Opinión

Fui a una vidente y esto es lo que pasó

Acudí a la casa de una adivinadora con dos amigos, y me apetece contarte lo que sucedió y lo que no

Ser una persona curiosa tiene sus partes buenas y malas. Lo positivo: descubres cosas nuevas, gente diferente y situaciones fuera de lo común. Lo negativo: sueles meterte en jardines un tanto raros que no sabes muy bien cómo calificar pero que, al menos, te dan para contar y reírte al recordarlo.

No sabría cómo calificar mi visita a una vidente, pero sí lo que me empujó a ello: descubrir cómo trabajaba una adivinadora, y si había algo de verdad. No me interesaba tanto qué me diría como todo el proceso que lo rodeada.

Mi amigo T, muy espiritual, no paraba de hablarme de aquella vidente, y de los sitios a los que él iba. Cartas, adivinaciones del futuro, predicciones que se hicieron realidad, etc. Todo eso me cautivaba y decidí, un año después, que era hora de probarlo yo misma. Entonces metí en el lío a mi amigo J. Fue T el que se encargó de pedirnos cita con la vidente para los tres, individualmente. T nos dijo que ella cobraba solo la voluntad, y J y yo decidimos que 10-20 euros de voluntad por cabeza era suficiente.

La casa de la vidente

Quedamos un domingo de 2017. No me acuerdo ni del pueblo –ellos tampoco– ni del mes –pero hacía mucho frío y calculo que sería sobre febrero. Para ir a casa de la vidente tuvimos que quedar en la estación de autobuses de Madrid y coger uno que recorría los pueblos de la periferia –ninguno de los tres teníamos carnet, y a día de hoy seguimos siendo así de losers–.

Tras una hora en bus, nos bajamos en la parada correspondiente, en medio de una carretera. No había nada alrededor, solo carretera. Enfrente había una especie de centro comercial con solo un bar. T puso Google Maps y fuimos a buscar la casa de la vidente.

Era un pueblo solitario, con casas bajas en línea, bastante abandonadas y con pinta de ilegales. No vimos a ninguna persona. Daba bastante miedo todo aquello pero habíamos venido a jugar y nos hacía mucha gracia. "Esto parece una peli de Berlanga", decía J.

La vidente era una señora bastante normal, la típica mujer que te encontrarías en el súper comprando

Ya al fin encontramos la casa. Llamamos. Nos abre una señora de unos 50 años, y nos invita a que pasemos. Era la vidente. Una mujer bastante normal, lo que me sorprendió; la típica que te encontrarías en el súper. Vestía ropa común y no iba maquillada. Muy bajita, mediría 1,50.

La casa era muy humilde, repleta de cosas. Tenía dos plantas y una especie de jardín exterior bastante abandonado. En la casa también había dos perros de tamaño pequeño y la madre de la vidente, una señora muy mayor y agradable, sentada en un sillón.

        –Dejad vuestras cosas, poneos cómodos. Mi habitación, donde hago todo esto, está arriba. Iréis subiendo de uno en uno. ¿Quién quiere empezar? –dijo la vidente.

J fue el primero en subir. Tardó bastante en bajar, como una hora. Yo estaba un poco asustada. Le envié whastapps, en plan "¿todo ok?". Bajó un poco desorientado, pero bien. Más tarde me contaría que no se creyó nada.

Cara a cara con la vidente

Luego subí yo. Me senté en frente de ella, en una mesa camilla. La habitación era bastante pequeña, muy iluminada, y, como el salón, repleta de cosas. Yo me quedé ahí y le pregunté lo típico: que qué tal le iba el negocio, que cuánto tiempo llevaba haciéndolo, etc. Por romper el hielo.

       –Tú no confías mucho en esto, ¿no?

       –¿Yo? No, sí, sí, quiero decir, estoy a la expectativa.

       –Vale, pues tienes que relajarte porque si no no me dejas ver.

En ese momento, empezó a mirarme fijamente y a observar lo que había a mi alrededor. Yo pensaba que sacaría cartas, una bola o algo, pero no. Empezó a estudiarme, mis gestos, mi ropa, mi forma de hablar, como hago yo siempre en el tren o cuando conozco a alguien que me interesa, para catalogarlo. 

       –Eres muy independiente.

       –Sí, la verdad es que sí.

       –Te llevas bien con tus padres pero quieres tener tu espacio. Espera, veo que te mudas.

       –Sí, estamos reformando mi nueva casa, me voy en unos tres meses.

       –Pon plantas, las plantas te van a ir muy bien para una persona como tú. Te van a dar mucha luz y tranquilidad.

       –Vale, lo haré.

       –¿Hay algo que quieras saber?

       –¿Me ves con un perro? –decidí preguntarle esto porque estaba pensando adoptar a uno que había conocido la semana anterior paseando por mi barrio.

       –No, no veo perros.

       –¿Y el trabajo?

