Estamos todos centrados en la guerra de Gaza porque hasta el momento está siendo en Gaza y en torno a Gaza donde se libran los combates. Por ahora todo lo que hemos visto es el lanzamiento de cohetes por parte de Hamas y la respuesta israelí con bombardeos aéreos. La intención de los israelíes es penetrar en la franja con una incursión terrestre, pero, dada su complejidad y la cantidad de riesgos que existen, están planificando la operación con sumo cuidado.
Mientras todo esto sigue su curso el Gobierno israelí enfrenta otra amenaza en su frontera norte con un enemigo mucho más temible: las milicias de Hezbolá en el Líbano. Desde el mismo día de los ataques de Hamas, los de Hezbolá han estado disparando artillería contra objetivos israelíes en el norte, especialmente en los altos del Golán. Nada especial, nada que no haya sucedido antes y con lo que el IDF está acostumbrado a lidiar. Esos ataques no eran más que una muestra de solidaridad de Hezbolá hacia Hamás y tenían cierta carga simbólica, pero no había que preocuparse de una incursión por tierra de estas milicias.
En respuesta, Israel contraatacó destruyendo un puesto de Hezbolá en el sur del Líbano, utilizó su aviación para bombardear los aeropuertos de Damasco y Alepo en Siria con idea de evitar que el ministro de exteriores iraní aterrizase en ellos. La operación funcionó porque el avión del ministro tuvo que darse la vuelta y regresar a Teherán. Los iraníes se sirven de Siria como plataforma para mantener el contacto directo con Hezbolá. Es a través de Siria y del norte de Irak por donde les envían refuerzos y armamento. El Gobierno de Bashar Al-Assad es abiertamente proiraní, y no es para menos. En la guerra civil siria los iraníes le han apoyado por lo que les devuelve el favor ofreciéndose como puente entre Irán y el Líbano.
Sin ellos el odio de los ayatolás a Israel se quedaría en el campo de la mera retórica porque ambos países distan más de mil kilómetros. Pero tienen a Hezbolá que obedece al punto sus órdenes
Hezbolá es una organización islamista de confesión chiita que tiene un brazo político y otro militar. El primero es muy influyente en la política libanesa, el segundo está fuertemente armado y controla amplias zonas del Líbano, las de mayoría chií (el sur y el noreste). Son los dueños y señores de esas regiones. Atienden los objetivos que les fijan desde Teherán por lo que una de sus misiones es atacar a Israel, que es el mayor enemigo de la república islámica. Para los ayatolás tener a Hezbolá ahí es sumamente útil ya que gracias a ellos participan de la política libanesa y pueden hostigar a Israel de forma directa. Sin ellos el odio de los ayatolás a Israel se quedaría en el campo de la mera retórica porque ambos países distan más de mil kilómetros. Pero tienen a Hezbolá que obedece al punto sus órdenes y les sirve como ejército para atacar a Israel continuamente manteniendo un frente siempre caliente en su frontera norte.
Cuando el día 8 las milicias de Hezbolá lanzaron cohetes contra posiciones israelíes muchos pensaron que era el preludio de una infiltración terrestre que abriría un segundo frente, pero nada de eso sucedió. La cosa se quedó en esas salvas de artillería con las que querían recordar que están ahí. La pregunta, por lo tanto, es qué puede pasar si Hezbolá decide dar el paso y disparar algo más que unos cohetes desde la seguridad de sus bases en el sur del Líbano.
Para Hezbolá sería todo un desafío porque, aunque se trata de la mayor organización terrorista del mundo y no anda escasa de armamento, sus recursos son limitados. Si los desperdician contra el ejército israelí en campo abierto no podrán utilizarlos dentro del Líbano, donde tienen su propia agenda y muchos adversarios. Pero pongámonos en lo peor, en que Ebrahim Raisi les da la orden de dejarlo todo y centrarse en Israel. En ese caso el conflicto empeoraría sustancialmente ya que el IDF tendría que combatir en dos frentes, en uno de ellos frente a un ejército bien entrenado, dotado de armamento iraní y con un santuario, el Líbano, a su entera disposición.
