Cuando ya todos los países de nuestro entorno habían adoptado medidas para rebajar el coste de los carburantes a sus nacionales. Pedro Sánchez concluyó la Conferencia de Presidentes comprometiéndose a reducir los impuestos que gravan su adquisición en una decisión que se acordaría el 29 de marzo.
Y llegó el día anunciado. Pero Sánchez, incumpliendo su compromiso, desechó la rebaja fiscal y optó por bonificar de manera general e indiscriminada con 0,20 € cada litro de combustible adquirido, medida que debería llevarse a cabo en menos de 48 horas desde su publicación en el BOE. ¿Quién le aconsejó semejante error? ¿Quién le ha conducido a realizar tamaña estupidez? ¿Quién le ha cargado la pistola para que él mismo se dispare innecesariamente una bala?
El error, la estupidez y el auto disparo se identifican con facilidad. Para la caja del Estado, la medida anunciada y no cumplida y la decisión acordada son equivalentes. De haberse reducido la tributación en la compra de combustible, el Estado hubiera dejado de ingresar 0,20 € por litro. Al optar por la bonificación, los ingresos tributarios no disminuyen, pero luego salen de la caja exactamente el citado importe. En definitiva, en ambos casos, el Estado pierde los reseñados 0,20 € por cada litro. Sin embargo, el coste no monetario de implantar una u otra medida es radicalmente diferente.
Lo no repercutido no hubiera sido después ingresado a la Hacienda Pública. Por el contrario, con la opción elegida, Pedro Sánchez ha montado un galimatías inexplicable del que, sin duda alguna, se va a arrepentir de por vida
De haber optado por la anunciada y comprometida reducción de impuestos, la mecánica de su aplicación era bien sencilla. Las estaciones de servicio hubieran dejado de repercutir a los consumidores el importe de impuesto objeto de la rebaja y, lógicamente, lo no repercutido no hubiera sido después ingresado a la Hacienda Pública. Por el contrario, con la opción elegida, Pedro Sánchez ha montado un galimatías inexplicable del que, sin duda alguna, se va a arrepentir de por vida.
De entrada, obliga a las gasolineras a anticipar la bonificación a sus clientes, bonificación que supone un 12% de sus ingresos brutos diarios, porcentaje que supone una considerable asfixia financiera para los obligados a anticiparla. Según datos de la Comisión Nacional del Mercado y la Competencia, el beneficio medio de las distribuidoras se sitúa en el 7%, por lo que anticipar al consumidor el 12% del precio de venta afectará considerablemente a la liquidez de su negocio, siendo no pocos los que tendrán que acudir al endeudamiento cumplir con la obligación que se les impone.
Pero es que, para recuperar después el importe anticipado, las gasolineras deben iniciar un vía crucis administrativo. Primero una solicitud inicial que, si todo va bien, conducirá a que reciban una devolución a cuenta basada en una estimación realizada en función de sus ventas medias en 2021. Después, nuevos trámites para, si nada va mal, recibir la liquidación final. Como vemos, un proceso complejo en el que se les obliga a ejercer de banqueros del Estado y, además, a realizar una compleja tramitación administrativa. Por su pate, la Administración se carga innecesariamente con nuevos trabajos burocráticos: Comprobación de las reiteradas solicitudes de devolución de los anticipos y tramitación de los correspondientes expedientes de gastos. Pero ¿a qué enemigo de Pedro Sánchez se le ha ocurrido semejante estupidez?
Más que probablemente, ha sido la presión conjunta de Podemos y de los sindicatos la que le ha empujado a cometer la extraordinaria memez que ha cometido
En este maremágnum de idiotez, hemos tenido encima que escuchar la absurda justificación a la medida que ha dado la vicepresidenta Calviño. Según ella, la rebaja de impuestos habría sido inútil para el objetivo de reducir el precio pagado por los consumidores. Como argumento, esgrime que la rebaja del impuesto sobre la electricidad no había servido para disminuir el importe de la factura eléctrica que pagamos, dado que ésta permanece prácticamente igual. Vicepresidenta, entre medias ha subido el precio de la electricidad antes de impuestos. Quiere decirse que esta subida, en ausencia de la reducción impositiva, habría provocado que aumentase la citada factura, circunstancia que se ha evitado merced a la rebaja impositiva decretada en su día ¿Cómo que no ha servido ésta? ¿No aprendió usted en la facultad lo que significa la condición caeteris paribus? ¿Cómo aprobó usted la carrera de Económicas?
Sin embargo, dada su nadería general, no es presumible que haya sido Calviño la que haya obligado a Sánchez a pegarse el tiro que se ha pegado. Más que probablemente, ha sido la presión conjunta de Podemos y de los sindicatos la que le ha empujado a cometer la extraordinaria memez que ha cometido. Y es que tanto al partido político citado como las organizaciones sindicales reseñadas hablar de rebaja de impuestos les provoca sarpullidos convulsivos. Es lo que tiene ser unos estatistas enfermizos.
Pero eso sí, al ceder a las presiones de sus socios de Gobierno y de sus subvencionados cómplices, Pedro Sánchez se ha metido en un lío del que va a tener ocasión de arrepentirse prolongada e intensamente. De momento, se ha tragado ya el follón inicial ocasionado por su absurda medida, restando por ver el desarrollo de los acontecimientos en las próximas semanas, así como el final de la película.
Sánchez, admite un consejo. Cambia de asesores y cambia de explicadores de tus medidas. Si no lo haces, el tiro que te acabas de pegar no será el único.
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