Sabemos desde tiempos precisamente inmemoriales que en el fútbol la memoria es traicionera, por selectiva y ventajista. Podría decirse, incluso, que este deporte carece de memoria en sí misma porque no existe una visión más o menos aceptada y colectiva de lo que pasa, sino que solo quedan recuerdos parciales en cada forofa retina.
Por poner un ejemplo, ningún madridista va a acordarse de que se pasó veinte minutos bramando contra Ancelotti por sus "malos cambios" frente al City hasta que Rodrygo marcó el 1-1, momento en que el mundo entero pasó a alabar dichas sustituciones. Con la parte balompédica del negocio ocurre básicamente lo mismo, como demuestra el rápido olvido del caso de Geri y Rubi.
Es tremendo comprobar cómo de aquel escándalo sobre cómo se facturan los kilos a Arabia Saudí han pasado solo tres semanas cuando tenemos la sensación de que han sido tres milenios. Nadie recuerda ni quiere recordar lo que ocurrió. O eso parece. La fugacidad de este mundo. La actualidad frenética. La vida líquida y todo eso, ya saben.
Lo único que ha pasado es eso, el tiempo, cuando quizás debiéramos haber presenciado al menos alguna consecuencia o, aunque fuera, una petición tímida de perdón por semejante bochorno
La cosa debe ser que el fútbol, como la sociedad, va tan rápido que no hay siquiera momentos para que se pueda remediar en parte o corregir el desmán de turno. El caso de Piqué y Rubiales apuntaba maneras para dar todavía bastante que hablar. Tenía diferentes aristas como el supuesto espionaje denunciado por los afectados, como el presunto conflicto de intereses en que podrían haber incurrido o como si estos hechos han servido para sembrar la duda sobre la limpieza del fútbol español.
Pero llegaron un espionaje más goloso como el de Pegasus, un cambio en la Zarzuela para aumentar la transparencia, una convocatoria electoral en Andalucía o una locura futbolística como la del Madrid ante el City para echar tierra sobre el caso. Así, lo único que ha pasado es eso, el tiempo, cuando quizás debiéramos haber presenciado al menos alguna consecuencia o, aunque fuera, una petición tímida de perdón por semejante bochorno. Tres semanas después, nadie recuerda lo de Geri y Rubi.
No importa que los hechos desmientan los sueños publicados, como tampoco importan los escándalos varios, los espionajes o las guerras o apaños entre los gestores del fútbol
Seguiremos, por tanto, en la perpetua huida hacia delante que es este negocio futbolístico. La verdad es que todo es tan obsceno en este negocio que solo provoca risa. Miren, ya que estamos, lo del fichaje de Haaland por el City de Guardiola que conocíamos este lunes. Nadie se acordará jamás de todas las ocasiones en que medios patrios han dado por casi cerrado el fichaje del noruego por el Madrid o el Barça.
No importa que los hechos desmientan los sueños publicados, como tampoco importan los escándalos varios, los espionajes o las guerras o apaños entre los gestores del fútbol. El fútbol es una hermosa pasión que nos arrebata la cordura pero también es, y aquí no nos cansaremos de decirlo, un negocio sin memoria y cada vez más turbio.
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