Vivieron los tiempos de vino y rosas de las cajas. Ellos –los presidentes- y ellas –las entidades-. Ahora son otros tiempos. Ya no hay abundancia. Ni grandes márgenes. Incluso, su patronal, la CECA, ha perdido decibelios en el eco del lobby bancario. Ellas se han convertido en otra cosa. El tsunami financiero, con su oleada regulatoria, les ha obligado a mutarse en bancos. En cuanto a ellos, diferentes avatares les han hecho ceder su mando en plaza. De aquella foto de fin de ciclo (año 2012) en la Universidad Menéndez Pelayo de Santander, de “supervivientes”, según uno de ellos, apenas quedan las raspas, como diría el literato. Amado Franco y Braulio Medel ya no dirigen Ibercaja y Unicaja, respectivamente. Otra cosa es que su sombra siga siendo aún alargada. Tampoco Mario Fernández en Kutxabank. Carlos Egea se encuentra ya en el nadir tras anunciarse la fusión con Bankia.
Apenas sobrevive Manuel Menéndez. El delfín de todos ellos, el banquero llamado a liderar la fusión de los siete ‘enanitos’ de la banca española. Un proyecto, empujado por todos en otro tiempo, desde el Banco de España hasta el ministerio de Economía de Luis de Guindos, pero que quedó embarrancado por la confluencia de personalismos. De hecho, ante la dificultad de la empresa, Fernando Restoy llegó a decir en junio de 2015 que “solo espero que los personalismos tengan la menor relevancia posible y al final se actúe en beneficio de los accionistas y del sistema financiero”. Ni por esas.
De aquello solo quedan recuerdos y anécdotas. “Sobre mi mesa han pasado, en estos últimos cinco años, todas las operaciones habidas y otras que nunca se llegaron a hacer”, relata un protagonista de aquella foto. Un mapa de intrigas y presiones al que le falta una mecha para terminar de recomponerse: cómo despejará Emilio Saracho la margarita del Popular. Eso no sucederá en este ejercicio. En estos meses, Saracho dejará el ‘Popu’ en los huesos para comprobar si bajo el colesterol de ladrillo queda algo de músculo financiero para intentar la aventura en solitario. “Será el momento de asomarse al precipicio con la presión de saber que medio sector está en la puja por comprarte”, admitía esta semana uno de los presidentes del G6.
El discurso oficial sigue alentando la concentración bancaria. En ello insistía Fernando Restoy en sus últimas apariciones públicas como subgobernador del Banco de España
El discurso oficial sigue alentando la concentración bancaria. En ello insistía Fernando Restoy en sus últimas apariciones públicas como subgobernador del Banco de España. Luis de Guindos ha recogido el testigo. “Parece razonable que haya más fusiones en el sector financiero”, decía este mismo martes en un foro financiero. Todos los banqueros coinciden. Sin embargo, a diferencia de otros tiempos, las operaciones sólo serán en dos direcciones. Grande comprando a un pequeño. Grande comprando a otro grande.
Ya no hay margen para la suma de ‘enanitos’, pese a la desaparición de los personalismos. Nadie contó nunca con la entrada de Kutxabank en ese mapa entre iguales. Sigue siendo un banco con alma de caja instrumentalizada al socaire político del PNV. Tal es así que el Gobierno ha tenido que hacer un guiño al banco vasco para lograr el apoyo de la bancada nacionalista a su presupuesto. El cambio legal permite a la kutxa apurar hasta 2024 (2022 más dos años adicionales) la constitución del fondo de reserva que impuso la Ley de Cajas, una de las normas que fijó Europa con el rescate al sector. Teniendo en cuenta que de los principales grupos de cajas, La Caixa, Bankia, BMN, Liberbank y Abanca ya cumplen con la regulación, las principales beneficiadas son las fundaciones de Kutxabank e Ibercaja, que contarán con dos años más para evitar reducir su participación por debajo del 50% o constituir el fondo de reserva. Esta ampliación es, sin duda, un balón de oxígeno para la BBK, que tiene un 57% de Kutxabank. Si no quiere perder el control del grupo vasco, tiene que constituir un fondo de reserva de 235 millones, que será más fácil de reunir hasta 2022 o 2024. En el caso de Ibercaja, lo que consigue su principal accionista, la Fundación Bancaria Ibercaja, con un 87,8% del capital del banco, es tiempo para salir a bolsa sin presiones. La entidad aragonesa y la Fundación están rehaciendo su plan financiero para adaptarse a la nueva normativa, y aprovecharán el plazo dado por el Gobierno (tres meses desde la aprobación del real decreto) para ver si conviene optar por reunir el fondo de reserva.
Ya no hay margen para la suma de ‘enanitos’, pese a la desaparición de los personalismos
Los movimientos entre los pequeños de la banca española llevan sepultados incluso antes del último movimiento de la factoría Guindos. “Ya no es tiempo de aventuras. Una fusión entre los pequeños no genera suficiente economía de escala en las grandes plazas financieras, en Madrid y Barcelona, ni en otros importantes caladeros de negocio en España, como el Levante (Bankia, Sabadell y Caixabank dominan) o Andalucía (Caixabank, tras la compra de Banca Cívica, o Bankia con la unión de BMN tienen una importante cuota de negocio)”, reflexiona otro presidente. Además, persisten las dudas entre unos y otros. Nadie sabe cuántas trampas hay aún ocultas en los balances por las cláusulas suelo, ni cómo va a reaccionar Liberbank al fin de su EPA por CCM, ni el castigo que aún puede generar en Unicaja el complicado entramado de Banco Ceiss, ni la dificultad del negocio de Abanca, ni las futuras demandas –algunas ya se están preparando- de algunas bolsas de preferentistas, la mayoría de ellos de carácter institucional. “Si algo hemos aprendido del pasado reciente es que los SIP (las fusiones frías de las cajas) fueron, en la mayoría de los casos, un error de grandes dimensiones. Sumar ahora a los pequeños sería repetir ese error”, insiste el presidente citado anteriormente.
El Banco Central Europeo ha cimentado las murallas chinas. Las fusiones ya no se ejecutarán a golpe de capricho. Ni de los políticos ni del Banco de España. La crisis de Bantierra ha sido el último ejemplo. Su agujero, por pequeño que fuera, no cuadraba en ningún plan de negocio de los ‘enanitos’. “Lo que era un garbanzo podría haberse convertido en un saco de garbanzos y eso en Fráncfort (sede del BCE), con todas las tensiones que castigan al negocio, no se hubiera permitido. Lo mismo sucede con una fusión entre los pequeños de la banca española. No tiene sentido financiero”, explican desde el sector. Unicaja, Ibercaja, Abanca y Liberbank –BMN lleva meses enfocado en la fusión con Bankia- son conscientes que su independencia tiene fecha de caducidad. Tras haber sobrevivido a la mayor crisis financiera española por volumen de activos, tienen complicado arribar a la orilla reconfortante del paraíso.
“Las únicas fusiones que funcionan bien son aquellas en las que todos tienen claro quién es el fuerte y quién es el débil. Hay que evitar el reparto de cargos con el criterio de chico-chica”. La frase se escuchó hace unas semanas de boca de un destacado directivo del BCE en la conversación con un banquero español que estaba pasando revista por Fráncfort. La traducción es meridiana. No habrá fusión entre los ‘enanitos’ de la banca española. Por más que haya querido Guindos en alguna ocasión. El inicio del baile depende de Saracho. Tras el Popular, andan agazapados los grandes. Los pequeños pueden esperar.
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