Casi cuarenta años después de la Guerra Civil, José Antonio Girón de Velasco –personaje de lo más florido del fascismo español, ministro de trabajo desde 1941 hasta 1957, considerado “el falangista impaciente” (aunque aguantó pacientemente cuarenta años de franquismo) y llamado por los suyos “el león de Fuengirola”— se oponía a la tímida reforma política del régimen defendiendo lo que denominaba “la revolución pendiente”.
Cuarenta años después de aprobada la Constitución, Pedro Sánchez González-Castejón –personaje atrabiliario y veleidoso, presidente del Gobierno de España desde 2018, aclamado por suyos como “el puto amo” (el ministro de Transportes dixit)—ha proclamado su intención de llevar a cabo “la regeneración pendiente” de la democracia.
La intención de las palabras del Sr. Sánchez son las de enlazar con el pensamiento regeneracionista desarrollado en una de las épocas de mayor lucidez de nuestra historia; una época que comienza a finales del siglo XIX, con el lamento pesimista sobre la pérdida de los últimos reductos coloniales y que alcanza, con altibajos, hasta la implantación de la Segunda República. Fue una segunda “ilustración" que empezó con firmas como las de Mallada, Pando y Valle o Fité y acabó con pensadores como Ortega o Azaña. En ese tiempo nos repensamos mutuamente.
Todavía en España, tras la Transición, han habido movimientos regeneracionistas con hitos tales como la “Declaración Transforma España”, de la Fundación Éveris (2010) o, más recientemente, el III Congreso Nacional de la Sociedad Civil bajo la leyenda “Regenerar España” (2023).
Pero el regeneracionismo, en boca de Sánchez, se simplifica como una corriente política cuando siempre ha sido más un movimiento intelectual, un ambiente, un sentimiento. Los ejes del pensamiento regeneracionista –como recoge Roberto Mesa en el prólogo al libro El atraso de España, de Giménez Valdivieso (1909)—eran la enseñanza, el liberalismo, la tolerancia, contactos con Europa, buenas comunicaciones, desarrollo del comercio y de la industria. Y como escribe Pando en 1897, “…no son suficientes un solo hombre ni un solo partido (…) para conseguir la regeneración apetecida, en la que se necesita el concurso de todos. …cuando un país necesita prestar todo su concurso a la obra común, lo consigue armonizando tendencias y encauzando corrientes contrarias”. De hecho, las sesiones plenarias, inaugural y de clausura, del citado Congreso de la Sociedad Civil se titulaban “La España que no une” y “La Europa que nos une”, respectivamente.
En una “sociedad en red”, el regeneracionismo debería tejer una urdimbre que fortaleciera todos y cada uno de los hilos que se entramen
Pero la “regeneración pendiente” de Sánchez se concreta más como una “revolución pendiente”, al estilo de Girón de Velasco en la que Sánchez postula la desaparición de los nuevos medios de comunicación que ponen en cuestión sus comportamientos como Girón protestaba por la presencia en los kioscos de España de “los periódicos extranjeros” críticos con el franquismo. El tiempo los hace idénticos. Allá por los setenta Girón proponía que la censura no fuera enterrada y ahora, en el siglo XXI, Sánchez pretende resucitarla.
La “regeneración pendiente”, como hallazgo estilístico de Sánchez propugna el odio hacia sus adversarios a los que se califica como “enemigos” –en el editorial del periódico El Socialista del 10 de Noviembre de 2023, se dice: “Hoy tenemos enfrente a un viejo enemigo”—así, sin matices. Esa es su “revolución pendiente” frente al viejo enemigo muerto representado por el León de Fuengirola.
En una “sociedad en red”, el regeneracionismo debería tejer una urdimbre que fortaleciera todos y cada uno de los hilos que se entramen. Lo que ocurre es que, en algunas regiones de España, allá por el norte, entramar significa “armar pendencia”. Y así, no es en la regeneración donde se incardina el Sr. Sánchez, sino en la pendencia suya y de sus socios. Su discurso del pasado 29 de Abril está más cerca del objetivo de aniquilación o el silenciamiento del adversario que de la atención a “los males de la Patria”, a los que aludía el regeneracionista Lucas Mallada. Un discurso que flota sobre la idea de un apoyo popular que no ha existido. El vacío de las calles que él esperaba abarrotadas es equivalente a la raquítica presencia de los camisas viejas y los excombatientes que acompañaban a Girón de Velasco en su “gironazo”. Risum teneatis.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación