Opinión

¿Qué habría votado Miguel Ángel Blanco?

Pueden decirse muchas cosas respecto a las elecciones vascas. En diferentes tertulias, ayer noche se escuchaban teorías más o menos traídas de casa, entiéndanme lo que quiero decir, que caminaban sobre la maroma de la nada y el progresismo oficial del que no hay que apartarse ni un milímetro si no quieres ser estigmatizado. La mayoría eran, francamente, de una bajeza moral terrible. Escuchar cómo se analizaba la pugna entre PNV y Bildu como si se tratase de la lucha entre Torys y Laboristas, tratando a dichas formaciones con la normalidad democrática del país en el que no pasa nada, era de vergüenza ajena. Alguna tertuliana llegó a decir que Bildu era un partido progresista, feminista, ecologista y que, claro, por eso su nicho de votos estaba entre votantes de izquierdas con menos de cuarenta años. Lo de ETA y que el candidato bilduetarra se haya negado a condenarla era un tema menor, porque ETA era cosa del pasado, decían en otra tertulia. Hablar de Franco, sí, hablar de ETA, no.

Es el signo de la política sanchista, ocultar el terror bajo una pátina de respetabilidad. Gracias, Sánchez, por blanquear la imagen de aquellos que llevan en sus listas a etarras y omitir que es una formación con los pies hundidos en un barrizal de sangre, dolor y sectarismo. Cuando alguien, tímidamente, apuntaba que Ochandiano se negaba a decir que ETA era una organización terrorista salían rápidamente hablando de la vivienda, de las cuestiones sociales, del apoyo a la juventud, de la defensa de los derechos de las mujeres. Era de locos escuchar semejantes enormidades que intentaban ocultar la única realidad que va más allá de tantos por ciento, sorpasso entre separatistas y batallitas entre Sumar y Podemos. Los partidos de la banda sanchista han sepultado bajo toneladas de consignas que hoy tienen capacidad de decisión quienes ayer mataban a sus conciudadanos. Esa es la verdad. Que exista una mayoría de gente en aquellas tierras que los voten demuestra lo inextirpable del cáncer y el flaco servicio que Sánchez ha hecho a la convivencia, dándoles un protagonismo exactamente igual que el de cualquier otro partido democrático, leal a la Constitución, decente y con las manos limpias de sangre.

Que exista una mayoría de gente en aquellas tierras que los voten demuestra lo inextirpable del cáncer y el flaco servicio que Sánchez ha hecho a la convivencia

Escuchaba, decía, tertulianos y tertulias y me vino a la cabeza una pregunta: ¿qué habría votado Miguel Ángel Blanco?¿Sabe Pedro Sánchez quien era aquel joven afiliado al PP vasco que, después de que lo secuestrase ETA, sí, esa misma ETA de la que han mamado los de Bildu, fue asesinado inmisericordemente cerca de Lasarte la tarde de un doce de julio? Digo más, ¿le importa a Sánchez aliarse con quienes celebraron aquel horrendo crimen – a mayor juventud del asesinado, mayor es la gravedad porque le quitas la vida a una persona que tenía años y años por delante suyo – y ha pensado siquiera un instante en los miles de muertos por el terrible calibre nueve milímetros Parabellum o la siniestra goma dos, palabras que provocan un estremecimiento de horror entre los españoles de bien? ¿Qué habría votado ese chico nacido en 1968 y que hoy, seguramente, estaría pleno de vida si los criminales etarras no se la hubieran arrebatado la existencia de manera rastrera, cobarde y vil? Nunca lo sabremos. Sí podemos afirmar que seguiría plantándole cara al terror, a la capucha y a la bomba lapa.

Por eso, a servidor lo único que le interesa de estas elecciones es que existe mucha gente que, o no recuerda lo que fueron aquellos años de plomo, o ya les parece bien lo que pasó, o se ha vuelto completamente loca. La última posibilidad, con ser pavorosa, es la que menos miedo me da. Porque al menos la locura tiene tratamiento.

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