Opinión

La gran hipocresía progre

En verano no se hablaba de política, hasta que Pedro Sánchez adelantó las gen

En verano no se hablaba de política, hasta que Pedro Sánchez adelantó las generales para vengarse de los resultados en las municipales y autonómicas. Aun así, esperábamos que después del 23J podríamos olvidarnos un poco del tema, pero no ha habido manera.  “Desde las elecciones no he vuelto a ver un telediario ni a leer un periódico”, me decía el otro día una gran amiga. “Me tienen harta”. Quizá muchos compartamos la sensación de que se ríen de nosotros en nuestra cara y de que todo está atado y bien atado. Así, mientras Puigdemont prometía que Pedro Sánchez “meará sangre”, veíamos a este último en Lanzarote, relajado como un funcionario que hubiera contratado el viaje en febrero y no tuviera problemas de próstata. 

Mientras él veraneaba en palacios, fue imposible no enterarse de lo de Eva Amaral, pues la izquierda la elevó a los altares de la heroicidad y el topless de la maña invadió los teléfonos móviles como una plaga de medusas. A nadie le había escandalizado la performance pectoral —llevamos décadas viendo tetas en todas partes—, pero los rojos pataleaban en las redes sociales como si las derechas hubieran preparado un auto de fe contra la cantante y sus defensores estuvieran librando una contienda épica para salvarle la vida. Lo de menos es que ni ella corriera ningún peligro ni hubiera ningún enemigo enfrente: la realidad ya no cuenta, ahora lo único que importa es el relato. Y lo mismo han hecho con el triunfo en semifinales de la sección española de fútbol femenino. Al parecer, las goleadoras fueron una muchacha negra y otra gitana, ole por ellas, pero los zurdos —que diría Milei— también aprovechan lo deportivo para inventarse nuevas batallitas, y desde Monedero hasta el último mono  están llenando las redes sociales de mensajes contra esa derecha que, según dicen, insulta a estas futbolistas. Pero si les pides que, por favor, compartan esos mensajes en los que se las veja para que todos podamos verlos, sólo obtienes silencio. Como en el caso de Amaral, tanto la afrenta como el enemigo son ficticios.

Lo malo del relato es que, tal y como decía Goebbels, si nos lo repiten suficientes veces, acaba convirtiéndose en verdad

Lo malo del relato es que, tal y como decía Goebbels, si nos lo repiten suficientes veces, acaba convirtiéndose en verdad. Por eso nos hemos acostumbrado a esa falta de humildad por la que ciertos partidos —y sus seguidores— no dudan en calificarse de “progresistas”. “Somos las fuerzas progresistas”, suelen decir, “y las más guapas”, añado yo por lo bajini. Pero, ¿en qué consiste ese presunto progreso? ¿En la cultura woke, que no es nada más que la censura de toda la vida? ¿En ir bajando el nivel educativo sin descanso? ¿En subir el sueldo mínimo mucho menos de lo que sube la inflación, la energía y la comida? ¿En rebajar las penas a violadores y pederastas? ¿En hacer lo contrario de lo que se predica?

La gran Mercedes Milá ha protagonizado este verano un episodio que lo ilustra a la perfección. Ella, rica por cuna aristocrática y más rica aún por su trabajo —al César lo que es del César—, es una activista de la ecoconciencia  y, por tanto, está llamada a luchar contra el cambio climático, ese por el que los pobres tenemos que dejar de usar nuestros asquerosos coches de combustión. Pues bien, esta adalid ecoconcienciada tiene una lancha con la que sale a navegar. No un yate de vela, no; una lancha que funciona con gasolina. Que los pobres vayan a trabajar en coche, mal; que los ricos progres contaminen el Mediterráneo para no mezclarse con el populacho en la playa, bien. La mala suerte —y, probablemente, la edad—quiso que el otro día olvidara llenar el depósito, y se quedó tirada. Podría haber solventado el asunto discretamente y nadie se habría enterado de su irresponsabilidad, pero en su inmensa soberbia —ah, esa superioridad moral—, grabó un vídeo en el que se quejaba de que ningún siervo se había detenido a remolcarla. La hipocresía de los progres no tiene límites. 

Y su manera de retorcer el lenguaje, tampoco. Yolanda de Yolandas ha vuelto de vacaciones para decirnos que “este país” —no dice España ni equivocándose— es “un país de países” y que Sumar es un partido plurinacional (¿?) y progresista. Y que sólo los progresistas pueden negociar con los independentistas para “emprender los cambios del modelo territorial”, que es algo que nadie nos explica en qué consiste. Aunque, si traducimos al español, se entiende que la vaca española va a seguir siendo ordeñada para pagar la deuda de los indepes catalanes, la fiesta de los indepes vascos y la gran vidorra de los políticos progres. De momento, ya tenemos a Armengol de presidenta del Congreso. Y quizá no tardemos mucho en apoquinar, además, intérpretes, para que nuestros extorsionadores puedan reírse de nosotros en esos idiomas que no sirven para nada fuera de su terruño, pero que llenan los bolsillos de sus familiares y amigos. Y si no os parece bien, es porque sois unos fachas y unos nazis. Bienvenidos  a la XV Legislatura.

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