La mañana de ayer apareció fría, pero fue calentándose rápidamente con las noticias que llegaban de Barcelona como un torrente. La Guardia Civil, en funciones de policía judicial a las órdenes del titular del juzgado de instrucción número 13 de la capital catalana, Juan Antonio Ramírez Sunyer, intervenía en cuatro consejerías de la Generalidad, realizaba más de 40 registros, detenía a 14 personas, altos cargos todos, empezando por el número dos de Oriol Junqueras, y requisaba material -millones de papeletas- preparado para la celebración de la consulta sediciosa. Un puñetazo inesperado que ha desarbolado la logística del referéndum y ha descabezado al núcleo duro encargado de poner en marcha la consulta, a lo que hay que añadir, que no es poco, que es casi todo, la intervención de las cuentas de la Generalidad ordenada por el ministro Montoro. Y todo sin apelación expresa al 155. Simplemente poniendo en marcha la maquinaria judicial del Estado. El golpe de Estado protagonizado por el independentismo catalán ha fracasado. Una batalla muy importante se ha ganado. La guerra, sin embargo, no ha terminado.
Ha empezado el mambo de verdad. Y millones de españoles, acostumbrados a sufrir las vejaciones constantes de ese nacionalismo supremacista y provocador, respiraron ayer aliviados. Ya era hora, hora de que los golpistas enseñaran las cartas, hora de saber hasta dónde están dispuestos a llegar los mártires del prusés, hasta cuándo están decididos a seguir con su locura, cuál es su predisposición a ingresar en el listado de los mártires de la patria, hora de saber si son tan chulos como los pintan, si tienen o no esos collons de los que llevan años alardeando cual matones de barrio, porque como un golpe “por cojones” lo han planteado, y tan seguros estaban de que el tren del prusés era imparable que ayer quedaron atónitos, con la boca abierta, y quienes los días 6 y 7 del presente se ciscaron en el reglamento del parlament, en el Estatuto de Cataluña, en la Constitución española, en las leyes europeas y en el Derecho internacional comparado, se rasgaron las vestiduras y uy, uy, uy, qué daño, Puigdemont habló de “régimen totalitario” y de “vergüenza democrática”.
Ha empezado el mambo de verdad. Y millones de españoles, acostumbrados a sufrir las vejaciones constantes de ese nacionalismo supremacista y provocador, respiraron ayer aliviados"
El gesto de desesperación que ayer exhibían los patronos de la “revolución de la sonrisa” les delata. Hacienda remitió el martes a los bancos un listado de casi 300 sociedades (297 para ser exactos), incluyendo entes públicos, sociedades mercantiles, universidades, organismos autónomos, consorcios y fundaciones sobre las que ejercer una vigilancia especial en tanto en cuanto podrían servir de vehículo para desviar dinero con el que financiar el golpe, una cifra que pone de relieve el apabullante régimen clientelar surgido en torno a la Generalidad en los últimos 40 años. Acabar con el golpismo en Cataluña equivale, por eso, a enterrar un sistema clientelar prácticamente indestructible, a hacer añicos la tela de araña que forman esas 300 empresas, princesas todas del famoso 3%, con más de 100.000 personas, tal vez muchas más, viviendo del pesebre de la Generalidad, 100.000 y sus familias viviendo, al final del camino, de los PGE del Estado, que es quien ha venido pagando la absurda fiesta del independentismo.
Acabar con la abierta rebelión contra la legalidad que hoy representa Puigdemont y compañía supone, por eso, dar a la Cataluña trabajadora de siempre la posibilidad de liberar sus energías rompiendo el cepo de complicidades que hoy atrapa su economía y le impide crecer con todo su potencial. Tanto o más importante aún, hacerlo supondrá sobre todo dar comienzo a la gran labor de sutura de una sociedad partida en dos mitades por la locura de unos insensatos que ha roto familias, amistades y lealtades de muchos años, envenenando la convivencia como nunca antes había ocurrido desde los terribles años 30 del siglo pasado. “Esta gente ha jugado muy sucio; tanto, que ahora solo puedes hablar con el que piensa como tú. Con el resto, punto en boca. Esa es la realidad social que hoy impera en esta asfixiante Cataluña”, contaba ayer uno de esos catalanes que sueñan con superar este trauma.
Al golpismo solo le queda la calle
El Estado ha arrebatado al golpismo la infraestructura necesaria para la celebración de su referéndum, y ahora solo le queda la calle, la batasunización de esa Barcelona que fue culta y rica y acogedora y liberal. Sólo la calle, pero en la calle había ayer apenas unos miles de fieles manifestantes insultando a unos impertérritos guardias civiles obligados a tragar bilis mientras los Mossos se ponen de perfil. Mal que les pese, la tranquilidad presidía la vida de la gran ciudad: la gente iba y venía, salía del trabajo (por cierto, ¿dónde trabajan, en qué se ocupan, cómo se ganan la vida esos “camisas pardas” de la CUP listos para movilizarse a cualquier hora del día?), entraba en las tiendas, llenaba los bares y tomaba los medios de transporte ajena al ruido y la furia de los sediciosos… El Maidán catalán solo parecía vivo en la pantalla de TV3, la televisión de los golpistas que financian todos los ciudadanos de Cataluña.
Esta guerra será larga. Larga y dolorosa, porque ningún golpe dispuesto a acabar con un Estado de siglos y a alterar dramáticamente paz, libertad y bienestar de sus ciudadanos se salda con un par de claveles clavados en el fusil de un soldado
Esta guerra será larga. Larga y dolorosa, porque ningún golpe dispuesto a acabar con un Estado de siglos y a alterar dramáticamente paz, libertad y bienestar de sus ciudadanos se salda con un par de claveles clavados en el fusil de un soldado. Las cosas han llegado muy lejos. “Si yo fuera presidente del Gobierno, hace tiempo que habría utilizado el 155 en Cataluña”, ha dicho Felipe González. El PSOE que hoy dirige el desdichado Pedro Sánchez no quiere saber nada del 155, o lo quiere por la mañana y lo niega por la tarde, como quiere y/o detesta a esa España (“Vas alta y dolorosa / Gimes, deliras, bramas / Vas firme y pura por el firmamento / a hundirte en Dios como una espada”) que ni ha comprendido ni nunca sentido. Su concurso, con todas sus dudas, con todo su cabildeo, se anuncia, sin embargo, crucial para el resultado final de este combate ante la deriva revolucionaria emprendida por Pablo Iglesias, decidido a reforzar el golpismo menguante del independentismo catalán con la revolución de una izquierda comunista que busca acabar con el régimen del 78, para después expandir su miseria sobre los cascotes de una España rota.
Es el monstruo que, en todo caso, ha creado la vicepresidenta del Gobierno y sus televisiones amigas, con el beneplácito, por supuesto, de su jefe de filas. No es momento, sin embargo, para los reproches. Hoy toca felicitar a la Guardia Civil por su trabajo y apoyar sin fisuras, sin vacilaciones, al Gobierno de la nación y a su presidente en su determinación de ir a por los golpistas, haciéndoles probar todo el peso de la ley desde la legitimidad que le otorga nuestro Estado democrático y de Derecho. Bien, Mariano, bien. Mantén erguido el paso del hombre que cree en la justicia de sus razones. Mira de frente. Que el ruido de la calle no quiebre tu ánimo. Nada me gustaría más que tener que reconocer que me equivoqué contigo, como seguro harían con gusto millones de españoles. Cumple con tu deber. Sigue firme. No te rajes.
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