“Bien, Houston, hemos tenido un problema aquí”, fueron las palabras utilizadas por la tripulación del Apolo 13 para comunicar el imprevisto que a punto estuvo de poner fin a su misión de forma trágica. Llevándolo a los mercados estos días, estos parecen gritar “chicos, tenemos un problema”. Y un problema bien grande, deberíamos añadir, si la invasión rusa de Ucrania se alarga en el tiempo.
Más allá del drama que supone la propia guerra en sí y el efecto perverso y directo que va a ocasionar sobre millones de personas que viven o vivían en la zona, el conflicto está empezando a generar unos efectos de calado en las economías europeas. Estos efectos se están dejando notar ya en los mercados de todo el mundo donde la elevada volatilidad se ha instalado en las cotizaciones de bonos, acciones, materias primas y divisas.
Tras la apertura de las economías como consecuencia de una mucho menor incidencia de Omicron sobre la población, y a pesar de que la inflación ya entonces mostraba signos preocupantes, el optimismo sobre el crecimiento mundial parecía ser general y las cifras de crecimiento manejadas por organismos como la OCDE para este 2022 eran francamente optimistas, con Europa creciendo a una tasa nada desdeñable del 4,3% (España 5,5%).
Todas estas previsiones parecen haber saltado por los aires con el movimiento de Putin sobre Ucrania, poniendo en riesgo el crecimiento esperado de este año y llenando de incertidumbres el futuro más inmediato. Varias son las variables que van a complicar el panorama macroeconómico en próximas semanas.
La inflación de las materias primas, especialmente petróleo y gas, sigue desbocada. El petróleo, en niveles de 130 dólares por barril, ha subido casi un 50% en el último mes; mientras, el precio del gas ha multiplicado su precio por cuatro desde principios de año. Y parece que la escalada seguirá tras el anuncio de Estados Unidos de cortar la compra de petróleo y gas rusos, lo que tensionará aún más los precios. Este va a ser, sin duda alguna, el mayor problema que enfrenten las economías europeas en las próximas semanas.
El problema en estos momentos con los precios de las materias primas es de oferta y no tanto de demanda, de ahí que los bancos centrales poco podrán hacer para ayudar a contenerlos
El BCE se encuentra ante una encrucijada tras su anuncio de ir reduciendo su programa de compra de activos como preludio de una subida de los tipos de interés que se antojaba cercana. Sin embargo, el problema en estos momentos con los precios de las materias primas es de oferta y no tanto de demanda, de ahí que los bancos centrales poco podrán hacer para ayudar a contenerlos.
Es por ello por lo que podríamos esperar que estos se tomaran con más calma la adopción de medidas más restrictivas de política monetaria, lo que ayudaría a aliviar un tanto la presión que una política más restrictiva tendría sobre los mercados.
El efecto que la inflación, especialmente la energética, va a tener en las economías domésticas será tanto mayor cuanto mayor sea la duración del conflicto. Sin embargo, es indudable que ese efecto empieza ya a notarse en los datos de consumo, ya que la gente empieza a ser más reticente a gastar y eso tendrá su efecto en el crecimiento. Sirva de ejemplo el dato de ventas minoristas en Reino Unido que desaceleran hasta un +2,1% en febrero frente a un +8,1% del mes anterior, siendo el consumo discrecional el mayor damnificado debido al aumento del coste de la vida.
Nos encontramos con un futuro ciertamente incierto para las empresas en las próximas semanas o meses, con muchas de ellas incumpliendo con seguridad sus proyecciones de ingresos y beneficios
Esta reducción del consumo tendrá un impacto también en la cuenta de resultados de las empresas. Muchas de ellas se están viendo forzadas a trasladar a los precios el aumento de los costes de las materias primas –no sólo son petróleo y gas las que suben, sino prácticamente todas- lo que se traducirá en un menor consumo por la pérdida de poder adquisitivo de los salarios, que no va a ser posible actualizar con la subida de precios, por mucha voluntad que pongan gobiernos y/o sindicatos.
Si a esto le añadimos el efecto que tendrá para muchas empresas el anuncio de suspender sus operaciones en Rusia y el anuncio de subidas de tipos de la Reserva Federal, nos encontramos con un futuro ciertamente incierto para las empresas en las próximas semanas o meses, con muchas de ellas incumpliendo con seguridad sus proyecciones de ingresos y beneficios.
Con este panorama es francamente complicado hacer proyecciones a corto plazo, por lo que habremos de confiar en una pronta salida de la crisis que limite el impacto sobre las economías europeas. De alargarse o extenderse el conflicto sí que podríamos decir que la recuperación post pandemia podría verse seriamente amenazada; y, entonces sí, asistiríamos a caídas aún más pronunciadas en los mercados. Pero este escenario no de deja de ser uno de tantos y hay que pensar, como siempre les digo a clientes y amigos, que no importa cuán fuerte sea la lluvia que al final siempre escampa.
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