Si las previsiones que el domingo ofrecía Ramón Tamames se cumplen, hoy mismo deberíamos saber si finalmente acepta la propuesta de Vox, bueno de Santiago Abascal, de encabezar una moción de censura al Gobierno. A este insólito movimiento se le pueden poner, con todo merecimiento, una cadena de motivados adjetivos a cual más denigratorio, pero los resumiré con una palabra: una pantomima. Una verdadera farsa urdida por Santiago Abascal y algún colaborador de esos que hay en Vox que están en la dinámica de que cuanto peor, mejor. Abascal debe repartir entre los suyos bendiciones y hisopazos con efectos lisérgicos, porque, si no, es imposible entender semejante chacota.
Hubo un tiempo, cuando yo era un jovencísimo periodista obnubilado por la política y sus actores, que llegué a pensar que las decisiones de los partidos las tomaba una especie de sanedrín formado por sabios y tipos preparados qué conocían muy bien qué necesitaba su equipo y qué España. Así fue, hasta que uno fue conociendo poco a poco a algunos dirigentes y muy pronto entendí que había que escucharlos atentamente en los off the record e interpretarlos cuando hablaban en público. O sea, la mentira con piel de cordero. Ese conocimiento terminó con la imagen que yo tenía de la política, y enseguida me di cuenta de la verdad: para estar sentado en un escaño vale cualquiera. Ya se lo dijo Zapatero a Buenafuente: "Hay cientos de miles de personas que podrían ser presidente". Lo creo a pies juntillas.
Hay también unos cuantos millones que, si quisieran, podrían ser el jefe de Vox, un partido de extrema derecha que, a base de movimientos fantasmagóricos e irresponsables, va configurando una fuerza en la que la chapuza política se ha hecho norma y merece aplauso.
Sánchez, una vez agotado lo mucho que le dio el zonzo de García Gallardo, sigue precisando de acontecimientos que quiten el foco de allí donde más tiene que perder
Cuando me enteré de que Vox, con la inestimable ayuda de Fernando Sánchez Dragó -¿Arrabal, no andaba por ahí?- le proponía a Tamames presentar una moción de censura al Gobierno social-comunista pensé lo que todo el mundo ha pensado: otro favorcito para el de la Moncloa. Abascal necesita notoriedad porque sabe que lo suyo no sube, y lo que no sube es que baja. Y Sánchez, una vez agotado lo mucho que le dio el zonzo de García Gallardo, sigue precisando de acontecimientos que quiten el foco de allí donde más tiene que perder, sus alianzas bochornosas con lo más execrable de la política en España y los efectos de la ley del sólo sí es sí.
-Santiago, cómo crees que podemos hacer para que Feijóo se retrate una vez más ante los suyos y yo encuentre algo de paz.
-A ver, a ver, Pedro, deja que piense… ¡Ya está!
Y entonces Santiago, que era en el PP y es en VOX una mediocridad política de libro, pero con el aura que da estar rodeado de pelotas que le deben un escaño y su próxima renovación, pensó en un abuelete cascarrabias cercano a los 90 años y cuya carrera comenzó en el Partido Comunista de España. La militancia de ese partido debe estar desconcertada, si es que no vive en una amnesia permanente que le impida saber quién fue Tamames, y sobre todo quién es el Tamames de hoy. Una moción de censura exige del candidato una fortaleza que este hombre no tiene, un aguante y una agilidad que está lejos de tener. Por mucho que se tiña el pelo de rubio, los casi noventa años no se los quita nadie.
Habrá militantes de Vox capaces de preguntarse que, si Abascal es capaz de esto estando donde está, qué pasará cuando pueda influir en el Gobierno de España
¿Qué pretende Abascal además de la notoriedad? Seguramente, elevar el tono circense en el que se desarrolla la vida política española. Igual piensa que estas charlotadas lidiadas en el hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo le salen gratis a él, que no lo sé, desde luego no al resto de los españoles, no a nuestra democracia, que ya vemos que a él le importa más bien poco. Ha de suponer uno que habrá ahí militantes de Vox capaces de preguntarse que, si Abascal es capaz de esto estando donde está, qué pasará cuando pueda influir en el Gobierno de España.
No sé qué queda del comunista que fue, ni qué dirá Tamames hoy. Espero que sea consciente para distinguir el ridículo del protagonismo que busca y nos deje a todos en paz, que con lo que hay ya es grande la barahúnda. En Vox, aquellos que se fueron del PP porque no soportaban la música de la derechita cobarde, ya están probando lo que es la derechona extrema sin miedo al ridículo y la extravagancia. ¿Se está mejor ahí? Pues nada…
Piénselo un instante. ¿Es casualidad, o algo más, eso de que Abascal y Sánchez aparezcan concertados y sincronizados como dos relojes suizos cada vez que tienen problemas con sus socios? ¿Casualidad que uno y otro busquen peces allí donde las aguas peor huelen?
Y a todo esto, ¿dice el PP algo sobre el folletín de Abascal y sus nuevos favores a la causa sanchista? Ya ven que más bien poco. Una fotito de Feijóo entre Aznar y Rajoy como gran hallazgo, que es lo mismo que retratarse entre la soberbia a la indolencia. ¿No hay un espacio propio para Feijóo? Sí, cómo no, ese que empieza otra vez con el váyase señor Sánchez. Ciertamente hay algo peor que la indignación que provocan: el aburrimiento.
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