Opinión

Fundamentalismo de mercado

¿Por qué sube sin control el precio de la luz? ¿Cuáles son las razones detrás del repunte de la inflación en la segunda mitad de 2021? Absolutamente ninguna de las

¿Por qué sube sin control el precio de la luz? ¿Cuáles son las razones detrás del repunte de la inflación en la segunda mitad de 2021? Absolutamente ninguna de las razones que se exponen en los medios de comunicación atina a dar una explicación razonable. La razón, el fracaso más absoluto de aquello que desde sus páginas han vendido a sus lectores: el fundamentalismo de mercado. Es necesario ofrecer una explicación que se ajuste a los datos, es decir, que se base en un análisis científico de lo que está sucediendo. Y actuar desde la política pública.

Resulta hilarante escuchar las tonterías que distintos líderes del principal partido de la oposición dicen sobre el aumento del precio de la luz. Y todavía resulta más sonrojante la inacción del Partido Socialista Obrero Español ante este tema. ¡Hay que cambiar el sistema marginalista de fijación del precio de la luz! ¡Punto! El modelo eléctrico nacional, diseñado por Aznar y sus huestes, es un fracaso sin paliativos. Perjudica seriamente a los bolsillos de las familias españolas, y representa un lastre para nuestro sector productivo. La liberalización del sector eléctrico es el enésimo ejemplo de cómo se las gastan las élites españolas, de cómo entienden el liberalismo, una mera extracción y succión de rentas a los conciudadanos españoles para llenar los bolsillos de unos pocos. ¡Es el mercado amigos!, eufemismo que barniza nuestro capitalismo de amiguetes.

El sistema financiero ha pasado de ser un sistema en el que los bancos comerciales estaban estrechamente regulados y supervisados a otro en el que los mercados financieros son los que lo dominan

Desde estas líneas hemos escrito hasta la extenuación sobre la financiarización. El pensamiento económico dominante ha producido, como uno de sus rasgos más relevantes, la "financiarización" de la economía en su conjunto. Stockhammer (2010) define la financiarización como "el término utilizado para resumir un conjunto de cambios en la relación entre el sector financiero y el real que otorga un mayor peso que antes a los motivos y actores financieros. El término engloba fenómenos tan diversos como la orientación de las empresas hacia la maximización del valor de las acciones, el aumento del endeudamiento de los hogares, los cambios en las actitudes de los individuos, el aumento de las rentas de las actividades financieras, la mayor frecuencia de las crisis financieras y la mayor movilidad del capital internacional". El sistema financiero ha pasado de ser un sistema en el que los bancos comerciales estaban estrechamente regulados y supervisados a otro en el que los mercados financieros dominan el sistema.

Este proceso de financiarización y/o mercantilización se ha extendido a ciertos derechos humanos, que en un principio deberían estar al margen y protegidos de estas dinámicas. Desde el acceso a la energía, la alimentación, o la vivienda, hasta, recientemente, al agua, pasando por las pensiones públicas, todos y cada uno de estos derechos básicos han sido, están siendo y serán sometidos, si no existe una política pública decidida que lo impida, a un intenso proceso de financiarización, con la extracción de rentas y aumento de la desigualdad y pobreza que ello conlleva. Lo último, la idea de extenderlo en un futuro no muy lejano, aprovechando la lucha contra el cambio climático, a la misma biosfera.

Se considera que los futuros del agua ayudarán a adaptarse al cambio climático, ya que no tienen relación directa con la reducción de los gases de efecto invernadero

Durante estos últimos meses estamos siendo testigos del impacto de la financiarización en la subida del precio de los alimentos no elaborados y, muy especialmente, de la luz. La financiarización de la energía y los alimentos, como empieza a suceder ahora con el agua, se ha llevado a cabo mediante la expansión y el acceso a los futuros y derivados de las materias primas y de la electricidad no sólo a quienes los utilizan para cubrir los riesgos de los precios, sino también a especuladores y fondos institucionales. Y es en estos mercados de derivados donde se fijan los precios de los productos agrícolas, energéticos y de la luz. Al estar dominados por fondos institucionales, en determinados momentos la evolución de sus precios no obedece a fundamentales económicos sino a burbujas especulativas y procesos de propensión o aversión al riesgo, si bien no son simétricos, impactando mucho más en los precios, al alza, durante las fases de toma de riesgos excesivos, como la actual.

Los argumentos utilizados para justificar la financiarización de estos derechos humanos suelen seguir un patrón prefijado, apoyándose en ciertas hipótesis asumidas por la ortodoxia económica, que no suelen ajustarse a la realidad de los datos. Veamos, por ejemplo, el caso más reciente, el agua. El 7 de diciembre de 2020, por primera vez en la historia, se lanzó un contrato de futuros sobre el precio del agua negociable en la Bolsa Mercantil de Chicago como el contrato de futuros del Índice del Agua del Nasdaq Veles California (NQH2O). Los argumentos utilizados para justificar este lanzamiento siguen un patrón prefijado. Por un lado, el contrato de futuros del Índice del Agua de California del Nasdaq Veles se presentaba como una herramienta para gestionar el cambio climático. Se considera que los futuros del agua ayudarán a adaptarse al cambio climático, ya que no tienen relación directa con la reducción de los gases de efecto invernadero. Por otro lado, estos futuros se describen como una herramienta innovadora, primera en su género, para proporcionar a los usuarios de agua agrícolas, comerciales y municipales una mayor transparencia, descubrimiento de precios y transferencia de riesgos, todo lo cual puede ayudar a alinear más eficientemente la oferta y la demanda de este recurso vital. Sin embargo, la experiencia histórica de lo sucedido con los mercados de derivados de productos básicos agrícolas y energéticos sugiere exactamente lo contrario (Sockin y Xiong, 2015; Aït-Youcef, 2019; Ouyang y Zhang, 2020): se ha producido un aumento de la volatilidad y del nivel de los precios de los alimentos agrícolas no procesados, de la energía, y, como estamos siendo testigos estos meses, de la luz. Como consecuencia, se está poniendo en cuestión el concepto de seguridad alimentaria y energética, de la satisfacción de las necesidades básicas de nutrición, y de acceso a la luz, especialmente entre los ciudadanos y países de menos renta. De hecho, nos encontramos ante una extensión y nuevas presiones de las estrategias especulativas sobre otros derechos humanos como es el acceso al agua o la misma biosfera.

El coste de las materias primas

El cuento infantil que nos están relatando estos días es que la inflación es un fenómeno monetario, especialmente cuando la expansión de los bancos centrales sirve para financiar en el mercado secundario a los Tesoros de sus países. Llevamos casi 15 años con una expansión descomunal de los balances de los bancos centrales y el riesgo siempre ha sido la deflación, incluso cuando allá por 2008 la inflación se disparaba, como ahora, por encima del 5%. La teoría del multiplicador monetario, en la que se apoya, es ¡falsa! Tanto el Banco de Inglaterra (McLeay et al., 2014; Jakab and Kumhof, 2018), como la Reserva Federal de los Estados Unidos (Ihrig et al., 2021) ya han abandonado este relato. Entonces, ¿qué está provocando la inflación? La inflación actual la están provocando exactamente dos aspectos que son consecuencia directa de ideas y propuestas defendidas por los economistas ortodoxos. Por un lado, la financiarización de la economía, mediante procesos de liberalización que no se deberían haber producido, y su reflejo en la evolución de los precios de las materias primas energéticas y agrícolas. Por otro, el abaratamiento del factor trabajo, con la deslocalización y concentración empresarial que ha acabo generando, especialmente en las cadenas de suministro.

Sólo un dato. La inflación general en nuestro país ha repuntado, como sucedió entre 2007 y 2008, desde una tasa de crecimiento interanual del 1,3% en marzo de 2021 al 5,6% en noviembre de este año, último dato disponible. Por el contrario, si quitamos los componentes de la inflación que se fijan en mercados financieros, es decir, alimentos no elaborados y energía, lo que técnicamente se denomina inflación subyacente, ésta se encuentra en tasas interanuales del 1,4%, por debajo del objetivo de inflación del Banco Central Europeo (2%). ¡No hay nada más que decir!

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