Habrán advertido ustedes que hace unos días, el 28 de junio, se celebró el día del Orgullo Gay, festividad laica que llama la atención sobre el respeto que nos debemos todos, independientemente de quién nos atraiga, a quién amemos o con quién nos metamos en la cama, que es cosa que no debería importar a nadie. Muy bien. Pues numerosas personas e instituciones, desde yo mismo (que no soy más que un peatón) hasta el Congreso de los Diputados, Correos y gran cantidad de ayuntamientos, asociaciones y grupos humanos de todo género, colocaron en sitio bien visible la bandera del arco iris. Se vio en ventanas, calles, buzones, fachadas, edificios públicos y, como no podía ser de otra manera, también en las redes sociales.
Una de las instituciones que colocaron su emblema sobre las seis franjas de colores (que deberían ser siete, pero no vamos a discutir por eso ahora) fue la Guardia Civil. Y los que están esperando para armarla por cualquier cosa la armaron, no faltaba más. Debo reconocer que algunos amigos habíamos apostado sobre si la armarían o no. Ganamos los que menos confianza tenemos en la inteligencia y la sensatez humana.
La Benemérita y la Policía cuentan con algunos de los mejores estrategas de comunicación en redes sociales que hay en España. Tienen mucho que comunicar. Y lo hacen muy bien
La Guardia Civil, lo mismo que la Policía Nacional y otros cuerpos de seguridad parecidos (ertzainas, mossos, etc.), son desde hace mucho tiempo organismos irreprochablemente democráticos que están al servicio de los ciudadanos. Quizá no estén de acuerdo con esto quienes se complacen en quemar contenedores en las calles con la pretensión de que alguien, fuera de nuestras fronteras, les haga un poco de caso, pero muy pocas personas más discutirán esa aseveración. Desde los casposos bigotes de Tejero hasta ese tuit con los fasces, la espada y la corona sobre los seis colores de la igualdad y el respeto han pasado no años sino siglos. Una de las cosas en que se nota es que ambos cuerpos, la Benemérita y la Policía, cuentan con algunos de los mejores estrategas de comunicación (ahora se llaman community managers) en redes sociales que hay en España. Tienen mucho que comunicar. Y lo hacen muy bien.
Críticas y denuncias
Faltó tiempo para que los boceras de la extrema derecha (boceras en las dos acepciones del DRAE) pusiesen, como suelen, el grito en el cielo. Ejemplos de cordura y comedimiento como los diputados Tertsch u Olona, esa mujer que tanto recuerda a aquellos ciegos que vendían los “iguales” en las esquinas, a grito pelao, o el mismo Girauta, que como siga corriendo hacia la banda derecha se va a salir del campo y va a acabar en la grada, soltaron por esa boca los improperios habituales. Vox, no faltaba más, puso las denuncias de costumbre. Y la “Asociación de Abogados Cristianos” corrió a querellarse contra la directora de la Guardia Civil, María Gámez.
¿Argumentos, por llamarlos de alguna manera? Que la bandera del arco iris representa a una “ideología de género” vinculada a la extrema izquierda y que el 'lobby gay', con el apoyo del Gobierno, pretende romper la institución familiar.
Muchos lo han intentado
A Mariano Rajoy le habrán llamado muchas cosas en esta vida, pero “rojo” seguramente no. Mariano Rajoy era el presidente del Gobierno de España entre 2015 y 2018. Durante todos esos años, cada 28 de junio, la Guardia Civil publicó en sus redes sociales mensajes muy parecidos al de este año: mensajes contra la intolerancia, contra las agresiones a los gais (agresiones que, vamos a ser claros, nunca proceden de las personas de izquierda) y a favor de que vivamos y dejemos vivir, que cada cual se enamore de quien quiera o sepa o le apetezca. Eso hace, desde hace años, la Civil. Esto la señora Olona, seguramente preocupada por hacerse oír y no quedarse afónica, quizá no lo sabía.
