Opinión

Guerra en Ucrania: Cui prodest?

Una buena forma de aproximarnos a fenómenos complejos para entender todo lo que implican, sobre todo en relaciones internacionales o grandes atentados, es hacer

Una buena forma de aproximarnos a fenómenos complejos para entender todo lo que implican, sobre todo en relaciones internacionales o grandes atentados, es hacernos la pregunta clásica: Cui prodest?

En el caso de la guerra de Ucrania está claro que el culpable ha sido el invasor, es decir, el que ha apretado el gatillo, pero como el chiste de Eugenio tal vez convenga preguntarse si hay alguien más, plantear cuestiones que sobrepasen lo obvio y que aclaren si también aquí, como en la física cuántica (cfr. David Bohm) existe tras la realidad aparente otra realidad implícita o implicada. Y ello no para quitar la culpa al invasor sino para tener una visión más completa de lo que ocurre.

En una guerra siempre hay perdedores y vencedores, no sabemos todavía cómo será el final de la invasión de Ucrania o si algún día habrá paz firmada por las dos partes. Lo que parece claro es que antes de acabar la guerra ya hay algunos perdedores claros: primero Ucrania, la más evidente con un país bombardeado y miles de muertos; pero también Rusia que además de sus muertos propios, sufre un deterioro de su imagen en el mundo, así como el del prestigio de su ejército, su economía cae, su inestabilidad interna crece y su papel geoestratégico se empequeñece; Rusia ya ha perdido la guerra, aunque hipotéticamente pueda imponerse militarmente. Y ¿Europa? Hace poco Javier Solana, exsecretario general de la OTAN, reconocía al final de una conferencia que las sanciones económicas europeas a Rusia iban a perjudicar tres veces más a los europeos que a los rusos, por no hablar del alza de precios del gas o de las materias primas: ¿se ha tratado de privilegiar los principios morales a la economía o un mero ejercicio de insondable ingenuidad? La respuesta se la dejo a los ecuánimes lectores. En todo caso estos son los tres perdedores más claros de la guerra.

Y ¿los ganadores? El 24 de febrero de 2022 comenzó la invasión de Ucrania. Sólo menos de seis meses antes, el 31 de agosto de 2021, EEUU se había retirado de Afganistán tras dos décadas de invasión de una forma que fue calificada como "desastrosa". Las críticas fueron unánimes y los anuncios del declive final de la otrora gran potencia de occidente poblaban análisis y tertulias. Si en ese momento alguien en la Casa Blanca se hubiera planteado "¿qué podemos hacer pare recuperar nuestro papel en el mundo y hacer que la gente se olvide de este fracaso?", pocos podrían haber planteado una solución mejor que la guerra de Ucrania. Bastaba provocar lo suficiente al matón de barrio para que éste se metiera en un avispero. Y todos sabemos lo fácil que es provocar al matón del barrio. Se le puede mentar a su madre, ponerle en ridículo delante de sus acólitos, o simplemente rearmar con 5.000 millones de dólares (cuantía dada para armas a Ucrania desde 2014 hasta el inicio de la invasión) y crear extraños laboratorios en la frontera de su incómodo vecino, con el que ya sabes que mantiene conflictos territoriales y de seguridad, al tiempo que se ofrece al mismo vecino entrar en una alianza con sus enemigos tradicionales. 

Podemos aventurar que la guerra de Ucrania sólo acabará cuando lo decidan las potencias realmente vencedoras: China y los EEUU

Si esa hubiera sido, hipotéticamente, la intención y la estrategia, y eso es algo que solo podemos aventurar como hipótesis, cabe calificarla del mayor éxito norteamericano desde el desembarco de Normandía. Con una diferencia: aquí para derrotar a su adversario no va a tener que poner ni un solo muerto. Aquí van otros efectos positivos: el complejo militar estadounidense, tras años de sequía (Trump sería un loco, pero no consideraba rentables las guerras) ya tiene a quién vender armas. No sólo es Ucrania, es que el rearme de Europa y de la OTAN, que ha aparejado la guerra, también resulta un extraordinario negocio impensable hace apenas un par de años. Asimismo, el gas obtenido vía fracking, al que Europa le hacía tantos ascos, de repente se convierte en un salvador del viejo continente, incluso aunque tenga que venir en barco y nos salga bastante más caro. Y, por cierto, los ecologistas callados. EEUU renace como potencia global indiscutible, mejorando su economía y sus exportaciones en todos los sectores. ¿Alguien le contó a Putin que sus acciones tendrían estas consecuencias?

Pero no solo EEUU. China es la otra gran vencedora. Los tiempos de guerra comercial con EEUU son pasado. Ahora obtiene el carbón y el gas un 30% más barato de Rusia, con lo que resuelve de un plumazo su (gran) problema de demanda energética. Su alianza con Rusia es más fuerte que nunca, y también su papel económico en el mundo. Ve como Europa se debilita y el resto del mundo se desgasta. Solo le queda sentarse a esperar debajo del árbol para que caiga la fruta madura. Para China es un win-win.

Existen otros ganadores menores del proceso como es la OPEP, con los precios del petróleo por los aires, o potencias marginadas como Irán o Venezuela que de nuevo cuentan para un Occidente que ha sacado a pasear su doble moral. Pero son actores secundarios de este drama trágico en tres actos.

Conviene recordar que la expresión "Cui prodest?" se debe a Séneca (por cierto, de origen cordobés), quien la empleó en Medea con el siguiente sentido Cui prodest scelus, is fecit. Esto es, "aquel a quien aprovecha el crimen es quien lo ha cometido", lo cual la mayor parte de las veces resulta ser cierto, mucho más cuando se refiere a magnicidios sin resolver, cuestiones de política internacional, grandes atentados terroristas, golpes de estado o simplemente guerras, incluidas las civiles (¿también la nuestra?). De hecho, podemos aventurar que la guerra de Ucrania sólo acabará cuando lo decidan las potencias realmente vencedoras: China y los EEUU.

Claro que todo esto puede ser una tesis alocada sin fundamento, meras casualidades (aunque hay quien dice que creer en casualidades resulta más ingenuo que creer en los dioses) o efectos secundarios no previstos de un conflicto que nadie quería. Puede ser y pido perdón de antemano si estas líneas han podido ofender a alguien. Nada más lejos de mi intención. Pero una cosa es que la primera víctima de una guerra sea la verdad y otra muy distinta es que la segunda consecuencia sea eliminar el juicio crítico o renunciar a pensar o la capacidad de plantearse hipótesis por incómodas que nos resulten. Europa puede perder (con) la guerra, pero no debe borrar su ser que es mantener siempre viva la duda y el contraste de opiniones. Como diría el humorista Mota: "¿y si sí?".

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