Opinión

Futurible

Será una historia de guerra, llena de violencia, fanatismo, identidades, traiciones y mucha estupidez, como suelen ser las guerras

  • Un grupo de musulmanes reza en la Rue des Poissoniers de París

El primer libro que publiqué en España fue una novela futurista. Trascurría en el año 2500. Siempre me ha fascinado el futuro. Y ahora, después de muchos años sin incursionar en ese género, o lo que sea, he comenzado a bosquejar una novela corta (ya no tengo ánimo para esos tochos de antes). Será una historia de guerra, llena de violencia, fanatismo, identidades, traiciones y mucha estupidez, como suelen ser las guerras. E inspirada, como era de esperar, en la actualidad europea y, especialmente, en la española.

 

El contexto sería, más o menos, el siguiente: 

 

En el año 2045 los ejércitos rusos (apoyados por tropas chinas y coreanas, inician la Gran Guerra Antifascista, también conocida como Gran Guerra por la Liberación de Europa. No tardan en conquistar Finlandia, Suecia, Islandia, Noruega, Alemania, Austria, Francia e Italia, que en verdad no oponen mucha resistencia, en parte porque bastante tienen con los incesantes atentados terroristas del Ejército Islamista Europeo, y porque sus parlamentos están controlados por representantes de la comunidad islámica cuyo objetivo fundamental es legalizar la sharía, y que, como es natural, ven con simpatía una guerra contra el fascismo.

 

Polonia plantó cara al enemigo, ellos sí, pero a pesar de su heroica resistencia, fueron vencidos y prácticamente exterminados. Se decía que las tropas norcoreanas eran especialmente brutales y no tomaban prisioneros en ningún caso. Pero esto fue desmentido enérgicamente por los medios de prensa europeos, y sobre todo españoles, que llamaron al diálogo y catalogaron las noticias sobre el holocausto polaco como bulos de la extrema, y llamaron a que se impusiera la Paz y el Progresismo.

 

Dar un paseo por París sin encontrarse un francés blanco, y las mujeres iban cubiertas, aunque, eso sí, sus hiyabs, niqabs y burkas estaban diseñados por los más prestigiosos modistos franceses

 

La UE por entonces, todo hay que decirlo, ya era poco europea, al menos étnicamente, porque las oleadas de inmigrantes islamo–africanos de las décadas precedentes habían sido muy numerosas, y a esto había que sumar la siempre creciente tasa de natalidad de los 50 millones de islamo–africanos asentados en Europa, pero nunca integrados, pues se seguían considerando ciudadanos de sus países de origen. Lo cierto es que ya quedaba poca población autóctona; lo más común y corriente era dar un paseo por París sin encontrarse un francés blanco, y las mujeres iban cubiertas, aunque, eso sí, sus hiyabs, niqabs y burkas estaban diseñados por los más prestigiosos modistos franceses.  

 

(Subtrama a desarrollar: En el momento de producirse la invasión, la cúpula del gobierno europeo debatía, en un almuerzo que duraba ya diez horas, sobre el tamaño que debía tener el monumento al difunto pony de su centenaria presidenta, que a pesar de estar en coma desde hacía varios años, continuaba al frente de la UE, sin que apenas se notara cambio alguno, la verdad sea dicha).

 

Bastó el uso de un arma nuclear táctica (muy táctica, apenas mató 100.000 personas entre suecos, finlandeses y noruegos) para que multitudes a lo largo y ancho de Europa se lanzaran a la calle a condenar a sus propios gobiernos que no habían dialogado lo suficiente (decían) para evitar la guerra. ¡Fascistas! ¡Belicistas! ¡Racistas!, voceaban las multitudes en Berlín, París, Roma, Viena, San Sebastián, Barcelona o Madrid. En esto destacaron especialmente los españoles que pidieron la dimisión de su gobierno al grito de ¡asesinos!

 

Alguna resistencia hubo en Alemania, cierto, pero fue aplastada en muy poco tiempo. El papel del Partido Germano Musulmán, que había conseguido situar a devotos militantes al frente de las fuerzas armadas y del Ministerio de Interior fue determinante: exhortó a sus militantes a no participar en una guerra entre infieles, que no les incumbía.   

 

Los franceses, haciendo honor a sus tradiciones, se rindieron enseguida a cambio de que no se bombardeara París y otras concesiones del ejército invasor

 

Que Turquía se aliara con las fuerzas invasoras y se declarara parte de un nuevo orden islamo–antifascista tampoco ayudó mucho, aunque hizo pensar, al fin, a algunos políticos, que permitir el acceso de Turquía a la OTAN, a final, no había sido muy buena idea.

 

Por su parte los franceses, haciendo honor a sus tradiciones, se rindieron enseguida a cambio de que no se bombardeara París y otras concesiones del ejército invasor. Se puso de moda otra vez el famoso chiste:

 

–¿Entre varios ejércitos cómo reconoces al francés?

 

–Es el que lleva las manos en alto.

 

La situación española fue muy particular porque la quinta columna castro–chavista, el partido Cataluña Libre y el partido Etarra, que llevaban muchos años esperando el momento de actuar, dieron otro (e iban ya tres) Golpe de Estado (con la colaboración de las policías regionales que se unieron a las tropas rusas que habían prometido liberarlos al fin de la odiada España), se declararon independientes y llevaron al poder en lo que quedaba de España, a la Comandante Mopongo cuya primera medida como presidenta fue prohibir el idioma español. Huelga decir que la entrada de las tropas ruso–chino–norcoreanas fue celebrada por Mopongo y su gobierno con un ininteligible pero emotivo discurso. Por entonces, hacía casi una década que Pedro Sánchez disfrutaba de un retiro dorado en República Dominicana.

 

 

(Personaje a desarrollar: Sora Pego, lugarteniente de Mopongo, una mujer que había sido delgada pero que después de pasar años en el Gobierno de la odiada España había engordado mucho, y que entusiasmaba al pueblo por su rostro de nariz ganchuda y su boca torcida, que le confería un aire feroz).

 

Aún no sé cómo terminará el libro, pero si tenemos en cuenta que Inglaterra, en el momento en que se desarrolla la trama, es prácticamente una colonia musulmana, el futuro no es muy prometedor.

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