La vitalidad de las lenguas se aloja en la imaginación de quienes las usan y se mide con el barómetro de la innovación. El español está ready para invitar e integrar palabras. Flipo cuando oigo decir que alguien tiene un problema monatary, que está encantado con su look o que le gusta su body. Lo hace porque agrada distanciarse del nombre de las cosas, huir de la monotonía, recrearse en el placer innovador de hablar la misma lengua de manera distinta. Es el signo más evidente de la salud y opulencia de las lenguas.
Sé de gente que viste con un lookazo de concierto un espectacular tweed con estampado de leopardo estilo grafiti. Son prendas muy cool. Mejor llamar short a los pantalones cortos o muy cortos y vestir un outfit en vez de un conjunto, que se reserva para el uso de los adultos. Hay mogollón de gente que no pilla las palabras nuevas, que necesitan un colega que se las explique. Lo suyo es estar puesto en los dos niveles y buscar un equilibrio que le permita no pasarse tres pueblos, ni tener el guapo subido, ni, por supuesto, mostrarse más chulo que un ocho con los anglicismos.
Hay personas que prefieren decir que se vienen arriba mejor que están on fire, sin embargo, ya no se dice, según entiendo, que mi teléfono es inteligente, porque suena cursi, y smartphone todavía peor. Así que tiramos por la calle de en medio dando el nombre de la marca. Los stickers o pegatinas son una alternativa a los clásicos emojis, pero la gente en general, si he oído bien, también las llama imágenes.
En un mundo dominado por las fake news, llamarlas noticias falsas suena choni, propio de alguien sin recursos. Si las llamamos paparruchadas no se nos va a entender y si bulos, probablemente tampoco, aunque se acerca más. Así que, aunque sea creepy (la RAE propone espeluznante) se impone el uso de fake news o simplemente fake por su utilidad.
Bluetooth es irremplazable. Cualquier pronunciación en español debe ser respetada.
Ni bandera, ni pancarta ni estandarte sustituyen convenientemente a banner.
Llamar pin a los números secretos que dan acceso al teléfono móvil ya entra en nuestros usos, al igual que conectarnos al uifi (escríbase wifi). Algún pedante irredento puede todavía decir uaifai.
Post y chat ganan uso y ya forman parte del patrimonio léxico del español.
On line pierde espacios a favor de estar conectado y password parece olvidarse a favor de contraseña, al igual que nick, nombre de usuario, o spam que compite con correo no deseado Back-up, tan imprescindible en otros tiempos, se desinfla a favor de copia de seguridad.
Más propios de fanáticos anglófonos e infrecuente fuera de grupos pretenciosos, son los términos off topic, fuera de tema, fandom referido al grupo de aficionados de determinado producto cultural o mainstream es fácilmente sustituible por corriente o tendencia mayoritaria.
Bienvenida la morfología anglófona
Que los anglicismos se introduzcan como Pedro por su casa es algo difícil de evitar porque los desplazamientos léxicos los eligen los hablantes y no los impone la Academia. Y como la gente está al loro con las tendencias, y las capta y las retiene, se han introducido dos sufijos que forman parte de nuestra gramática para la formación de sustantivos, de la misma manera que el sufijo -ería sirve para designar una tienda especializada en determinado producto como panadería, librería, churrería, zapatería o cruasantería, incluso el neologismo bocadillería, tal vez poco afortunado.
La informática se cuece en inglés, y deja un reguero de términos para designar a quienes frecuentan una actividad. El nombre de quien la realiza se forma con el sufijo -er, que en español está reservado para los verbos de la segunda conjugación, tipo beber, barrer, saber… Sabemos que podríamos decir, caso de que nos diera por ahí, influyente, influenciador o influidor, pero influencer, qué le vamos a hacer, se ajusta como anillo al dedo para definir a la persona con capacidad para influir sobre otras a través de las redes sociales. Con el mismo principio se forma youtuber, instagramer, tiktoker, blogger, insider y follower, si bien podría emplearse youtubero, instagramero, tictoquero, bloguero, filtrador o seguidor. Ninguna de ellas tiene posibilidades de triunfar porque los usuarios sentimos que no encaja la palabra porque no brota del ambiente en que acontece.
De la misma manera un acosador es una persona que persigue a otra, un stalker es lo mismo, pero en las redes sociales. La voz se especializa, y por eso usamos hater y no odiador.
También tenemos a los power users, usuarios eficaces o poderosos, los heavy users, usuarios con alto uso de un medio, o canal o aplicación, y los early adopters o usuarios adelantados, primeros en probar, evaluar o analizar un producto o servicio.
Nadie se refiere a la sobreventa cuando se habla de overbooking en un avión, y tampoco dice que se ha hecho un estiramiento de piel, sino un lifting
El otro sufijo es -ing. Tiene el significado global de tarea o quehacer o hecho. Hay quien llama ghosting, a la acción de abandonar las redes sociales, desaparecer después de un periodo activo. La voz parece tener más fuerza que irse o borrarse, o quitarse de en medio, o darse el piro. Al menos eso es lo que parecen sentir quienes la usan. Y algo parecido sucede con los sustantivos de actividades deportivas que podrían decirse en español, pero que prefieren los tintes anglófonos, tipo swimming (natación), diving (buceo),sailing (vela), cycling (ciclismo, generalmente de interior), shooting (tiro), rowing (bolos), figure skating (patinaje artístico). Lo verdaderamente específico es que ese mismo sufijo se añada a una voz española como puente para darle nombre a un deporte de riesgo, hacer puenting, que en ingles se dicebungeejumping. Por no hablar del tradicionalrunning, antes footing, si bien he salido a correr o voy a correr se recuperan. A la chispa surgida entre dos personas la llamamos feeling, porque eso de entendimiento no define bien la avenencia. En otras ocasiones podríamos decir tener química. Por otra parte, nadie se refiere a la sobreventa cuando se habla de overbooking en un avión, y tampoco dice que se ha hecho un estiramiento de piel, sino un lifting. Y lo cierto es que después de este brainstorming, que también podríamos llamar lluvia de ideas, lo suyo es reconocer que los términos de la lengua inglesa nos invaden. Me consuela pensar que el inglés está repleto de latinismos y helenismos (palabras griegas, por si alguien de la LOGSE lee este artículo).
Todavía podemos tomarnos un descanso en vez de un break, o hablar de nuevas empresas en vez de start-ups, incluso que se dará respuesta a una cuestión en vez de que queda en feedback, y también que una supermegafiesta ha sido aburrida en vez de bastante random, pero si decimos que en tal película hay una importante analepsis en vez de flashback o proponemos hacer una autofoto en vez de un selfie, nos pueden correr a pedradas.
La manera de hablar identifica a las generaciones, encasilla a las personas al igual que la forma de vestir o la de caminar. Los jóvenes de Cataluña, catalanófonos por narices, no flipan en catalán con las palabras cool, las introducen en castellano, porque esa lengua no está tan viva como la que se instala sin garrotazos. En español se lo pasan mejor porque los dueños de las lenguas son los hablantes, y no los gobiernos.
Pero volvamos a lo nuestro. Está claro que muchos anglicismos tienen equivalencia adecuada, otros son imprescindibles.
En cualquier caso, la peña flipa con las palabras guay porque son la chispa de las lenguas vivas.
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