Óscar Puente es uno de esos políticos de verbo corrosivo y bronco que no deja indiferente a nadie; o se le quiere o se le odia, como a Pedro Sánchez. Quizá por eso el presidente del Gobierno está propiciando desde el 23J el fulgurante ascenso de quien bien puede considerarse su alter ego: de defenestrado alcalde de Valladolid, en medio del desastre socialista generalizado que trajeron consigo las elecciones del 28 de mayo, a látigo de Alberto Núñez Feijóo durante la fracasada investidura y ahora ministro de Transportes y Movilidad Urbana. Nada más y nada menos.
No sé si Puente acabará siendo el “albañil” (sic) del muro que quiere construir Sánchez para encerrar en él a la otra mitad de España -así le ha recibido el PP-, pero me consta que le va a tocar repartir mucha pasta en obras, que va a regar España de dinero en carreteras, ferrocarriles y obras varias. Palabras mayores para todo político que se precie en un país siempre pendiente del corte de cintas inaugurales.
Cuenta a este respecto el ex ministro Pepe Blanco una anécdota bien significativa: en la primera hora dentro de ese despacho, cuando José Luis Rodríguez Zapatero le nombró, allá por 2008, recibió más llamadas de felicitación de alcaldes y cargos del PP que de su propio partido... Como lo leen. Y es que, sentarse en el sillón de Ministro de Transportes y Movilidad Urbana -antes Fomento, y antes que eso Obras Públicas y Transportes-, debe ser lo más parecido a entrar como Richard Gere con Julia Roberts en la tienda de Rodeo Drive (Beverly Hills) de la mítica Pretty Woman diciendo: “venimos a que nos hagan mucho la pelota”.
Con carreras políticas menos ostentoreas, que diría el fallecido Jesús Gil, los periodistas creamos ‘-ismos’ continuamente, así que me van a permitir que aquí y ahora cree el ‘puentismo’ como corriente cargada de futuro en el PSOE si Sánchez decide irse a la Unión Europea, a sustituir al belga Charles Michel o, simplemente, hacer mutis por el foro cuando acabe la legislatura.
De golpe y porrazo Sánchez ha confiado a Óscar Puente mucho poder político y, lo que es más importante para el asunto que nos ocupa, ha nombrado ministra de Igualdad a una desconocida Ana Redondo, teniente alcalde en Valladolid y número dos suya hasta hace cuatro meses. Y uno, obligado en su condición de periodista a ser curioso y desconfiado a partes iguales, se pregunta: ¿Por qué? ¿de dónde saca pa’tanto como destaca el ex regidor de Valladolid?
Con carreras mucho menos ostentoreas, que diría el fallecido Jesús Gil, los periodistas creamos continuamente -ismos, así que me van a permitir que aquí y ahora sugerirles puentismo como corriente política cargada de futuro en el PSOE, eso sí, si Sánchez decide irse a la Unión Europea a sustituir al hoy presidente del Consejo, el belga Charles Michel o, simplemente, hacer mutis por el foro y no presentarse a la reelección en 2027.
Hoy suena a ciencia ficción, pero todo puede pasar en una legislatura que se plantea difícil sobremanera hasta para el superviviente de la política que ha demostrado ser el actual inquilino de La Moncloa. El 28 de mayo, cuando muchos le daban por muerto políticamente hablando, precipitó las elecciones generales previstas para diciembre y convirtió así la que se apuntaba segunda vuelta del descalabro electoral municipal y autonómico. El miedo de buena parte de la izquierda a ver a Santiago Abascal de vicepresidente en un gobierno de Núñez Feijóo hizo el resto... Y ahí sigue Sánchez, como el dinosaurio de Monterroso.
No obstante, son el propio presidente, y el PSOE, los que no se llaman a engaño: si el circo de la pasada legislatura era de tres pistas… éste es de ocho. Lo demostró la portavoz de Junts Per Catalunya en el Congreso, Miriam Nogueras, demudándole la sonrisa al final de la primera jornada del debate de investidura: “No nos tiente”.
Puente, que tanto ha criticado y critica a Emiliano García-Page por lo que considera una continua deslealtad con el presidente del Gobierno, no va a emprender ahora ninguna carrera en solitario; no va a sacar los pies del tiesto. Pero conviene estar pendientes de una ejecutoria política en el PSOE que no ha hecho más que empezar. Atentos.
Por eso es tan importante el ascenso de Óscar Puente en los últimos cuatro meses. Relata el ex regidor vallisoletano cómo solo él y el presidente rumiaron en silencio desde pocos días después del 23J, sin contárselo a nadie más -y para cabreo del portavoz del Grupo Socialista, Patxi López- su intervención en la investidura fallida del líder del PP, que levantó a los socialistas de sus escaños tanto como enfureció al resto por su tono desabrido.
Feijóo le ninguneó en sede parlamentaria porque era lo que tocaba: resaltar el feo gesto de Sánchez, pero esa maniobra fue probablemente el inicio de lo que hemos visto esta semana, que no parece limitarse solo a su nombramiento de ministro de Transportes y Movilidad Urbana, a tenor del otro nombramiento, más importante si cabe para lo que nos ocupa: el de su número dos en Valladolid, Ana Redondo, como ministra de igualdad.
Puente, que tanto ha criticado y critica a Emiliano García-Page por lo que considera una continua deslealtad con el presidente del Gobierno no va a emprender ahora ninguna carrera en solitario; no va a sacar los pies del tiesto. Pero conviene estar pendientes de una ejecutoria política en el PSOE que no ha hecho más que empezar. Atentos.
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