Me resultó llamativo y hasta goloso el titular, aunque incitara en realidad a la falta de apetito, al cierre total de cualquier estómago, más lleno o más vacío. Un lote de galletas con pepitas de chocolate y sin gluten retirado del mercado por contener burundanga. Me refiero a unas cookies de esas que te llaman a gritos cuando, hambrienta, recorres con el carro los pasillos del supermercado un día cualquiera después del trabajo. Una exquisitez contaminada por una droga prohibida cuyo consumo puede provocar de todo y nada bueno: sequedad bucal, dificultades para orinar, alucinaciones, confusión, delirios, taquicardias e incluso la muerte.
Imagina que te levantas una mañana, calientas el café, le añades algo de leche, sacas del armario para untar el aparentemente inofensivo paquete de dulces y, de pronto, te has metido -sin quererlo, sin saberlo, sin merecerlo- una sobredosis de escopolamina. ¿Cómo es esto posible? Se lo pregunta un periodista en directo en uno de estos programas matutinos a una experta en seguridad alimentaria, pero -honestamente- no me queda nada claro el modo en que semillas de este peligroso alcaloide pudieron contaminar -ni cuánto- estos biscotes. ¿Alguien por aquí lo sabe? ¿Alguien conoce si ha habido alguna víctima? Intuyo que la respuesta a ambas preguntas es “no” porque a día de hoy esa noticia ha pasado ya a engrosar un archivo desbordado de crónicas instantáneas con fecha de caducidad.
Una milonga tras otra, empaquetadas todas en papel de regalo y que, una vez pasadas las elecciones, chisporrotearán en llamas como se quemaron los libros en una época para olvidar
El caso es que cuanta más información, menos sabemos lo que nos llevamos a la boca. Cuanta más seguridad, menos protegidos estamos. Cuanta más palabrería -ecológico, light, sin lactosa, sostenible, bajo en grasas- titilando en los envases de los alimentos, menos datos manejamos. Tengo la sensación, estos días, de que el mundo es como ese lote de galletas contaminado: una mentira. Palabra ésta, por cierto, utilizada en demasía en unos tiempos de campaña electoral en los que el argumentario político escasea. Sobrevoló el término y se deslizó reiteradamente en el cara a cara menos visto de la democracia, sin que aquello tuviera más consecuencias. Porque todos sabemos que falsedades que no se rebaten acaban convertidas en verdades que no se cuestionan.
¿Se pregunta alguien, acaso, qué hay de cierto en los programas con los que sacan pecho los partidos que aspiran a llegar al gobierno en apenas una semana? Una milonga tras otra, empaquetadas todas en papel de regalo y que, una vez pasadas las elecciones, chisporrotearán en llamas como se quemaron los libros en una época para olvidar. Y que no se nos ocurra reprochar jamás las falacias varias porque siempre se puede utilizar aquello del derecho a cambiar de opinión.
Me siento como un ratón estafado al que le garantizan tranquilidad en una tierra libre de serpientes, pero bajo un cielo lleno de halcones. Mucho de este mundo me suena a engaño publicitario. Desde la vida que nos anuncian y venden, hasta la propia muerte que de tanto ocultarla en la trastienda, ni siquiera existe. Y más, en una sociedad gobernada por personas que dicen una cosa y hacen la contraria; en una sociedad cosida a base de puntadas falsas, de retales formados por historias ficticias.
Nada me resulta sincero, auténtico. Ni la inteligencia, ahora artificial. Todo maquillado en exceso a base de polvos de color. Hasta el cielo. Hasta las temperaturas extremas que sacuden a buena parte del país
A menudo veo en mi entorno y en las redes sociales parejas felices que, de un día para otro como por arte de magia, dejan de serlo. Vacaciones idílicas de un verano que quizá no lo fue tanto. Rostros sonrientes escondiendo una tristeza infinita. Familias unidas que se desvanecen tras la fotografía. Viviendas de revista construidas con papel de fumar sobre palillos. Trabajos supuestamente perfectos que, lejos de enriquecer, empobrecen la salud mental. Caras plastificadas envolviendo una corteza oxidada por los años. Cuerpos musculados por fuera, frágiles por dentro. Nada me resulta sincero, auténtico. Ni la inteligencia, ahora artificial. Todo maquillado en exceso a base de polvos de color. Hasta el cielo. Hasta las temperaturas extremas que sacuden a buena parte del país parecen sacadas al gusto de una máquina expendedora de calor. Hay semanas en las que es agotador sentirse rodeada de tanta mentira. “La sensación de lo que es real, la idea de si en definitiva todo será irreal -escribió Walt Whitman- Si lo que parece ser así es así… o si no son más que destellos y manchas”.
Tumbada en la cama con los ojos cerrados y la ventana entreabierta, escucho a los pájaros cantando tras la tormenta y reescribo en mi mente el final de esta columna recordando aquella mítica frase de Forrest Gump. En ocasiones, la vida es como ese lote de galletas contaminado, nunca sabes por su apariencia perfecta cuál, por dentro, será un engaño.
Aquiles
Pues así es con los políticos , es como el famoso experimento mental de "El gato de Schrödinger "...ganan , pero la cajita no se desprecinta hasta después de las elecciones con el paso del tiempo , 4 años para descubrir si el gato está vivo o muerto , ese es el tiempo que tenemos ...y a votar otra vez ;-) La desventaja del candidato es que no era lo que nos prometió hace 4 años , la ventaja del candidato es que se presupone que no puede ser tan sumamente Mentiroso como el anterior ...El domingo 23 de Julio abriremos nuestra cajita .
johanesj
Pues el tema de las galletas tiene dos opciones, un origen externo, de una mente criminal u otro no menos inquietante y más paradójico. Los productos de tipo "bio" están más sujetos a contaminaciones, al ser menor el uso de herbicidas, un aumento excepcional de estramonio por ejemplo, entre las gramíneas, puede contaminar la harina. Felizmente el control de calidad lo ha detectado, pero "lo bio" no deja de tener paradojas, ...de las que no se habla.
PericoEDLP
Pues efectivamente, ahora el periodismo no es más que una panda de apesebrados que hrán lo que haga falta con tal de no jugarse el puesto. La verdad ya sólo la defienden aficionados.
José Alejandro Vara
Creo que algo de eso se ha leído y oído, pero hay que poner atención y no pasearse con anteojeras, si me permite la expresión.
Orencio
Ane, nuestra capacidad de asombro es cada vez menor, pero aún así resulta asombroso que se pongan en venta unas galletas baratas contaminadas con un alcaloide de uso médico. Simplemente increíble. No hay comentarios.
Valoriano
Si yo fuera rico.......perdón. Si yo tuviese que formar gobierno nombrarla a uno de Podemos ministro de Hacienda.Otro ministro de Interior. Y así se hiria a tomar por el c.....lo que queda de ambos ministerios. Los otros tres ministros "sin cartera".
vallecas
Desafortunada comparación. En la caja de bombones de Forrest Gump no hay nada contaminado, todo es bueno, lo que nos sabes es cual es el relleno de los bombones, El mundo es una mentira una falacia, una falsa caja de galletas contaminadas, cuando los Periodistas se convierten en Activistas.