Al final el septiembre negro del que hablan las tertulias de las radios está a la vuelta de la esquina. Hay que despertar del sueño y abrir los ojos frente a un país, España, el peor en lo que respecta a la covid-19. Sumen los casos que tienen Italia, Francia, Alemania y Reino Unido juntos y esos son los que tenemos aquí para vergüenza de las autonomías y alivio del Gobierno. Exactamente 405.436 desde que empezó la pandemia.
-Nada, nada que Sánchez transfirió la gestión de la pandemia a las autonomías, y la culpa es de quien es, óigame.
Ahora estamos en un punto en el que no sabemos si el uso de mascarillas es o no obligatorio. Sí se puede fumar en Toledo pero no en Zaragoza. No faltaban ejemplos sobre el sinsentido territorial, pero he aquí y ahora el ejemplo palmario de un sistema absurdo, inútil e insostenible.
-Nada, nada que el Gobierno no tiene qué decir, son algunos jueces -¡algunos jueces!-, los que afirman que con las herramientas actuales en manos de las autonomías no se puede obligar al personal a ponerse la mascarilla.
Los jueces, esos nuevos sanitarios
No es la decisión de un juez la que debe sorprendernos, es el silencio espantoso del que fuera mando único; es la inacción del ministro de Sanidad y la falta de sentido de la oportunidad, y empiezo a creer que de la vergüenza de Fernando Simón, la que realmente debería alarmarnos. Ese silencio ante decisiones de jueces sobre el uso de las mascarillas o la prohibición de fumar en las calles es simplemente aterradora. El vacío legislativo ya era conocido en marzo, y ahora lo que vale en una comunidad no sirve en otra. Resulta que somos el único país del mundo en el que es un juez ¡un juez, oiga!, el que te dice si puedes o no fumar. Sánchez calla. Illa calla. Aquí sólo habla y da la cara la ministra de Defensa. Menos es nada.
Nunca pasa nada, hasta que pase
Enseña Serrat en una hermosa canción (de amor) que nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio. Y así es. La realidad no es triste, ni alegre si así fuera, es calamitosa, dura, inquietante. Peligrosa, si es verdad eso de que el Ministerio del Interior teme en este otoño por la seguridad personal de algunos líderes políticos, de Podemos y Vox especialmente. El digestivo jarabe de palo que recetaba el vicepresidente Iglesias se torna en una amenaza para él y otros dirigentes. Es lo que pasa cuando se dicen estas cosas y no pasa nada. Cosas de las coletas. Lo que pasa cuando se habla de naturalizar el insulto. Cosas de las coletas nuevamente. Lo que pasa cuando desde el Gobierno se afirma que ante las ocupaciones de casas sus propietarios en España están suficientemente protegidos con la actual legislación. Cosas de la ministra de ¡Defensa! Es lo que sucede en un país en el que nunca pasa nada porque pareciera que la amenaza, sea sanitaria, territorial o económica no es tal, es sólo una broma. Bueno, digamos que no pasa nada, salvo que te llames Juan Carlos I o Felipe VI, que ahí bien se cumple eso de caña al mono hasta que hable inglés.
En La Moncloa, de perfil
Digo de perfil, pero podría hablar de un Gobierno a la bartola, expresión que debo a Ignacio Camacho. Dicen en la COPE:
-Sánchez se ha comportado este verano como Nerón, tocando la lira mientras arde Roma.
Toca asistir al siniestro concierto de quién es el culpable. La lira la tocan todos. ¿O no es tocar la lira el giro del PP echando malamente a Cayetana Álvarez de Toledo y dando todo el poder a Teodoro García Egea? La echarán de menos a la hora de responder a la moción de censura de Vox. Nadie más idónea que ella para ese menester.
Sostiene Casado que el PP no está para ser la muleta del Gobierno. Como frase, y como deseo, la verdad es que queda bien. Haz lo que digo, no lo que hago. No, claro que no es la muleta, pero su último giro -¿al centro?-, ha dejado el flanco de la oposición desnudo para comodidad del Gobierno. Y por cierto, la muleta sirve para muchas cosas, una de ellas para enseñar al toro a embestir, para templar su acometida. Para eso hay que estar cerca del astado y nunca fuera de cacho, es decir en los terrenos en que, haga lo que haga el burel, no hay peligro para el diestro. ¡Lo que enseñan los toros! Que se lo cuenten a Casado, que igual de esa suerte saca alguna conclusión para su forma de hacer política.
España hecha unos zorros y el PP aún preguntándose qué quiere ser: un partido que mira al centro sin saber si lo que hace es táctica o estrategia. Así hasta que Egea proclame eso tan de Génova de que pase el siguiente y coja número. Al tiempo.
Otoño caliente, oportunidad para Casado
Para aquellos que creemos que el Gobierno ha dado de sí todo lo que puede. Para los que sabemos que en la pandemia se ha equivocado por acción y omisión, quizá no menos que eso que llamamos la comunidad científica. Para los que recelamos de soflamas y discursos cargados de paja y mentiras; para los que esperamos en unos pocos días una nueva, larga y tediosa intervención televisiva de Sánchez repartiendo culpas como si fueran las cartas de la baraja, esperamos de la oposición algo más que grandilocuencias verbales. Esta de Casado no está mal:
-El PP no tiene voluntad de minoría indomable sino de mayoría imbatible.
Pues que se note. Para enfrentarse ante tanta distorsión y desconcierto sanitario, educativo, territorial y económico. Y que se note también a la hora de entender que hay momentos en los que el interés del partido no es el mismo que el de España. Eso se llama sentido de Estado. Si no lo tiene el que manda que no le falte al que se opone. A veces puede haber más sentido de la gobernanza en la oposición que en el Ejecutivo. Con este Gobierno, seguro.
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