Opinión

¿Gobernar para qué?

No hay quizá mayor problema a la hora de gobernar que encontrarse con un partido político, el PSOE, abiertamente irreconocible

“Muchos de nuestros conciudadanos, de buena fe, no comprenden por qué Bercy (barrio de París donde se encuentra el Ministerio de Economía francés) rechazaría gastos de mil millones mientras que se ha sabido fácilmente encontrar a menudo cientos. La doble ilusión, tan seductora, de una deuda que no tendría límites ni coste es hoy nuestro mayor peligro”. Y prosigue: “No es una cuestión arbitraria de umbral o de ortodoxia terca, es nuestra solidaridad para con las generaciones futuras lo que está en juego: no tenemos moralmente el derecho de legarles, además de una deuda climática que les inquieta tan legítimamente, una deuda financiera cuyo peso en proporción del PIB se ha prácticamente doblado en veinte años”. Recordaba también que un alza de 1% de los tipos de interés representa un coste anual suplementario de cerca de 40.000 millones de euros, casi el presupuesto actual de Francia en defensa. Hoy, cuando la invasión de Ucrania ha devuelto la guerra a Europa, es bueno recordar que reducir la deuda hoy es preservar la paz para mañana.

Lo que está entrecomillado y todo el párrafo anterior no son declaraciones de ningún político español. Se trata de manifestaciones de François Villeroy de Galhau, gobernador del banco de Francia, expresadas en una reciente conferencia organizada por el Alto Consejo de finanzas públicas, en la que expresó su horror por el nivel inédito en materia de locura de gasto y de demagogia presupuestaria.

Deberíamos tomar nota en España de esas reflexiones. Aquí, donde la deuda pública se situó en marzo de 2022 en casi un billón y medio de euros, en tanto cerró el año 2018 en 1.173.000 millones de euros. Así, a finales de 2021, la deuda pública correspondía casi al 120% del PIB español. Con el presidente Sánchez en el gobierno, desde primeros de junio de 2018, la deuda pública se ha incrementado en España en aproximadamente 300.000 millones de euros.

A partir del mes de julio está previsto que el Banco Central Europeo comience a incrementar los tipos de interés para, entre otros extremos, poner tasa a una inflación hoy desbocada, que en España ha alcanzado en el presente mes de mayo el 8,7% anual; es decir, superior a la que operó en el mes de abril.

Sería bueno escuchar del gobierno cuáles son sus previsiones en materia de contener unos datos de indicadores económicos ciertamente negativos para España

Así las cosas, cuando los presupuestos del Estado aprobados el pasado mes de diciembre preveían un crecimiento del PIB del 7% en este año, cuando el propio Gobierno el mes pasado se vio obligado a reducir el crecimiento al 4,3% anual, cuando la inflación se desboca en España –cuarto país de la Unión Europea- por encima de nuestros socios, cuando somos el país europeo con mayor tasa de desempleo y afrontamos un desempleo juvenil directamente insoportable sería bueno escuchar del gobierno cuáles son sus previsiones en materia de contener unos datos de indicadores económicos ciertamente negativos para España.

Cierto que la guerra de Ucrania introduce unas incógnitas muy considerables, incluyendo la amenaza de una crisis alimentaria que afecte sobre todo a los países asiáticos y africanos, como consecuencia de su gran dependencia de los cereales ucranianos, hoy detenidos en su tráfico y bloqueados como consecuencia de la guerra.

Pero la guerra de Ucrania, las incertidumbres que introduce, no puede ser el horizonte que justifique la pasividad del gobierno a la hora de informar a los ciudadanos españoles de las consecuencias económicas que están por venir. Si en Francia una subida del 1% de los tipos de interés representa tanto como prácticamente el presupuesto anual de defensa de ese país, tenemos derecho a saber aquí cuáles serían las consecuencias del incremento de los tipos de interés para nuestro país. Cómo piensa trabajar el Gobierno en controlar el incremento desaforado de nuestra deuda pública, en controlar el incremento de la inflación, cómo piensa en relanzar nuestro crecimiento económico, hoy en riesgo grave de estancamiento e inflación.

Se hace imposible saber qué coherencia, qué lealtad, qué respeto, quedan en un Gobierno de coalición donde las diferencias entre sus socios son tan escandalosas a la plena luz del día

Se hace muy difícil pensar en reemprender la marcha económica del país cuando las diferencias dentro del propio gobierno son tan crecientes. Hace una semana, el jueves pasado, asistíamos a un debate parlamentario en que, por primera vez, ambos sectores del Gobierno votaron de forma diferente respecto de la ley audiovisual, absteniéndose Unidas Podemos allá donde el PSOE votó a favor. Para días después, esa misma Unidas Podemos no celebrar el 40 aniversario de la incorporación de España a la OTAN; de no compartir la cumbre de la Alianza Atlántica que se celebrará en Madrid a finales de este mes de junio. Esto, en mitad de la guerra de Ucrania, resulta sencillamente inadmisible. Se hace imposible saber qué coherencia, qué lealtad, qué respeto, quedan en un Gobierno de coalición donde las diferencias entre sus socios son tan escandalosas a la plena luz del día. No se trata ya sólo de que Unidas Podemos resulte un fuerza política demediada, en abierta crisis y con un nulo sentido de estado. Es que gobernar en coalición con semejante fuerza afecta seriamente a la credibilidad internacional de España; y también, al socio principal de esa coalición, desacreditado día a día por la impugnación de ese otro socio minoritario de acuerdos que son sencillamente imprescindibles, como es el caso de nuestra pertenencia a la Alianza Atlántica.

En cuanto a los aliados parlamentarios del Ejecutivo, el gobierno de Cataluña dicta un decreto por el que llama a incumplir la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña relativa a la obligación de dar un 25% de clases en español en esa comunidad autónoma; en definitiva, la enésima burla al estado de derecho a base de incumplir de manera escandalosa las resoluciones judiciales. En suma, actuar el Gobierno en alianza con quien no ostenta sino la voluntad de debilitamiento y demolición de nuestro estado.

En cuanto a los acuerdos inmorales con los herederos políticos del terrorismo, Bildu, poco que añadir a tamaña inmoralidad cuando un informe del Parlamento Europeo nos revela que ningún terrorista ha colaborado en esclarecer un solo asesinato de la banda ETA, de manera que 379 asesinatos terroristas -el 44% del total- se encuentran impunes.

Todo ese conjunto no es sino una cadena incontable de alianzas contra natura y que atentan contra la entereza del país.

No hay quizá mayor problema a la hora de gobernar que encontrarse con un partido político, el PSOE, abiertamente irreconocible. Irreconocible en cuanto a su historia, en cuanto a su aportación a la Transición, a la Constitución del 78, irreconocible en su comparación con los gobiernos encabezados por Felipe González y Alfonso Guerra, que modernizaron el país, que profundizaron la democracia, que le dieron cohesión entre sus regiones, que acabaron con el ruido de sables, que nos incorporaron a Europa, tras décadas de aislamiento ominoso provocado por la dictadura.

Ahora, a la vista de este Gobierno herido, la pregunta, al final, no puede ser otra que gobernar para qué.

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