Decía el gran Antonio Escohotado que "la igualdad no solo es imposible, es indeseable". Sin embargo, cada cierto tiempo hay quien nos quiere vender la desigualdad, en lugar de la pobreza, como el gran problema del mundo. Hace unos días, un medio provocó la indignación de muchos en las redes sociales con el siguiente titular: “Los ejecutivos del Ibex 35 cobran 60 veces más que sus trabajadores”. Es curioso porque el que Lewandowski o Benzema ganen fácil 500 veces más que el taquillero del estadio no parece molestar tanto, quizás porque en el fútbol resulte más fácil calibrar el valor añadido que tiene cada empleado aporta a una misma empresa. Seguramente hay ejecutivos que ganan demasiado, así como trabajadores que reciben menos de lo que deberían, pero ese es un asunto privado. La desigualdad de ingresos, sea justa o injusta, nunca va a desaparecer: siempre hay quien trabaja más, tiene más talento, hace una labor más importante… o tiene más suerte.
Incluso personajes de la izquierda española como Pedro Almodóvar, Wyoming o incluso Pablo Iglesias, que con la boca pequeña defienden el modelo “igualitario”, son conscientes y asumen, que un director de cine gane mucho más que un maquillador, que un presentador de éxito gana más que un cámara y que un profesor universitario y exdiputado gana más que el camarero del bar del Congreso. Se antoja inevitable la desigualdad salarial. Tampoco veo posible limitar salarios en instituciones privadas. Cierto que algunos ganan demasiado y esos salarios salen a veces –en el caso de directivos- de tarifas más altas o peores servicios porque injusticias siempre hay, pero un gran sueldo (por ejemplo, el de Messi cuando jugaba en el Barça) genera unos ingresos muy altos para la Seguridad Social y la Hacienda pública en cada nómina, por lo que hay una consecuencia social positiva. En el caso de Messi, al no poderle pagar tanto, se fue a jugar a otro país y esos ingresos se han perdido. Es decir, sueldos altos en empresas privadas, siempre y cuando cobren legalmente, son beneficiosos para el erario.
No, no es un problema económico que haya más ricos mientras haya menos pobres, de hecho lo que suele ocurrir es lo contrario: si hay menos ricos, hay más pobres
El problema económico es el salario de cada uno, pero no la diferencia con otros: si a mí me suben el sueldo en 10.000 y a mi compañero en 20.000 la desigualdad aumenta pero mi noticia económica es positiva, por más que puede que me moleste.
Otro tipo de desigualdad es la de capital. Y es que las personas que ganan más, pueden ahorrar e invertir y por lo tanto si la economía crece, como eso hace subir –habitualmente- la bolsa y el precio de las propiedades, aumenta la desigualdad. Eso se ha hecho patente en los países donde más ha mejorado la economía las últimas décadas como China o India. Nunca hubo más millonarios y, a la vez, menos pobres. Son sociedades que viven claramente mejor pero la desigualdad aumenta porque el que tiene capital puede multiplicarlo (dinero llama a dinero). La expansión monetaria tan brutal de los bancos centrales ha provocado un aumento de la desigualdad en el mundo occidental ya que ha elevado el precio de los activos en mayor proporción que los salarios. Los norteamericanos vivían mejor en 2019 que en 2009 (aunque sólo sea por los millones de empleos creados desde entonces) pero quien tenía dinero en acciones o en viviendas mejoró mucho más que quien no tenía ahorros. ¿Es un problema económico este aumento de la desigualdad? Para responder a esa pregunta basta con ver el desplome bursátil de este año. La desigualdad se ha reducido porque los más ricos lo son menos al perder valor sus activos, pero esa bajada viene por la alta inflación y porque se anticipa una nueva crisis con lo que la sociedad en su conjunto vive, y se supone vivirá -sobre todo si aumenta el paro- peor. Así que no, no es un problema económico que haya más ricos mientras haya menos pobres, de hecho lo que suele ocurrir es lo contrario: si hay menos ricos, hay más pobres.
La igualdad del dinero que tenemos en la cuenta corriente no sólo es injusta, porque hay personas con más talento y que se esfuerzan más, es que es utópica porque no se corresponde con la realidad humana. El incentivo de mejorar está dentro de nosotros y si el que posee cierto capital tiene hijos, como todo padre hace, invertirá en su educación y les dejará patrimonio en herencia por lo que probablemente la desigualdad continuará en la siguiente generación. Por otra parte, tendemos a pensar que la desigualdad es algo que el sistema económico nos impone cuando en muchas ocasiones la desigualdad la creamos nosotros.
Uno acabó siendo catedrático y de clase media-alta y otro no acabó el bachillerato elemental y hoy pertenece a la clase media-baja
Todos conocemos casos de antiguos compañeros de escuela, con una situación social similar, que han evolucionado de forma muy dispar. Volviendo a los ejemplos familiares, tengo dos hermanos que fueron a uno de los mejores colegios privados de Madrid (ambos con becas de las que otorgaba Franco –yo ya no las pude disfrutar- a las familias numerosas de honor como la mía) y uno acabó siendo catedrático y de clase media-alta y otro no acabó el bachillerato elemental y hoy pertenece a la clase media-baja. Porque cada persona es como es y se desarrolla de forma distinta (ni mejor ni peor, no sabría decir cuál de ellos es más feliz en su vida) incluso partiendo de unas mismas condiciones. Por eso es absurdo intentar imponer la igualdad y por eso donde se ha intentado https://www.vozpopuli.com/opinion/fracaso-colectivismo-alemanes.html se ha fracasado.
Otro tema es la desigualdad de oportunidades. Ahí sí que tenemos un claro problema tanto social como económico ya que un niño es inocente de nacer en el Chad en lugar de en Suiza. Ya hablaremos de ello en otra ocasión y de cómo, precisamente en España, no podemos quejarnos ya que somos unos privilegiados de nacimiento en comparación a cientos de millones de seres humanos pues disponemos de una sanidad y una educación universal así como de unos servicios asistenciales muy superiores a la media planetaria.
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