Se cumplen dos semanas desde que Vladimir Putin inició la injustificada e injustificable invasión de Ucrania, país soberano e independiente, con el objetivo de torcer la voluntad de los ucranianos, deponer a sus gobernantes y hacerse con el control del país para, de este modo, beneficiar los intereses políticos y geoestratégicos de Rusia; para lo cual no está ahorrando ni uno solo de los instrumentos que suelen emplear los dictadores de su calaña: la mentira y las amenazas, la manipulación informativa como propaganda política, la represión interna, los bombardeos sobre las principales ciudades del país, la violencia contra la población civil y la amenaza de perseverar en el empeño, incluso con el uso de armas nucleares en el caso de que las principales potencias del planeta traten de parar la invasión y la guerra.
Nadie que haya seguido el proceder de Vladimir Putin desde que tomó las riendas de Rusia en 1999 puede sorprenderse de su decisión de invadir Ucrania y lo que sea que esté dispuesto a llevar a cabo en el futuro inmediato: sus fines justifican los medios necesarios para alcanzarlos.
Conocemos su comportamiento. De puertas para dentro, eliminación física de sus adversarios políticos y de periodistas críticos con el Kremlin, detenciones arbitrarias y encarcelamiento de activistas pro derechos humanos, cierre de medios de comunicación no plegados al régimen y limitación progresiva de la pluralidad política del país y de las libertades civiles, hasta convertir Rusia en una autarquía. Cuando ha tenido que sofocar conflictos internas, no le ha temblado el pulso: durante la segunda guerra de Chechenia iniciada por Putin nada más llegar al poder, Grozni fue arrasada y miles de civiles murieron. Después, cuando periodistas rusos denunciaron las vulneraciones de los derechos humanos en Chechenia, fueron duramente perseguidos, castigados o eliminados.
Esgrimir argumentos geopolíticos para justificar a Putin o limitar sus responsabilidades, especialmente mientras mueren ciudadanos inocentes masacrados con bombardeos y disparos de mortero, es una inmoralidad y una indecencia
De puertas para fuera, guerra de Georgia y, más recientemente, ocupación del Donbás y anexión de Crimea en 2014; por lo demás, apoyo a dirigentes y movimientos políticos que pudieran perjudicar a Occidente, resquebrajar sus valores y dividirlo, bien fueran dirigentes populistas de extrema derecha o de extrema izquierda o movimientos independentistas para romper Estados y fomentar la división y el caos; además, desinformación, manipulación, intromisión ilegal en la política interna de otros países o violencia.
Nadie en su sano juicio puede argumentar que Putin se haya visto obligado a invadir Ucrania, como viene repitiendo la propaganda rusa y algunos replican por estos lares. Habida cuenta la dependencia de los principales países de su gas y de su petróleo, si así fuera, podría haber optado por otros medios para hacer valer sus intereses políticos; pero su objetivo no es sino impedir una Ucrania democrática, europea e independiente de Moscú, y convertirla en una región más de Rusia, consecuencia de su nacionalismo irredento. Para entender los hechos de hoy es esencial conocer los hechos del pasado, analizar las decisiones geoestratégicas de unos y de otros y estudiar el complejo mundo de las relaciones internacionales. Pero esgrimir argumentos geopolíticos para justificar a Putin o limitar sus responsabilidades, especialmente mientras mueren ciudadanos inocentes masacrados con bombardeos y disparos de mortero, es una inmoralidad y una indecencia. Obviamente, hemos cometido errores, pero el principal ha sido haber compadreado con el sátrapa ruso (como seguimos haciendo con otras dictaduras, por cierto). No hay ninguna justificación para invadir Ucrania, tratar de ocuparla y, mientras tanto, asesinar a miles de civiles. Ucrania tiene todo el derecho del mundo a tomar sus propias decisiones, decidir su futuro, elegir sus alianzas y existir como país independiente.
Mientras tanto, están ocurriendo cosas que Putin no esperaba: por un lado, Ucrania está resistiendo la ofensiva rusa; por otro lado, dentro de Rusia ha habido cierta contestación democrática y contra la guerra, aunque limitada por la represión del Kremlin; finalmente, la Comunidad Internacional y especialmente la Unión Europea están respondiendo con una determinación que Rusia no esperaba. Se han activado sanciones políticas y económicas, se está ayudando militarmente a Ucrania y se está intentando aislar al país agresor. Son unas decisiones que no tienen precedentes. En el corto y medio plazo nos perjudicarán económicamente a los ciudadanos europeos, pero la lucha contra las injusticias exige sacrificios; y en el futuro, si se persevera, y sin ánimo de ser un ingenuo, el resultado podrá ser un mundo más justo, pacífico y seguro. No podíamos mirar para otro lado o mantenernos de brazos cruzados.
Cuando ETA asesinaba siempre hubo quien trataba de “explicarnos” las razones políticas de los asesinos, no para llamar a la rebelión ciudadana frente al terrorismo sino precisamente para evitarla, relativizar las acciones de ETA
En oposición a los buenos gestos, se oyen voces que tratan de reducir las responsabilidades de Putin, se muestran contrarios a ayudar militarmente a los ucranianos para que puedan defenderse o culpan a Zelensky y lo hacen responsable por no rendirse. Animar a claudicar es un clásico de nuestro tiempo: dejando aparte a los ingenuos o despistados, los que están a favor del más fuerte suelen ser los que aconsejan al débil a que ceda. Animan a los agredidos a rendirse y a convertirse en súbditos de un tirano cuando ellos no van a ceder absolutamente nada. Cuando ETA asesinaba siempre hubo quien trataba de “explicarnos” las razones políticas de los asesinos, no para llamar a la rebelión ciudadana frente al terrorismo sino precisamente para evitarla, relativizar las acciones de ETA y repartir culpas: desde el “todos debemos ceder algo” hasta el “algo habrá hecho”. Los que nos “explican” las razones geopolíticas de Putin sin inmutarse y sin emitir una mínima palabra de condena (o lo hacen con la boca pequeña) son igual de miserables que aquellos. Ya saben, la culpa es de Ucrania, “por ir provocando”. Y respecto a dialogar, se dialoga en los parlamentos o para llegar a acuerdos con países extranjeros a través de los procedimientos establecidos y la diplomacia, pero sin trampas, sin chantajes y sin violencia. No se puede poner al mismo nivel a invasores y a invadidos, a víctimas y a verdugos.
Cuando se nos dice que todos son culpables, nadie lo es. Y eso es lo que algunos quieren vendernos: que Putin, en el fondo, no es culpable… o no menos que otros. Según estos, el propio Zelensky es culpable, por no rendirse y no entregar Ucrania a Putin. Esta postura es inmoral e inaceptable. Como en otras agresiones o enfrentamientos bélicos o militares, hay víctimas, verdugos y equidistantes. A veces estos últimos me parecen los peores.
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