       –Te veo muy a gusto en el trabajo. Estás bien valorada y te gusta.

       –La verdad es que no, de hecho me quiero ir de la empresa.

La enfermedad de mi madre y mi amante casado

Tras unas cuantas preguntas más, y tras decirme que el espíritu que me protegía era el de mi tía abuela fallecida que no sé ni quién es, llegué a la conclusión de que su poder de vidente era simplemente tener la intuición muy desarrollada.

       –¿Quieres saber algo de tu familia?

       –Si es muy malo, no. Si es algo que pueda soportar, sí.

       –Sí, tranquila, nunca digo nada que sea extremadamente malo.

En ese momento, puso una cara muy seria y yo me asusté, aunque estaba bastante escéptica con todo aquello.

       –Verás, veo que tu madre... que tu madre se va a hacer unos análisis y que le va a salir que puede tener... es que no lo quiero ni decir.

       –¿Cáncer?

       –Sí, cáncer. Pero espera, espera... Todo se va a quedar en un susto. Luego se las va a repetir y al final verá que no. Dile que coma más pollo.

El oscuro

Yo en este momento estaba flipando, en plan ¿cómo se puede ser tan rastrero de jugar con el cáncer para conseguir dinero? ¿Por qué se había inventado eso? Ya estaba dispuesta a irme. Me levanté y le dije que muchas gracias por todo, que había sido muy amable, le di 15 euros, y cuando estaba yéndome hacia la puerta me dijo algo que me chocó bastante:

       –Tienes que dejar a ese hombre.

       –¿Qué hombre?

       –Con quien te ves desde hace meses. Su pareja se va a acabar enterando. Y lo sabéis. Os podéis meter en un buen lío si todo el mundo se entera, y si no cortas ya va a pasar. Necesitas cortarlo tú porque él no lo va a hacer. Su mujer os va a pillar.

        –Mmmm, vale.

Salgo por la puerta y estoy bajando las escaleras, alucinando mil.

       –En serio, María, corta eso ya. Puede ser el fin para ti y para él, de vuestra vida tal y como la conocéis.

       –Sí, sí, gracias.

Me quedé muerta. Pero pensé ¿tanta pinta de amante tengo? ¿Cómo ha podido saberlo? Nadie lo sabía. Luego empecé a pensar que no le había preguntado por hombres y que mis amigos siempre me dicen que tengo pinta de Lolita. Así que, pensé, bah, blanco y en botella: tengo pinta de amante, ya está, no pasa nada, hay cosas peores. Puedo vivir con ello.

Salí de allí alucinada por lo de la casa nueva y por lo del casado. Pero pensé que habría sido solo intuición. La movida vino unos seis meses después. Estaba comiendo en casa de mis padres y mi madre, muy seria, nos dijo que se había hecho unos análisis en la empresa y que habían salido cosas graves. Una enfermedad muy grave relacionada con el cáncer. Pero que hay margen de error y que se las iban a repetir la próxima semana.

No era posible, pensaba. No dije nada porque 1) no sabía como sacar el tema de que había ido a una vidente y 2) prefería esperar a ver qué pasaba.

Finalmente, pasadas unas semanas, mi madre me llamó muy contenta:

         –Que no, hija, que era todo un error de los análisis. ¡Que estoy estupenda! Ay, qué susto me había llevado, no me lo podía creer. Qué bien, qué bien.

Estuve por decirla que ya lo sabía, que me lo había dicho la vidente, y le dije que igual era por falta de proteínas. No lo entendió y no quise explicárselo.

¿Videncia o pura intuición?

A mi amigo J le echó un líquido por la cabeza para quitarle el mal de ojo –flipó en colores– y le dijo que ese mismo verano encontraría al amor de su vida. Y ni una cosa ni la otra. De T no sé nada porque no quiso contar nada.

¿Repetiría con otra vidente? Probablemente no, pero dame un vermú y lo hablamos.

¿Me arrepiento? No, hay que probar de todo en esta vida.

¿Creo en videntes? Aquí me pillas. 

Creo más en la intuición, y creo que las personas que se dedican a la videncia son personas tremendamente intuitivas. No creo que vean nada ni que tengan ningún don: son personas capaces de hacerle un retrato a tu vida solo con mirarte y estudiar tus respuestas y comportamiento. Algo como lo que hacía mi adorado Simon Baker en la serie El Mentalista, y que, dicho sea de paso, no es muy difícil. Yo juego a eso con personas a las que acabo de conocer y acabo acertando casi siempre.

Simon Baker en 'El Mentalista'

Lo que me adivinó de la casa, del hombre, etc. eran cosas que se podían intuir, pero lo de mi madre no. Así que quizá sí que haya algo de verdad en todo esto, o quizá todo sea simplemente pura pura casualidad, o una casualidad que yo acabé atrayendo de alguna forma. Vete a saber.

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