Opinión

La golpista era Ayuso

Brujulea por el Gobierno un interfecto llamado Enrique Santiago que, a fuer de comunista, ejerció como abogado defensor de los narcoasesinos de las FARC, al tiempo que exhibe en los

Brujulea por el Gobierno un interfecto llamado Enrique Santiago que, a fuer de comunista, ejerció como abogado defensor de los narcoasesinos de las FARC, al tiempo que exhibe en los medios sus ansias oníricas por guillotinar a la Familia Real al completo. Muchos de los que todavía votan al PSOE no reincidirían si dedicaran dos minutos de reflexión sobre este detalle. Tal individuo, secretario de Estado de un negociado inconexo bautizado como 'agenda ecolo' o similar, un trampantojo europrogre para saquear a incautos y enredar a pánfilos verdes, vertió días atrás unas palabras, en presencia de ese gorilón, corrupto y totalitario llamado Lula al que apadrinan los del grupo Prisa, en las que no ahorró invectiva alguna contra el estamento judicial y nuestro edificio democrático en general.

Reprochó este Santiago a los jueces el frecuentar el "uso ilegítimo de la ley para eliminar política y personalmente al oponente", y el hecho de actuar como 'los militares' del franquismo. O sea, de comportarse como golpistas furibundos capaces de fumigar sin pestañear a quien incomoda. Cree el ladrón.

Presente estaba en el acto Ione Balarra, qué tabarra, vicepresidenta y ministra de algo, aún por determinar ya que ni ella se ha enterado. Aplaudió y jaleó tal ataque frontal a la judicatura llevado a cabo desde la cúspide del edificio institucional. Algo inaudito e inaceptable en un estado de Derecho, en una democracia asentada y real.

María Jesús del Barco, presidenta la APM, la asociación mayoritaria de los magistrados, no necesitó demasiado esfuerzo para poner en su sitio al fundador de Podemos. Esto es, en el sillón más relevante de lo ridículo

Le llegó luego el turno a Pablo Iglesias, que, bien conocidos sus negocios en Iberoamérica, no desperdició la oportunidad de la presencia del mangante pernambucano para enzarzarse en las redes contra la nueva heroína de nuestro panorama judicial, María Jesús del Barco, presidenta la APM, la asociación mayoritaria de los magistrados, que no necesitó demasiado esfuerzo para poner en su sitio al fundador de Podemos. Esto es, en el sillón más relevante de la categoría del ridículo. Hablaba Iglesias del 'nuevo golpismo' y otras variantes muy manoseadas, todas ellas entre conspiranoicas y delirantes, referidas al estamento judicial, y le respondió Del Barco con una frase certera y escueta: "Los jueces molestamos a quienes no creen en el imperio de la ley". Luego le mandó cortésmente a ver series y a seguir con su irrefrenable holganza.

Hablan de golpismo judicial estos herederos de Lenin y adoradores de Maduro, peligrosos mequetrefes empeñados ahora en dinamitar la Transición entre aplausos necios de un Bolaños, a quien algunos pensaban inteligente y ha resultado de la estirpe de los boniatos. Y lo hacen desde las entrañas de un Ejecutivo del que forman parte tres jueces, Marlaska, Robles y Llop, que escuchan tales afrentas como si fueran chistes de Arévalo.

En lugar de salir todos a una contra las acometidas progolpistas del sector podemita del Gobierno, nada inocentes ni aisladas, centran sus ataques contra quien logró rescatar al PP de la lona

Estamos en tiempos de castañas y conjuras, con las referencias al golpismo de por medio, como un convidado de piedra inútil e inevitable. Al otro lado del tablero también se agitan insultos y reproches, en una febril polémica cuyo horizonte final no puede ser otro que el precipicio. ¿Por qué te infliges tanto daño, Génova? Acusan a Isabel Díaz Ayuso de promover algo así como una asonada interna contra Pablo Casado, una embestida aviesa y traidora para ocupar su puesto cuando los tiempos políticos lo permitan.

En el PP han perdido la brújula y se han orientado hacia el sendero de la trifulca. En lugar de salir todos a una contra las acometidas golpistas del sector podemita del Gobierno, nada inocentes ni aislados, centran sus ataques contra aquella que logró rescatar al PP de la lona, en histórica proeza del 4-M, e impulsarlo rumbo a la recuperación de la Moncloa. Sánchez pone los Presupuestos de España en manos de quienes sólo pretenden destruirla y en la dirección de los populares se dedican a aventar autogolpes y demás monsergas.

En una derecha con vocación de náufrago, parece que no todo está perdido. Así, por ejemplo, José Luis Martínez-Almeida, portavoz del partido y alcalde de Madrid, que transitó de esquivo a dubitativo y luego a beligerante en la arremetida general contra la lideresa madrileña, ha envainado el sable y ha reconducido sus pasos hacia el territorio de la sensatez y la prudencia. Si Almeida se muestra temperado es señal de que empieza a vislumbrarse la salida de la apestosa ciénaga, de que, superada la estúpida dialéctica sobre los solistas y las orquestas, el talent show y la megalomanía, la trifulca baja de tono y que incluso la presidenta madrileña ha admitido que el congreso maldito se celebre cuando a la dirección nacional le apetezca.

Cuando todo esto acabe se advertirá que, de repente, dos barones han emergido de entre el fosco paisaje después de la batalla. Juanma Moreno, a quien le amargaron su congreso regional y que va lanzado hacia un adelanto electoral con hechuras de consagración absoluta. Y Alberto Núñez Feijóo, últimamente discreto y oculto, convertido de pronto en líder trasversal de los caciques de las regiones preteridas, de la España hueca y vacía, de los que apenas tienen voz pero sí votos, quizás decisivos.

Nunca hay que olvidarse de Feijóo. Ni, desde luego, señalar a Ayuso con insinuaciones de golpista mientras el Gobierno pacta con todos los enemigos de la democracia, con cuantos se afanan por derribar la España constitucional. Dos errores en los que ha incurrido Teo, a menor gloria de su líder pasajeramente desnortado.

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