De susto en susto. El PSOE de Pedro Sánchez anunció ayer que retirará su apoyo al Tratado de Libre Comercio entre la Unión Europea y Canadá, CETA en sus siglas en inglés, en una sorprendente voltereta que hace borrón y cuenta nueva con la postura sostenida hasta ahora por el partido en la materia. ¡Virgen santa! El mundo en vilo. En Ottawa, Justin Trudeau vive desde ayer en completa congoja y en las cancillerías europeas, acorraladas por un terrorismo que no da tregua, cunde el pánico. Pedro nos niega su apoyo. Pedro es así. Un tipo un poco veleta pero que sabe escuchar. En realidad escucha tanto, con tanta atención, que el último que visita su despacho tiene altas probabilidades de lograr cambiar radicalmente el pensamiento del carismático líder. El caso es que el PSOE –como la mayor parte de la socialdemocracia europea- había venido apoyando el tratado, tanto en el Parlamento Europeo como en el Congreso de los Diputados, donde este mismo martes el grupo socialista apoyó el correspondiente dictamen. Pero, de repente, el cambio, la pirueta, el salto en el vacío.
Parece que el giro se concretará el próximo jueves, cuando en ese mismo Congreso se someta a ratificación un tratado que ya ha sido aprobado por la mayoría de los parlamentos europeos. La recién estrenada portavoz parlamentaria socialista, Margarita Robles, ha sido la encargada de darnos el susto: “La dirección del partido tomará una decisión el próximo lunes en la reunión de su Ejecutiva después de escuchar a sectores sociales y económicos”. De modo que puede que el PSOE, en efecto, retire su apoyo al CETA, o puede que no, vaya usted a saber. Depende de lo que digan esos misteriosos “sectores sociales y económicos”. ¿Y qué sabe el español medio de este acuerdo comercial entre la UE y Canadá? Pues no mucho, la verdad. Desde un punto de vista liberal, lo principal es que el tratado elimina barreras arancelarias entre las partes, favoreciendo el libre comercio y obligando a las empresas a competir, incorporar tecnología, mejorar redes comerciales, etc. A espabilarse, en suma. Sus enemigos son los sectores protegidos que a este lado del Atlántico siguen gozando de alguna ventaja competitiva y se niegan en redondo a perderla. Lógico.
Enemigo del CETA es el amigo Donald Trump y también los extremismos europeos, de derechas y de izquierdas. Al tratado con Canadá se opone Podemos y ahí es donde le duele a un 'Pedrito' que vive en un sinvivir intentando seguir ideas e ideicas de Pablo Iglesias
Las ventajas parecen claras en tanto en cuanto el libre intercambio de bienes y servicios favorece un crecimiento que se traslada al PIB, a la riqueza de las naciones. Enemigo del CETA es el amigo Donald Trump y también los extremismos europeos, de derechas y de izquierdas. Al tratado con Canadá se opone Podemos y ahí es donde le duele a un Pedrito que vive en un sinvivir intentando seguir pasos y políticas, ideas e ideicas, de Pablo Iglesias y el partido comunista -neocomunista le dicen ahora- que con mano de hierro dirige. Dicen que han sido Cristina Narbona, la nueva presidenta del PSOE, y Manuel Escudero (un viejo roquero que por encargo de Alfonso Guerra elaboró el famoso Programa 2000), su responsable económico, los encargados de hacer cambiar de opinión a Pedro. Lo de Narbona, exministra de Medio Ambiente entre 2004 y 2008 (las desaladoras), es de nota, porque ha pasado de la energía nuclear –años comiendo la sopa boba en el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN), con un sueldo guapo, guapo- a postularse como abanderada del “desarrollo rural sostenible y del uso energético de la biomasa forestal” en menos de lo que tarda en persignarse un cura loco, de acuerdo con el mensaje que ella misma publicó ayer en su cuenta de Twitter.
“No lo vamos a apoyar”, ha dicho Narbona. Uno, que es de pueblo, comprende la importancia de ese desarrollo rural sostenible, pero duda mucho de que en mi Tierra de Campos natal mis paisanos puedan labrarse un futuro a base del “uso energético de la biomasa forestal residual”. Que nos lo explique la sabia Narbona. Hombre, podría ser una solución para la paja de los rastrojos que no hay manera de vender ni regalada, pero, insisto, dudo mucho que el futuro de España y los españoles pase por ahí. La brillante idea salida del magín de Narbona y Escudero pone de manifiesto, en todo caso, la levedad e inconsistencia de este nuevo PSOE podemizado hasta la náusea, un PSOE proteccionista y enemigo de la globalización a quien resulta imposible imaginar ahora mismo como un partido con capacidad para gobernar España, una facción con el marchamo de residual, que ha decidido hacer mangas y capirotes de su pasado reciente como partido de gobierno, con capacidad para mejorar la vida de los españoles a base de políticas sensatas orientadas a ese fin superior que llamamos bien común.
Todo en este nuevo PSOE se reduce a un descarado seguidismo de las anti políticas puestas en práctica por Podemos. Resulta revelador a este respecto que en la Comisión de Exteriores donde el martes se vio el dictamen sobre el CETA, el portavoz socialista, Ignacio López-Amor, fuera increpado por la portavoz de Podemos al grito de “me tienes que demostrar con hechos que el PSOE es un partido de izquierdas” tras su reciente Congreso… Seguidismo de Podemos en un intento desesperado por recuperar en todo o en parte el voto joven que ha abandonado el socialismo para refugiarse en las formulas milagrosas que abandera Iglesias. Y en la senda de ese seguidismo cabe esperar todo tipo de sorpresas y cualquier barbaridad. Algunas tan hilarantes como el cambio de opinión respecto al CETA. O tan peligrosas como la continuidad de España en la UE o en el euro. Si Iglesias no lo tiene claro, ¿habría de tenerlo Sánchez? ¿Y qué hacemos con la OTAN, por ejemplo? ¿Y con el tratado de no proliferación nuclear? ¿Y con los incontables convenios internacionales suscritos por España a lo largo del tiempo? Porque todo se reduce a ser por lo menos tan de izquierdas como Podemos. Tan radicales como Podemos.
El viejo PSOE que conocimos ha muerto, y de enterrarlo se va a encargar este estrafalario personaje todo ambición, dispuesto a convertir el partido que recató Felipe González de la nada en una franquicia de Podemos que acabará engullida por los soviets de Iglesias
Un partido de ocurrencias insólitas, como esa plurinacionalidad “a la boliviana” que nos propone la diputada Lastra, otras de las estrellas emergentes que giran en torno a un líder que, fuera del Parlamento, vive empeñado en estar todos los días en el “candelabro” con majaderías a cual más extravagantes. En este pozo sin fondo anda metido el PSOE de Sánchez, un PSOE con el que no se va a poder contar a la hora de abordar las grandes cuestiones –algunas tan graves como el envite del secesionismo catalán- que ahora mismo tiene planteadas este desnortado país nuestro. De donde se infiere que el reciente Congreso del PSOE no solo no ha resuelto los problemas del partido, sino que los ha agravado hasta hacerlos casi insolubles. El viejo PSOE que conocimos ha muerto, y de enterrarlo se va a encargar este estrafalario personaje todo ambición, dispuesto a convertir el partido que rescató Felipe González de la nada en una franquicia, un terminal, un apéndice de Podemos que acabará engullida por los soviets de Iglesias por la sencilla razón de que el original siempre será mejor que la copia a la hora del estrambote radical. Una desgracia para España.
Y a todo esto, ¿votará el nuevo PSOE de Sánchez a favor o en contra de la ratificación por España del tratado de libre comercio con Canadá? Pues qui le sait…! Puede que sí o puede que no. Dependerá de quién entre en el despacho del gran líder en último lugar antes de la votación y le coma el tarro. El País apostaba ayer “con toda probabilidad” por la abstención en la votación del pleno del jueves, un pronóstico absolutamente arriesgado sin haber consultado antes lo que piensan hacer los Pablemos. De modo que puede que sí, puede que no, o todo lo contrario. Es la imagen de marca de este PSOE zombi. Y así hasta que las urnas pongan a este botarate definitivamente en el sitio en el que no supieron colocarlo los González, Rubalcaba y demás familia de ilustres varones apaleados. Solo que para entonces podría ser demasiado tarde para demasiadas cosas.
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