Enfocamos en estas semanas la mitad de un curso que ha visto, casi desde sus inicios, ninguneadas sus previsiones económicas. A finales de febrero, la invasión militar de Ucrania por parte de Rusia dejó en papel mojado todas las proyecciones sobre crecimiento e inflación que se habían realizado hasta la fecha. Además, la anterior séptima ola y los problemas en las cadenas de valor aún existentes por la asimetría de la pandemia ayudaron a que, en apenas pocos meses, todas las previsiones debieran ajustarse a la baja y por mucho.
Mirando al futuro, en lo que resta de año y lo que podemos considerar del que viene, nuestro país se enfrenta a tres grandes retos que pueden condicionar sobremanera nuestro crecimiento en el corto y medio plazo. Estos tres grandes retos son por todos conocidos, pero resulta interesante resumirlos y exponerlos para saber a qué nos atenemos.
En primer lugar, la energía seguirá amenazando la recuperación, esto sin contar con la irrupción de cualquier otro evento que lo haga empeorar o que los existentes horaden aún más el pozo creado a inicios de año. A pesar de que nuestro país no tiene un problema de suministro derivado del conflicto ucraniano, los efectos en los precios globales de la energía nos han golpeado muy duramente desde mediados de 2021. Además, nuestra especial dependencia de las importaciones energéticas nos hace mucho más vulnerables a estas subidas de precios importados, lo que nos empobrece más que a otros países reduciendo la capacidad de compra de los ciudadanos españoles y con ello a la demanda mientras erosiona más nuestra competitividad.
Muchos análisis estiman que el golpe energético, sumado a otros elementos adyacentes derivados de la crisis ucraniana podría haber recortado nuestro crecimiento en 2022 en al menos 1,4 puntos porcentuales
Además, los efectos de estas subidas de precios de la energia sobre la inflación han sido intensos, trasladando estos mayores costes al resto de los precios y elevando de forma relevante la inflación subyacente. El gran riesgo que puede amenazar nuestro devenir económico en el futuro más cercano es que se activen los tan temidos efectos de segunda ronda. Sin embargo, y de momento, parece que no existen, por lo que, si no hay un nuevo evento grave e inesperado, la inflación se moderará en los próximos meses. En todo caso, muchos análisis estiman que el golpe energético, sumado a otros elementos adyacentes derivados de la crisis ucraniana podría haber recortado nuestro crecimiento en 2022 en al menos 1,4 puntos porcentuales, recorte que se extenderá como menor crecimiento potencial mientras el conflicto perdure.
Dentro de esta cifra se contabiliza ya otro de los retos a los que nos enfrentaremos y que puede seguir elevando las dificultades para el devenir de nuestra economía en este futuro cercano: el comercio internacional. Así, en lo que llevamos de 2022, el comercio internacional sigue sin estar en su mejor momento. Al contrario de lo que puedan pensar muchas personas, España es una economía profundamente internacionalizada y muy dependiente de los ciclos internacionales. Por este motivo, a pesar de no depender en exceso del comercio con economías como son la rusa y ucraniana, el conflicto de forma indirecta nos afecta de manera importante. Además, la situación pandémica en China está limitando, de nuevo, las exportaciones de este país al resto del mundo, con un puerto como el de Shanghái completamente colapsado y funcionando a un nivel muy inferior a su potencial. Las cadenas de suministros, ya afectadas duramente durante 2021, no encontrarán aún el camino de la completa recuperación, por lo que el covid seguirá incidiendo negativamente en nuestra economía a través de estas otras vías menos evidentes pero no por ello poco relevantes.
La indiciación de rentas, entre ellas las públicas, y en particular las pensiones, pueden derivar, a partir del año que viene, en problemas presupuestarios por todos conocidos
En tercer lugar, y ya mirando al suelo patrio, los desequilibrios macroeconómicos españoles no son los mejores para fomentar un crecimiento sólido y continuado por mucho tiempo. Por un lado, la inflación que, aunque puede tener efectos positivos en el corto plazo, como es la reducción del déficit y del peso de la deuda pública, tendrá muy posiblemente consecuencias más negativas en el medio plazo. Por un lado, debemos mencionar la más que factible subida de tipos desde este verano (o antes) y que afectará a nuestro crecimiento, como al del resto de socios europeos. Por otro lado, por la indiciación de rentas, entre ellas las públicas, y en particular las pensiones, y que pueden derivar, a partir del año que viene, en problemas presupuestarios por todos conocidos.
A ello sumemos, también en el ámbito de la indiciación, la necesidad de revisar precios públicos, pagados en licitaciones y transferencias con motivo de la intensa subida de algunos precios. Además, a esto hay que añadir el impacto presupuestario de las medidas aplicadas para reducir o mitigar las consecuencias económicas y sociales del aumento de los precios energéticos. Aunque en principio estas medidas son temporales, mucho podemos temer que estas se puedan prorrogar por un tiempo superior al que se esperaría inicialmente o al que podríamos considerar como deseable. Aunque puedan ser algunas medidas razonables (aumento del IMV) u otras menos (descuentos carburantes), lo que debemos esperar es que estas terminen impactando en el déficit y en la deuda si perduran por más tiempo. Todo ello en un nuevo escenario en el cual, si bien no nos van a exigir en el corto plazo un ajuste presupuestario para contener el déficit público (a la espera de la definición de las reglas fiscales) sí deberemos explicar cuál será la senda de consolidación fiscal creíble para evitar, además, un mayor coste financiero de la deuda ya de por sí alentada por la inflación.
Ante estos tres riesgos, nuestro país se enfrenta, sin embargo, a dos grandes oportunidades que pueden contrarrestar los costes mencionados. En primer lugar, la recuperación del turismo que, por el mero y simple hecho de reducir la brecha que aún sufre desde la caída del mismo al inicio de la pandemia, aportará algunos puntos de crecimiento a nuestra economía durante este año. En segundo lugar, el ritmo de ejecución de los fondos europeos se ha intensificado claramente, por lo que podría aportar igualmente, según estimaciones de la AIReF, un punto porcentual al crecimiento. Entre ambos factores podrían total o parcialmente compensar los efectos negativos para 2022 de los riesgos antes descritos. Veremos.
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