A mi hermana María Ángeles la solemos llamar Gelines o incluso Geles, pero sobre todo la llamamos Señoría con algo de cachondeíto (en mi logia tenemos un peculiar sentido del humor) porque hace cuatro años que es alcaldesa de un pueblo del norte de Castilla-La Mancha. Un pueblo grandecito, no se vayan a creer. Fue elegida –no sin dificultad– en las listas del PSOE y todo indica que el día 28 la volverán a elegir con una mayoría más amplia y más cómoda, porque Gelines, sobre ser una persona adorable que cae bien a todo el mundo, se ha dejado la piel por su pueblo en estos últimos años. Y eso se nota. También lo notamos nosotros, porque Gelines no siempre puede acudir a las tenidas (son bastantes kilómetros de coche) y la echamos de menos.
Ayer sí estuvo y antes de entrar se sentó, como siempre, con nosotros para ingerir esa bebida oscura y de sabor tenebroso que el dueño del bar se empeña en llamar café.
–¿Qué tal, Señoría? ¿Cómo va la campaña?
–Ah, bien, bien. Muy cansada. Pero bien.
–Oye, Señoría, una cosa: ¿cuántos etarras se presentan en tu lista? Porque parece que ahora no eres nadie si no llevas etarras en la candidatura.
Carcajada general, también de Gelines, pero todos escuchamos lo que dice: “Eso son bobadas. Es lo que sale por la tele, que no hablan de otra cosa. Pero la realidad no tiene nada que ver con eso”.
Explica Señoría su teoría de los mundos paralelos. Asegura que una cosa es la propaganda y las estrategias de los jefes de los partidos, que “en Madrid” se dedican a ponerse verdes a cuenta del asunto ese de los etarras (“y si no fuesen los etarras sería otra cosa”, se ríe Gelines), y otra totalmente distinta es lo que preocupa a la gente de los pueblos. Porque estas elecciones –dice Señoría, poniendo una cara muy cómica– son municipales, aunque no lo parezcan en absoluto.
La campaña la hacen los del pueblo y para los del pueblo. Ya digo que el Ayuntamiento que preside Gelines es grandecito, pero quizá no lo bastante como para que, de aquí al día 28, se dejen caer por allí Page o Paco Núñez o cualquiera de los demás, y mucho menos Sánchez o Feijóo o “los de Falange”, que es como Gelines llama invariablemente a la gente de Abascal.
La campaña la hacen los del pueblo y para los del pueblo
–Pero si viniesen, que no creo –dice Señoría como para sí misma–, más les vale que no empiecen a tocar las narices con eso de los de Bildu, que allí no le preocupa a nadie, porque en mi pueblo hay gente un poco bruta y les pueden tirar cantos.
Nueva carcajada alrededor de los “cafés”, o lo que sea eso que nos han puesto.
–Allí lo que nos importa es que los jóvenes del pueblo se van. Y las sucursales de los bancos. Y los servicios públicos. Hace ya tiempo que nos quitaron el servicio de Urgencias y tenemos que recuperarlo. Y que hay centros de enseñanza que se caen de viejos. Y que no llueve, aunque los de Falange dicen que no hay cambio climático y que la culpa de que no llueva la tiene Sánchez. Y el tren de cercanías, que los catalanes se quejan de que les funciona mal pero ya quisiéramos en mi pueblo que funcionase tan mal como allí, porque por lo menos tienen tren. Y…
–Es decir, que lo de los concejales de Bildu no os quita demasiadas horas de sueño.
–Pues claro que no, ninguna, qué cosas tienes. Eso solo ocurre en la tele y en los periódicos, o en el tuiter de las narices. Es otro mundo, no el nuestro.
–Y la leal oposición, ¿bien, gracias a Dios?
–Ah, sí, bien, muy bien. Como siempre. En su línea. Comprando votos.
–¿Cómo dices?
Ahí Señoría explica, con toda naturalidad y sin el menor atisbo de indignación, que los candidatos del PP (algunos, no todos) van por ahí hablando con los vecinos y les dicen: si me votas y salgo elegido, tu hijo tendrá trabajo en mi empresa. Ante la cara de pasmo que ponemos algunos, Gelines sonríe: “Pero no me miréis así, eso ha pasado siempre, no es ninguna novedad. Con eso arañan unos pocos votos, en realidad muy pocos porque la gente ya sabe que del dicho al hecho hay mucho trecho y que, pasadas las elecciones, si te he visto no me acuerdo. Pero sí lo hacen, sí”.
Algunos hermanos que seguramente son conservadores (esto es una suposición mía, entre nosotros hablamos poco de política) arguyen que seguramente los de la izquierda harán lo mismo. Señoría dice que puede ser, que quién sabe, que quizá en otros tiempos, pero que no es su caso porque ella no tiene trabajo que ofrecer, así que no es sospechosa.
Yo, por quitarle hierro al asunto, me pongo pedantín y recuerdo que Abraham Lincoln logró aprobar la Decimotercera Enmienda a la Constitución de EE UU (la histórica que abolía la esclavitud) precisamente así, ofreciendo empleos públicos a los diputados del partido rival que no habían sido reelegidos y que se iban a quedar sin trabajo. Ganó por dos votos. Señoría me mira con cara de mucha paciencia:
–Ya, Luis, pero no me vas a comparar una cosa con otra, ¿no?
–No, no, claro. Perdona. Es que yo pensé que eso del caciquismo ya solo sucedía en Orense, en el virreinato de la familia Baltar.
–Pues no. En mi pueblo hay algún golfante que va a buscar a casa a los que quiere comprar, les da el sobre con la papeleta y luego les acompaña casi hasta la urna, o sin casi, para asegurarse. Pero ya digo que eso ha sucedido siempre, es casi una tradición. Y apenas influye en el resultado porque lo sabe todo el mundo. No es importante.
–Entonces, volviendo a lo de Bildu…
–Ay, Luis, que lo de Bildu tampoco es importante, caramba. En mi pueblo no. Y me atrevo a decirte que tampoco le importa a nadie en la inmensa mayoría de los pueblos de toda España. Eso son mundos paralelos que construyen los gurús de los partidos, y desde luego también los medios, en su propio provecho; no en el nuestro, no en el de la gente. A mis vecinos les preocupa mucho más lo del servicio de Urgencias, o lo del tren, que esa… pijada de Bildu, con perdón, que nos preocupa tanto como las nubes de antaño, que decía… Mmm… ¿Quién lo decía?
–Cervantes.
–Pues Cervantes.
Ahí se acabó la conversación: la presidenta nos llamó porque era ya la hora de la tenida, y teníamos elecciones. Fueron bien. Ganamos todos.
Me he molestado en buscarles a ustedes la cita: “Esotros badulaques y enredos y revoltillos, no se me acuerda ni acordará más dellos que de las nubes de antaño”. Lo dice Sancho cuando don Quijote se empeñaba en instruirle para que gobernase bien la famosa ínsula. No consta que el hidalgo le mencionase, entre los “badulaques, enredos y revoltillos”, el asunto de Bildu, que a Sancho –como a mi hermana Gelines– se le habría dado una higa: bastante trabajo tenía con los problemas de verdad.
Y ahora sigamos disfrutando con la campaña, que está muy bonita, ¿verdad? Muy entretenida, sí (bostezo).
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación