Opinión

¿Funcionó el cheque bebé?

Estas ayudas, en vigor entre 2007 y 2010, elevaron el número de concepciones en aproximadamente un 5% mensual

En estos días han recobrado interés las políticas de ayuda a la maternidad. Tanto por el debate de los Presupuestos Generales del Estado, dentro del cual se discuten algunas medidas en este sentido, como por los habituales y recurrentes que acontecen en las redes sociales, han vuelto a escena algunas experiencias pasadas de ayudas al nacimiento de un bebé. La intuición es que, en general, estas ayudas son consideradas como un buen instrumento para fomentar la natalidad. También, algunos las señalan como medidas que pueden favorecer la conciliación familiar y por ello una buena herramienta para reducir la segregación laboral.  

En España no somos ajenos a estas políticas.  No hace mucho tiempo tuvimos la oportunidad de disfrutar, durante un intervalo de tiempo, una ayuda a fondo perdido por hija o hijo nacido. Concretamente, la ayuda se otorgó a las familias cuyos hijos nacieron entre el 1 de julio de 2007 y el 31 de diciembre de 2010. El razonamiento de aquella ayuda, comúnmente llamada “cheque bebé”, era el de ayudar a madres y padres a afrontar los condicionantes económicos que el nacimiento de un hijo implica. Dado que en la actualidad este debate ha resucitado, resulta interesante saber si existe alguna evaluación de las consecuencias de aquella política, es decir, saber si dichas  consecuencias existieron y si fueron las esperadas.

El 3 de julio de 2007 el Gobierno de España anunció que por cada nacimiento que tuviera lugar a partir del 1 de julio (dos días antes), la familia del recién nacido recibiría un pago único de 2.500 euros. Este anuncio supuso una grata sorpresa para muchos, en especial entre aquellos que estaban durante aquellos meses de verano esperando la pronta llegada del bebé. El carácter no esperado de la medida implicó que ésta se convirtiera en un inmejorable experimento natural, a partir del cual era posible realizar un análisis con garantías de inferir con éxito  las consecuencias que esta política implicaba. Y esto fue lo que hizo Libertad González, profesora del Departamento de Economía de la Universidad Pompeu Fabra. Y en un trabajo de 2013 publicaba los resultados de su análisis.

Existe evidencia de que el cheque bebé incentivó en cierto modo la inactividad laboral de la madre, la alargó, de tal modo que la ayuda compensó el menor salario retribuido

 

Por supuesto, el principal objetivo de esta política era elevar la natalidad. Así, el primer resultado destacable del trabajo de Libertad González fue encontrar un efecto significativo en la fertilidad. El trabajo certificaba que dar dinero a fondo perdido, aunque fuera en un solo pago, elevaba la probabilidad de que una mujer llevara a término una gestación. Y digo lo de llevar a término porque, según los resultados de este trabajo, este aumento de la fertilidad vino principalmente explicado por una reducción del número de abortos. Dicho en otras palabras, mientras es posible que para la toma de la decisión de ser padres de forma consciente y voluntaria el dinero no parecía tener mucha influencia, sí parecía tenerlo para aquellos casos de embarazos no previstos, no deseados o por cualesquiera otras razones que inducían a ponerle fin antes de tiempo. En general, las ayudas del cheque bebé parecieron elevar el número de concepciones en aproximadamente un 5% mensual.

Un segundo análisis se centró en las consecuencias del cheque sobre el gasto de las familias. En principio, el estudio no parece encontrar un aumento del gasto en aquellos bienes y servicios asociados al nacimiento del bebé, es decir, a toda la batería de artilugios y productos diversos que parece traer el bebé consigo desde donde supongamos que viene. Pero no solo, aquí, en los bienes asociados al bienestar directo del recién nacido. Tampoco se observan aumentos significativos en ningún otro producto, ni siquiera en aquellos donde las ayudas a familias con restricciones financieras sí pueden tener un cierto efecto, como son los bienes de consumo duradero. Las explicaciones factibles para este resultado, como dice la autora del trabajo, pueden ser dos. En primer lugar, como suele ser tradicional en los resultados empíricos sobre efectos de cambios en la renta en el consumo de las familias, los pagos únicos y puntuales no suelen elevar el consumo, ya que no afectan a la renta permanente. En segundo lugar, y esto resulta muy interesante, porque la ayuda puede haber compensado  unos menores ingresos provenientes de otras fuentes, como es el caso de las rentas del trabajo. Existe evidencia de que el cheque bebé incentivó en cierto modo la inactividad laboral de la madre, la alargó, de tal modo que la ayuda compensó el menor salario retribuido.

Asociado además a este último resultado, parece que este retraso en la incorporación sí tuvo un efecto significativo en el gasto de las familias en centros o servicios privados de cuidado para el bebé. Es evidente que la permanencia de la madre por un tiempo mayor en el hogar con el bebé redujo esta necesidad. Por el contrario, no existe efecto alguno en el gasto en centros públicos lo que, como dice Libertad González, no debe extrañar, ya que el acceso a los mismos es muy estricto, lo que limita la posible influencia en esta decisión de la estancia de la madre unos meses más en el hogar.

Estos últimos resultados generan un “trade-off” interesante de evaluar. Por un lado, la mayor permanencia de la madre en el hogar puede suponer en cierto modo un mayor retraso en su incorporación al empleo y en consecuencia en unos mayores efectos permanentes sobre salario y oportunidad laboral. Sin embargo, por otro lado, numerosos estudios concuerdan que una mayor permanencia del bebé con su madre eleva la probabilidad de desarrollar ciertas habilidades no cognitivas y redunda en el bienestar futuro tanto de la madre como especialmente del bebé. Difícil pues la elección. Pero cuando menos, interesante para el debate.

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