Vanesa puso fin a su relación sentimental con Iván en octubre de 2015. La primera denuncia por malos tratos la presentó Vanesa ese mismo mes y, a los pocos días, se impuso a su expareja una orden de alejamiento. Tras esta denuncia llegaron muchas otras que llevaron a Iván al calabozo, pero cada puesta en libertad iba precedida de una nueva denuncia que lo llevaba de nuevo a ingresar en prisión provisional. Hasta julio de 2016, cuando la Audiencia Provincial de León estimó su recurso de apelación, Iván no salió en libertad bajo fianza. Prácticamente un año entre rejas, que se dice pronto, pero que a Vanesa no se le antojó bastante.
Así que ella urdió un plan junto a un amigo que llevaría a su expareja de nuevo al calabozo: el 5 agosto de 2016 se personó ante la Guardia Civil asegurando haber recibido emails amenazantes de Iván que le habían generado enorme ansiedad. La Benemérita procedió de inmediato a la detención de él sin cuestionar la versión de Vanesa, que ratificó la denuncia ante el juez llorosa y muerta de miedo y pidió por favor al tribunal su ingreso inmediato en prisión. Y lo consiguió: a instancias del Ministerio Fiscal y de su propia abogada, Iván volvió cautelarmente a la cárcel. Pero la cruda realidad es que los correos se los había enviado ella misma.
Dos días después de ser puesto en libertad con un dispositivo de seguimiento, el 16 de octubre de 2016, Vanesa volvió a denunciarlo por publicar un mensaje amenazante en Facebook. Pero esta vez no consiguió que su ex ingresara en prisión, así que recurrió de nuevo a su amigo para maquinar una trama que, esta vez sí, pusiera a Iván. entre rejas por un tiempo prolongado. Así que fingió un secuestro: se colocó una media en la cabeza, se rompió la camiseta, se autoinfligió varias heridas y caminó descalza hacia una farmacia, en la que simuló un ataque de ansiedad gritando para que acudiese la Guardia Civil porque su expareja iba a matar a su hijo. Los agentes se personaron y ella les contó que dos asaltantes entraron en su domicilio y se la llevaron bajo la amenaza de dañar al niño. Aseguró que, durante el trayecto, le colocaron una media en la cabeza y que el vehículo estacionó en la residencia de su antigua pareja sentimental para, seguidamente, introducirla en la bodega, donde él le dijo “ya te dije que la pulserita no te iba a salvar”. A continuación, contó Vanesa, la maniató con cinta adhesiva, le bajó los pantalones y le derramó un líquido caliente por las piernas cerca del pubis. Después tuvieron un forcejeo y él le rompió la camiseta. Tras esto, la introdujeron de nuevo en el vehículo y la llevaron hasta la zona de la antigua estación, donde la dejaron tirada.
El ambiente se calentó y se convocaron manifestaciones por la Plataforma Berciana contra la Violencia Machista, con PSOE y Podemos, para mostrar su repulsa a la agresión sufrida por Vanesa
Vanesa consiguió de nuevo su propósito: que su ex fuera inmediatamente detenido e ingresase en prisión. Volvió a demostrar sus dotes artísticas cuando simuló ataques de nervios y ansiedad ante el juez al ratificar la denuncia. Su abogada acudió presta a los medios para dar repercusión al caso, aprovechando la politización creciente de los casos de violencia machista. Las declaraciones de la letrada a los medios de comunicación durante aquellos días no tienen desperdicio. El ambiente se calentó y se convocaron manifestaciones por la Plataforma Berciana contra la Violencia Machista, integrada entre otros por PSOE y Podemos, para mostrar su repulsa a la agresión sufrida por Vanesa. Numerosos políticos usaron raudos sus perfiles en las redes sociales para publicar mensajes pidiendo justicia para Vanesa. Algunos medios de comunicación publicaron entrevistas en las que Vanesa relataba su calvario.
Simulación de delitos
Cuando las diligencias de investigación, esta vez sí, descubrieron a Vanesa comprando en un bazar chino todos los efectos que había utilizado para simular su detención ilegal, se desconvocaron las manifestaciones y la mayor parte de esos mensajes se borraron misteriosamente. Pero algunos siguen ahí, para recordarnos una de nuestras vergüenzas como país: que en lo que a delitos de violencia de género se refiere, la presunción de inocencia no se respeta ni social ni políticamente. Porque lo que menos importa es la realidad y lo que más es el relato, dado que permite institucionalizar a la mujer como un colectivo de víctimas oprimido y violentado por el otro cincuenta por ciento de la población: los hombres (esta frase no es una ocurrencia mía sino que la pronunció la actual Presidenta del Senado, Pilar Llop, en una entrevista para El País en 2018).
Este miércoles se hizo público que la Audiencia Provincial de León ha condenado a Vanesa a diez años de prisión por la simulación de dos delitos que le sirvieron como medio para conseguir la detención ilegal de su expareja, que durante casi tres años se vio sistemáticamente privado de libertad, perdió el contacto con sus hijos y sufrió la repulsa social y el señalamiento político.
Lo que les he contado en este artículo no es más que el escalofriante resumen del relato de los hechos probados de la sentencia en cuya virtud Vanesa y a su cómplice han sido condenados. No obstante, debo recordarles que la sentencia no es firme y que contra la misma cabe recurso de apelación ante el Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León. Así que me van ustedes a permitir que predique con el ejemplo y les pida que respeten la presunción de inocencia de los condenados hasta que recaiga resolución firme que ponga fin al proceso.
Eso sí, pido a todos aquéllos que repiten el mensaje de Carmen Calvo e Irene Montero que reza que ‘a las mujeres hay que creernos sí o sí, siempre’, que mediten. Porque sus eslóganes baratos no ayudan a las auténticas víctimas. Porque su merchandising feminista de mercadillo arruina la vida a muchos inocentes. Porque nadie merece ser considerado culpable por un atributo biológico como es el sexo. Porque al resucitar el Derecho Penal de autor, estamos matando al Estado liberal y democrático de Derecho.
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