El anuncio de fusión entre Caixa y Bankia supone, entre otras muchas cosas, el pistoletazo de salida del proceso de concentración bancaria que se lleva ya bastante tiempo barruntando. Puede que nos sorprenda que se haya anunciado cuando todavía no hemos terminado de quitarnos la arena de la playa de entre los dedos de los pies -alguna razón que se me escapa habrá para estas prisas sobrevenidas-, pero de lo que no hay duda es que era la crónica de una muerte anunciada. Con independencia de las lecturas políticas que se puedan hacer -que son muchas y para nada inocuas-, a mí me toca analizar la vertiente financiera.
La operación tiene todo el sentido económico, financiero e industrial. Y más allá de que resulta una muy buena noticia para el FROB -la fusión con otra entidad es el mejor camino para maximizar el valor de su participación-, lo más importante es que se trata con toda seguridad del primer movimiento de muchos. Una vez que se ha deshojado la margarita y que Caixa ha resultado ser la ungida, el resto tiene que mover ficha. La lógica económica que aplica en este caso -la integración de dos bancos locales crea valor fundamentalmente por las importantes sinergias en costes que produce- aplica en todos los demás. Por lo que ahora toca ver quién es el siguiente en la lista.
El escenario del BBVA
Las quinielas son muchas y los resultados para nada evidentes. Quien a priori se queda colgado de la brocha es BBVA, que era el otro candidato que sonaba como socio de Bankia. Ahora tiene que mover ficha, porque si no puede que se la muevan. Si es capaz de coger la iniciativa, Sabadell parece el candidato. De golpe se vuelve a meter en la parte de arriba del ranking y sigue con su estrategia. El problema es que para poder hacer una operación de estas características -que probablemente tenga que ser en dinero- tendría que vender algo. Tiene sentido que se deshaga de su filial estadounidense para recuperar masa crítica en el mercado donde ha sido siempre uno de los principales jugadores y donde ha perdido algo de pie en los últimos años. Ahora, no es la única posibilidad. El valor de mercado del banco vasco es tan bajo que dada la calidad de los activos subyacentes -Bancomer y Garanti, fundamentalmente- puede que alguien se atreviera a darle un zarpazo. No son dueños al 100% de su futuro.
Las posibles combinaciones de los pequeños son muchas pero, una vez que se ha abierto la espita, inevitables. Puede que se retome alguna de las operaciones que terminaron descarrilando en el último momento -fusión de Liberbank y Unicaja o la opa de Abanca por también Liberbank- o puede que aparezcan jugadores nuevos que hasta ahora no sonaban mucho -Kutxabank o Ibercaja-.
En cualquier caso, el baile ya ha empezado y ya no va a parar. Es bueno para los bancos que les toque la china, para el sector en su conjunto y para la bolsa española que, en cierta medida, vuelve a la fuerza al radar de los inversores internacionales.
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