La respuesta común a la Gran Recesión que arrancó en 2007 fue un ejemplo claro de los escasos límites que existen entre derechas e izquierdas en economía. Todos los gobiernos reaccionaron de un modo similar, promoviendo una política monetaria expansiva, salvando a las entidades financieras con dinero público y tirando de déficit para suavizar el impacto social de la crisis. En 2020, con la pandemia, vimos lo mismo y gobiernos conservadores como el británico o de izquierdas como el portugués, aplicaron las mismas recetas. En España el gobierno de coalición usó y abusó de los ERTE, cuya fácil aplicación fue propiciada por la reforma laboral del PP de 2012, para frenar el aumento del paro, y medidas similares fueron usadas en otros países de la llamada “Europa del Bienestar”. Hay diferencias en la gestión, en la rapidez para tomar decisiones, en la forma de implementar las “soluciones” pero en general todas han sido similares. No hay diferencias ideológicas. Incluso en los Estados Unidos, donde Trump inició su mandato con una rebaja fiscal a los más ricos, algo propio del partido con el que concurrió a las elecciones, a la hora de afrontar la pandemia, las directrices tomadas fueron continuadas por Biden que incluso las amplió, como en el caso del reparto de dinero a las familias.
Esto viene al caso porque siempre que surgen problemas existe la tentación, lógica, de buscar soluciones distintas pero, aunque existen partidos de derechas y de izquierdas, ambos en política económica se parecen en su intervencionismo. Y es un poco absurdo que se pretendan resolver los problemas con lo mismo que los ha causado. Y no pretendo aquí defender el liberalismo, ese es un tema y un debate que necesita mucho más espacio, sólo dejar claro que la situación actual viene dada por decisiones políticas, no empresariales ni de “los mercados”, que suelen ser los culpables usados, generalmente desde la izquierda, para explicar por qué sus recetas no funcionan.
Los tipos de interés, incluso en negativo, han propiciado que los estados se pudieran endeudar más y más con facilidad sin aplicar ajustes fiscales, lo que ha llevado a unos niveles de deuda pública desmesurados
La inflación es ahora un problema, ante todo, debido a los confinamientos -decididos por los gobiernos- que ralentizaron el consumo y el comercio y las cadenas de suministros no se pudieron recuperar a tiempo de las aperturas que ellos mismos decretaron. No estoy diciendo que fueran decisiones erróneas, sólo recuerdo a quienes las tomaron. A eso se suma una política monetaria que lleva más de una década inundando el mundo con dinero muy barato lo que ha acabado propiciando una subida del precio de muchos activos, incluidas las materias primas, un mayor apetito por el riesgo y un incentivo al consumo frente al ahorro. Para colmo, los tipos de interés, incluso en negativo, han propiciado que los estados se pudieran endeudar más y más con facilidad sin aplicar ajustes fiscales, lo que ha llevado a unos niveles de deuda pública enormes que llevan a que se presione a los bancos centrales, BCE es el mejor ejemplo, a no encarecer los tipos de interés. Es sabido que la combinación de un menor crecimiento con un mayor coste, estropearía aún más las cuentas públicas. Eso provoca que la capacidad de reacción a la situación actual sea más limitada.
Todo han sido decisiones políticas. ¿Y qué está pasando en la actualidad? Se ha demostrado que Rusia se ha pasado meses reduciendo los suministros de gas hacia Europa (curiosamente los amplió una vez iniciada la invasión de Ucrania, otra decisión gubernamental, justo en precios máximos) y con ello encareciendo el producto y disparando el coste de la luz. La OPEP, dirigida por políticos como también lo es Putin, no se olvide,, decidió no ampliar mucho más la producción pese al aumento de precios. Otro político como Xi Jinping, lleva años cambiando el modelo económico chino para fomentar el consumo interno por lo que el país más poblado de la Tierra cada vez acumula más materias primas, compitiendo por los mismos recursos que necesita Occidente. Y otro político, como es Biden, está luchando para frenar el aumento de precio del petróleo, liberando reservas estratégicas e intentando sumar a otros países a esa decisión.
Hay decisiones malas y decisiones buenas según los criterios de cada uno, pero su denominador común es que son reflejo del intervencionismo. ¿Y qué decir de Europa? Creó un impuesto a las emisiones de carbono que han ayudado a encarecer el gas, y se ha hecho dependiente de productos que vienen de fuera, incluso cuando podríamos obtenerlos aquí (el caso del girasol en España es sintomático), incluso Alemania decidió depender del gas ruso en lugar de usar sus centrales nucleares o su carbón. Los gobernantes españoles son responsables de renunciar al fracking -a pesar de las reservas probadas de gas en nuestro subsuelo- y sin embargo no tienen problema en adquirir gas a Estados Unidos, donde se obtiene con esa técnica. También lo son de renunciar a las centrales nucleares (aunque hemos importado energía de Francia generada por ese método), a la extracción de carbón (aunque compramos productos chinos fabricados con la ayuda de ese combustible) etc., etc.
Estamos en un sistema económico cada vez más alejado del liberalismo mientras que surgen más voces que insisten en que la culpa de todos los problemas está en un 'sistema neoliberal' que ni siquiera existe
La subida del precio de la luz no es culpa de Iberdrola (como no lo es de la italiana Enel, pública por cierto, en Italia), sino de los políticos que han ayudado a ese encarecimiento. En España la vinculación de la tarifa PVPC de mercado diario al de futuros, en Europa la forma de formar el pool de precios y, más recientemente, la guerra económica contra Rusia, son decisiones que, más allá de si son correctas o no, no tienen nada que ver con las empresas. Estamos en un sistema económico que cada vez está más alejado del liberalismo y, a la vez, surgen cada vez más voces que, por desconocimiento o mala fe, siguen insistiendo en que la culpa de todos los problemas está en un supuesto “sistema neoliberal” inexistente. ¡Si hasta hemos conocido esta semana la nueva normativa que regula la cantidad de sal del pan! Para bien o para mal, nuestro sistema es intervencionista, y cada vez lo es más. Si Argelia nos encarece el gas, o si Marruecos frena las olas de inmigración ilegal (por poner una posible consecuencia negativa y otra positiva), es responsabilidad de la decisión de Sánchez sobre el Sáhara, ¿Dónde está el “neoliberalismo” de eso?
Por supuesto que hay especulación en los mercados (tanto en los globales como posiblemente en el supermercado de la esquina), y seguro que hay muchas iniciativas privadas que pueden mejorar la situación, pero que nadie se engañe: si la inflación se ha disparado, si el crecimiento va a ser menor del esperado, si las cuentas públicas llevan años estropeándose, si las medidas se parecen mucho entre países pero justo España es el país donde más cayó el PIB en 2020 y donde más está subiendo la inflación en lo que llevamos de 2022 etc., es responsabilidad de gestores políticos. Pretender que tomen más y más poder, que intervengan con más fuerza en la economía, que nos quiten más recursos financieros al aumentarnos los impuestos… es asumir que los mismos que han creado los problemas vayan a solucionarlos con las mismas herramientas. Y ojalá sea así porque no creo que sea algo que vaya a cambiar (ni aunque en España cambiemos de gobierno, vistas las alternativas), sólo pido que no nos cuenten milongas.
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