, podemos ayudar a guiarle y a decirle qué está bien o está mal, pero si algo tengo claro es que cuando mi padre me prohibía o me castigaba lo único que conseguía es que lo hiciese a escondidas y que nuestro vínculo se fuese disolviendo”. El mensaje continúa, son cuatro párrafos en total, y termina así: “Por favor, no le vuelva a decir a mi hijo que no vale para nada en la vida, las lecciones se las doy yo, no usted”.

Un murmullo aterrador

Lo advirtió Nelson Mandela en otra frase célebre: “La educación es el arma más potente que puedes usar para cambiar el mundo”. Pero, todos sabemos que cuando alguien se confunde al apretar el gatillo, que un arma mal empleada, puede ser mortal. Igual que las palabras punzantes como flechas, igual que esos comentarios que tienen la capacidad de cambiar el rumbo de la historia. Estos días hay uno que me persigue como la música de fondo que apenas se percibe en las películas y, sin embargo, ahí está. La escupió Putin, de nuevo, por si había dudas, a finales de septiembre: “Si la integridad territorial de nuestro país se ve amenazada, por supuesto que utilizaremos todos los medios a nuestro alcance para defender a Rusia y a nuestro pueblo. No es un farol”. Ni mucho menos una broma. Es, para mí, como un murmullo lejano y aterrador que va y viene a la velocidad que posee el viento en estos primeros días de octubre.

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