Una de las pocas certezas del resultado electoral de este domingo en Galicia es que el PSOE no representa una alternativa de Gobierno al PP. Y para descabalgarlo de la Xunta tendrá que ser la muleta del BNG si los números lo permiten, algo que parece poco probable.
En julio se cumplirán diez años de la llegada de Pedro Sánchez a la secretaría general del PSOE. Esta década de poder –solo interrumpida por un paréntesis de siete meses entre su dimisión en octubre del 2016 y su victoria en las primarias de mayo del 2017- ha sido la más negativa de la historia reciente del partido a nivel municipal y autonómico.
Con Sánchez en La Moncloa, el PSOE solo se asoma al poder allá donde existe el separatismo y apenas gobierna un par de capitales de provincia. Los más veteranos del partido lamentan la falta de un proyecto de mayorías, que en su opinión está secuestrado por los pactos que sostienen al presidente en La Moncloa.
El círculo vicioso del PSOE
Pero es algo más que un problema ideológico o de estrategia. Un partido sin poder local; es un partido condenado a nivel nacional. Las organizaciones políticas necesitan hacer realidad sus propuestas. Y que sus cuadros y su materia gris esté en la Administración transformando sus ideas en políticas reales.
El PSOE de Sánchez ha perdido tal cuota autonómica y municipal, que el partido apenas tiene ya referentes intelectuales a los que aferrarse. Y solo hay un grupo de irreductibles cuyo cargo depende de su fidelidad al líder y no de sus capacidades.
Este es el peligroso círculo vicioso en el que ya se ha instalado el PSOE. Las decisiones importantes limitadas a un círculo de tres o cuatro, barones elegidos en función de su lealtad al secretario general, cuadros en estampida y una militancia menguante y demasiado hooliganizada.
Galicia será un punto y seguido a la debacle del 28 de mayo del año pasado, y que sigue a otros desastres como el de la pérdida de Andalucía. Un problema autonómico y municipal, que terminará siendo nacional.
El electorado no percibe al PSOE como una herramienta útil para la política más cercana al ciudadano. Y ése es un problema que Sánchez lega a las próximas generaciones de socialistas, que necesitarán reconstruir el PSOE como alternativa de Gobierno para una mayoría y no sólo para las minorías nacionalistas.