Ser homosexual no es una ideología. Ni una creencia. Ni una opción. Es una condición personal que se tiene o no se tiene, que no se puede elegir y que tampoco se puede evitar, lo mismo que ser zurdo, pelirrojo, de ojos verdes o natural de Alicante, como la señora Olona. Quien le diga a usted que ser gay se puede “curar” o revertir, como si fuese una enfermedad, le está mintiendo, señora, señorita, caballero. No se puede. Es imposible. Lo diga quien lo diga. Muchas malas bestias lo han intentado y lo único que han conseguido es causar un daño terrible a muchas personas que no tenían ninguna culpa (ni ninguna responsabilidad) por sentirse atraídas por seres humanos de su mismo sexo. Eso viene de serie y no tiene vuelta de hoja.
Por lo mismo, también es completamente imposible hacerse gay por propia voluntad, o porque a uno le convenzan para ello, si le gustan las señoras. Quienes repiten (y lo repiten muchísimo) que informar a los chavales en las escuelas de que los homosexuales existen y que son tan dignos de respeto como todos los demás es “hacer propaganda de la homosexualidad” para que los niños se conviertan en gais, están diciendo una gilipollez del tamaño de la catedral de Burgos. Nadie puede “hacerse gay” o “dejar de ser gay” porque le apetezca o porque le presionen para ello. Lo repito porque es importante: quien diga que sí se puede, está mintiendo.
Lo que sí es posible, y por desgracia sigue siendo frecuente en muchas partes del mundo, es provocar un tremendo sufrimiento en aquellas personas a las que se obliga a pelear –inútilmente siempre, siempre– contra su propia naturaleza.
Hay gais y lesbianas en todas partes, de todas las ideologías, de todos los colores y en todas las creencias y profesiones
Lo de la vinculación de la homosexualidad a la extrema izquierda es otra memez inventada por estos fanáticos, cuyo fanatismo procede de la religión, sea la que sea. Hay gais y lesbianas en todas partes, de todas las ideologías, de todos los colores y en todas las creencias y profesiones. Yo conozco, incluso, gais que votan a Vox, lo cual me lleva a pensar en trastornos de la personalidad próximos al masoquismo, porque ya se está viendo (una vez más) lo que piensa ese partido de los gais. Una ideología es algo de lo cual una persona puede ser convencida. Una ideología, lo mismo que una creencia, sí puede ser objeto de propaganda.
Si reflexiona, si le convencen o si le presionan para ello, uno puede hacerse (o dejar de ser) del PSOE, del PP, católico, musulmán, anabaptista, independentista o incluso seguidor del Celta de Vigo, por poner unos pocos ejemplos. Todo eso puede enseñarse… y se enseña, muchas veces en las escuelas (lo del Celta me imagino que no). Pero no hay propaganda en el mundo capaz de hacer que un señor que mide metro y medio mida dos metros, ni que una señorita que ha nacido en Barbate pase a ser natural de Baracaldo, ni que alguien que ha nacido homosexual deje de serlo. O al revés. Como decía Talleyrand, eso no puede ser y además es imposible.
De todos modos, tampoco es tan importante el vocerío de los neofranquistas sobre este asunto. No está dirigido a todos los ciudadanos: solo a aquellos que, según la estrategia de comunicación populista cien veces ensayada desde Mussolini para acá, pudieran 'picar' en esas consignas tan simples y pensadas para gente muy, muy limitadita social, cultural e intelectualmente. Se trata de hacer ruido, todo el que se pueda (ah, la voz dulce y melodiosa de la señora Olona), y nada más. De generar odio. De crear o atizar enfrentamientos, nunca concordia.
Por eso es tan alentador que una institución cuyo trabajo es confortarnos, cuidarnos y protegernos a todos, apueste (desde hace ya muchos años, cada 28 de junio, gobierne quien gobierne) por el respeto de todos hacia todos, por la fraternidad y por la consolidación de la libertad, incluida la afectiva. Dicho quede, pues, con la mayor gratitud:
¡Viva la Guardia Civil!
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