La Guardia Civil acudió el martes 9 de julio al Palau de la Generalitat en busca de documentación relativa al 1-O, por requerimiento del juzgado de Barcelona a cargo de la investigación. Los cuatro agentes de paisano que llevaron a cabo las diligencias entraron en el edificio a las 10 y lo abandonaron a las 13, y en ambas ocasiones lo hicieron por la puerta.
Incomprensiblemente, ninguno de los periódicos que se hicieron eco de dicha actuación mencionó ese detalle, cuando, de hecho, sólo había un motivo para que un trámite tan sumamente ordinario (¡la banalidad del bien!) fuera noticia: la posibilidad de que la comitiva hubiera de salir saltando por los tejados.
La referencia al 20 de septiembre de 2017, en efecto, resulta inexcusable para constatar, una vez más, la derrota del independentismo. No sólo por el clamoroso vacío de la plaza de San Jaime (a diferencia, por ejemplo, del 15 de marzo de 2018, en que una concentración en protesta por otro registro reunió a unas mil personas). Esta vez, además, ni siquiera había mediado la preceptiva convocatoria en las redes sociales, descontando, eso sí, sendos tuits, a cuál más enternecedor, de Beatriz Talegón y Antonio Baños.
A la hora de valorar la intervención policial, la portavoz del Govern, Meritxell Budó, se vio en un engorro. No en vano, debía denunciar lo que, según su credo, no era sino un atropello, mas sin llamar la atención respecto a la circunstancia de que nadie, absolutamente nadie, se hubiera movilizado.
¿Y cómo se las compuso? Enmarcando la presencia de la Guardia Civil en el Palau en la “ola de represión que sufre Cataluña”. O lo que es lo mismo: restándole excepcionalidad. A juicio de la CUP, no obstante, la placidez con que se había desarrollado el procedimiento suponía una afrenta, de ahí que el diputado autonómico Vidal Aragonés reprochara a Torra que no hubiera impedido el paso a los representantes del Instituto Armado.
Y algo más: “El Govern se ha acobardado, ha tenido un comportamiento muy distinto al del verano y el otoño de 2017”. Entiéndase el desplazamiento de la responsabilidad: para la CUP, al pueblo siempre le asiste la razón. Ante el estado actual de la emancipación, nada debería suscitar más inquietud que una nueva incomparecencia del Estado.
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