La pirotecnia o el arte de dejar al público boquiabierto mirando al tendido del cielo. Como colofón de unas fiestas siempre funciona un nutrido y variado castillo de fuegos artificiales. Los colores estallan y se desperdigan en racimos provocando el éxtasis del respetable. El coro de las exclamaciones acompaña a cada estallido de la pólvora. El maestro pirotécnico alinea y distribuye los cohetes como si se tratara de una unidad de artillería desplegada en una posición elevada. El molesto zumbido se compensa con el estallido ordenado de la luz artificial, como por arte de magia. Todo un espectáculo para la distracción de un personal al que siempre le queda la duda de si aprovechando la oscuridad alguien con los dedos ágiles le trinca la cartera o el donut.
La semana nos deja un acuerdo para guardar las apariencias entre las dos partes del Gobierno. La negociación no ha sido más que otra escenificación, con la inestimable colaboración de la vicepresidenta Yolanda Díaz, cuya ambición por convertirse en la líder a la izquierda del PSOE ha asomado sin ningún complejo y con algún que otro aspaviento. Sánchez domina la apariencia. Sin Iván Redondo en la Moncloa (in my opinion) ya no hay duda de que Sánchez no necesita asesores sino peones. Redondo quiso ser Godoy, pero ha acabado igual de repudiado e ignorado por su señor como el príncipe de la paz por el suyo. Le dio todo, se lo quitó también, con el mismo arrogante desdén. Sánchez no vive en una serie de televisión como Redondo sino en su realidad de concursante de un programa de supervivientes. Peones como el gurú Redondo le sirven mientras acierten en el juego de la apariencia. Al primer yerro, sanseacabó. El 4 de mayo faltó poco, cuatro escaños, para que una mayoría absoluta de Ayuso hubiera dejado en la lona también a Sánchez. Tal vez la legislatura no tuviera apenas vida, pero ese hálito le permite al presidente del Gobierno rehacerse en la apariencia, su especialidad.
No hay nada tangible en el acuerdo de vivienda salvo el mensaje lanzando a los inversores que tras el mordisco a las eléctricas aumentan sus recelos y dudas con España. La moratoria de 18 meses esconde la mano tras solo enseñar la piedra. Otra vez las apariencias para los propios, tanto Sánchez como Díaz/Podemos. Con la deuda pública en engorde constante no hay cómo provocar un sarpullido a los que tienen metido un dinerito en unas cuantas empresas del Ibex35. Demasiado riesgo, pero si se trata del propio pellejo político no hay límites. Da igual lo que se haga. El ruido se va “en dos días”, dice Redondo. Sánchez ha perfeccionado con el gurú lo que su instinto ya le indicaba cuando inició el bloqueo en 2015 con su “no es no” a Rajoy.
La intervención del mercado del alquiler de vivienda sirve como distracción pirotécnica. Sánchez amarra la legislatura y Díaz ya puede decirles a los suyos que sí se puede
Insiste Redondo en que todo pasa, “como con los indultos”, aunque antes se llevó tal chasco de realidad a pie de calle con el 4M de Ayuso que le costó el puesto. El votante toma la decisión cuando sucede el hecho, no cuando la huella se ha borrado por el paso del tiempo. El acuerdo presupuestario renueva el flotador con el que Sánchez y Podemos navegan asidos desde el primer día. La intervención del mercado del alquiler de vivienda sirve como distracción pirotécnica. Sánchez amarra la legislatura y Díaz ya puede decirles a los suyos que sí se puede. Consumo interno y darle a la máquina de hacer billetes mientras siga la barra libre del Banco Central Europeo y la Unión Europea mire para otro lado. Cuando se quieran dar cuenta por ahí arriba tendrán un problema con la deuda española en 2023.
Encastillado en La Moncloa
Para quien vive al día, esa línea final parece un invierno lejano como para preocuparse de si “alguien (Bruselas) se cansa de las políticas expansivas”, como ya intuye el secretario general de Comisiones Obreras, Unai Sordo. Que si una traca de 250 euros para el alquiler de los jóvenes (traerá una subida inmediata de precios al meter el Estado dinero en el mercado) que si otra ristra zumbando de 400 euros para que los nuevos votantes a sus 18 años gasten en cultura y no en botellón.
El maestro pirotécnico tira con pólvora del rey. Se encastilla en la Moncloa mientras tocan a rebato los correveidiles de guardia porque Casado presenta la alternativa y recupera el programa electoral del PP sin hacer caso de quienes le aconsejan gestión sin ideología dentro de su partido, o los que desde fuera anuncian el giro hacia Vox si el presidente del PP se atreve, como ha hecho en Valencia, a recordar sin temores los incumplimientos y dejaciones que aumentaron a Ciudadanos y engendraron a Vox. Sánchez utilizará los peones que le hagan falta, aunque tenga que sacrificarlos a todos, deuda pública incluida. Sabe que no necesita ganar las elecciones. Solo sumar, aunque sea segundo, como en junio del 2018 en la moción de censura. Se va a tirar dos años lanzando cohetes de artificio.
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