En un país serio, PSOE y PP, Feijóo y Sánchez, habrían llegado a un acuerdo de gobierno. Pero el frentismo que nos asola lo impide. Un frentismo irracional y futbolero que permitirá a Pedro Sánchez gobernar muy mal durante algunos años, y que después posibilitará a Núñez Feijóo hacer lo mismo durante un periodo similar.
Sánchez es un hombre de pocas ideas que estruja hasta la exasperación. En lugar de perseverante, una gran cualidad, es terco como una mula. Y así estamos, en este lío en que él nos ha metido.
En mi opinión, sus pocas ideas son sólo tres: recuperar la bolsa de votos histórica del PSOE en Cataluña, alentar el frentismo hasta la ruptura con la otra media España y, finalmente, invadir de estatismo hasta el último rincón de nuestra vida social y económica.
Empezaré por esta última, que es la que debería merecer más atención, aunque las inevitables urgencias del momento nos obliguen a dedicarle más tiempo a las otras ideas. Sánchez es un afrancesado tipo Mitterrand y compañía. Cree en el estado omnipresente, y por ello gasta y sube los impuestos sin piedad y hace que el estado intervenga en todos los aspectos de la vida social: desde el beso de Rubiales hasta las cuitas que vemos en los shows de televisión. En estos próximos años vendrán un sinfín de prohibiciones y limitaciones a nuestra libertad. Tuvimos el peor y más duro encierro de Occidente durante la pandemia, y había que ver con cuanta satisfacción el presidente cercenaba libertades en nuestro supuesto beneficio.
En cuanto a Cataluña, en las últimas elecciones generales el PSC ha conseguido un resultado muy estimable, con más de un tercio de los votos y un cuarenta por ciento de los escaños. Puede sentirse muy satisfecho.
Pero vayamos al frentismo, que es lo que nos envuelve estos días. La idea de las dos Españas está más que superada y apenas tiene calado en nuestra moderna sociedad española, pero se estimula en las elecciones de forma casi vergonzante. Hay que recordar el desliz de ZP con Gabilondo cuando anunciaba que necesitaba crispar o meter tensión a una campaña electoral, o el éxito histórico de aquella campaña del dóberman que consiguió dar la vuelta al resultado de unas elecciones perdidas por Felipe González.
La abrumadora mayoría de la población española tiene completamente arrumbados en el olvido a Franco y la Guerra Civil. Pero para algunos políticos su recuerdo es la pujanza para mantener el frentismo. Ahora toca agitar el fantasma de Vox para movilizar a la clientela electoral y así, en opinión de nuestro actual gobierno, la mitad de España, concretamente la que no les concede el voto, es sencillamente fascista.
¿Hacia dónde vamos después de esta crisis que estamos viviendo? A una España muy dividida que sigue sin atacar los profundos problemas sociales y económicos que padecemos
El frentismo hace que el PP, con esa rara habilidad que tiene para hacernos comulgar con ruedas de molino; haga recordar aquella campaña contra la muy razonable propuesta de Vox de partir el voto en el Senado para asegurar la mayoría. Hoy el argumento del PP para no pactar con Sánchez es que ellos han ganado las elecciones. Da igual que les recordemos que en una democracia gana quien puede formar gobierno y no quien tiene más escaños. Hay que destacar que el bloque que apoya a Sánchez no sólo tiene más escaños, sino también muchos más votos, concretamente un millón doscientos mil votos más que el que no lo apoya.
¿Hacia dónde vamos después de esta crisis que estamos viviendo? A una España muy dividida que sigue sin atacar los profundos problemas sociales y económicos que padecemos. Nuestra renta per capita no crece desde 2007. Llevamos quince largos años estancados, con todos los problemas de paro, ausencia de expectativas para nuestros jóvenes y falta de movilidad social que ello implica. Aguantamos de alguna manera porque nos hemos endeudado muchísimo –Montoro aún más que Montero, por cierto- pero todo tiene límites.
Nos imponen una amnistía, innecesaria, porque no queda nadie en la cárcel, y después de la exhibición de capacidad política que ha hecho Puigdemont, nuestro muy peculiar Mandelet creo que sería un error para él salir de Waterloo y convertirse en un ciudadano normal a las órdenes del muy disminuido, estos días, president Aragonés.
Si el PP sigue jugando al “frentismo” y a esperar a que le llegue el turno, puede encontrarse con que quien no espera es su electorado
Los pactos con los partidos independentistas nos llevan a una especie de liga o unión de naciones en la que al resto de los españoles les mantendremos el mercado y les pagaremos la deuda, pero ellos se quedarán con todos sus impuestos y sus negocios y encima nos insultaran y despreciaran desde esa suficiencia enraizada, y muy paleta, que tienen demasiados catalanes y vascos. Algo parecido a las trampas del Barça pero estructurado.
Pero cuidado, el profesor Stanley Payne señalaba que lo que más le sorprendía de la historia de España es la paciencia de su derecha. Si el PP sigue jugando al “frentismo” y a esperar a que le llegue el turno, puede encontrarse con que quien no espera es su electorado.
Pero también podemos ser optimistas, tras la “embestidura”, parafraseando a Garzón, podemos afirmar que el gobierno de coalición de Sánchez va a ser como un proindiviso diabólico en el que un voto vale lo mismo que ciento cincuenta y así es muy difícil, sino más bien imposible gobernar.
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