No sería, además, la primera vez que sucede. En el verano de 2006 se produjo una guerra entre Israel y Hezbolá. En aquel momento Israel se encontraba sumida en una crisis política como consecuencia de dos infartos consecutivos que había sufrido Ariel Sharon. Tras el último el poder pasó a su viceprimer ministro, Ehud Olmert, que convocó elecciones a finales de marzo. Los de Hezbolá quisieron aprovechar todo aquel lío y desataron una campaña de bombardeos a la que le siguió una incursión en Israel. Olmert respondió ordenando al ejército que se internase en el sur del Líbano. Los combates duraron un mes y, cuando llegó el alto el fuego, el ejército israelí había perdido a más de un centenar de hombres para nada, lo que ocasionó infinidad de críticas hacia Olmert.
Si vuelven a enfrentarse sería de nuevo en el sur del Líbano, un territorio que Hezbolá conoce como la palma de su mano. Sus milicianos están bien entrenados por oficiales iraníes, cuentan con armas modernas y no les falta financiación. Poseen artillería avanzada que los iraníes les han hecho llegar en los últimos años. Podrían, por ejemplo, realizar ataques dentro de Israel mucho más destructivos que los que efectúa Hamas con cohetes desde Gaza. Los de Hezbolá no son aficionados y tienen donde reabastecerse. A diferencia de Hamas, que vive recluido en la franja de Gaza con serios problemas para recibir refuerzos, Hezbolá tiene a su entera disposición varias regiones del Líbano y el sur de Beirut, que controlan desde hace muchos años. Su brazo político ocupa escaños en el parlamento libanés e influyen en el Gobierno ya directamente, ya mediante aliados cercanos.
Si entran en guerra abierta con Israel lo más probable es que desaten una campaña de terrorismo por todo el mundo contra intereses israelíes. No sería la primera vez que lo hacen
Todo eso hace de Hezbolá la organización terrorista más peligrosa del mundo. Aparte de sus enfrentamientos con Israel y con otras facciones libanesas, han estado combatiendo en la guerra civil siria desde su inicio en 2011. Para Bashar al-Assad las milicias de Hezbolá han sido de muchísima utilidad porque su adiestramiento era bueno y su lealtad estaba más que probada. Hacían lo que les decían desde Teherán, y eso en un campo de batalla tan cambiante como el sirio era una bendición.
Con Hezbolá hay que tener en cuenta otra cosa. Su presencia no se limita al Líbano. Posee una red de agentes e intereses en todo el mundo que se solapan con los iraníes. De manera que si entran en guerra abierta con Israel lo más probable es que desaten una campaña de terrorismo por todo el mundo contra intereses israelíes. No sería la primera vez que lo hacen. Hace unos años mataron a unos turistas israelíes en la ciudad de Burgas, en Bulgaria. En los años 90 volaron un edificio en Arabia Saudí en el que se alojaban occidentales y un avión en Panamá que transportaba a un grupo de israelíes. Entre el 92 y el 94 una célula de Hezbolá en Argentina atentó contra la embajada de Israel en Buenos Aires y estrelló una furgoneta bomba contra el centro de la Asociación Mutual Israelita Argentina (más conocido como AMIA). En el primero mataron a 29 personas, en el segundo a 85.
A ninguno de ellos les cae bien Israel, pero saben las consecuencias que tendrían que arrostrar en el caso de que les atacasen. En 2006 lo pudieron sentir en carne propia
En Israel están preparados contra el terrorismo, no sucede lo mismo en otras partes del mundo donde los atentados terroristas o no existen o son muy raros. Esa campaña tendría además un efecto demoledor sobre los llamados lobos solitarios que suelen actuar en Europa cada vez que se calienta la situación en oriente próximo. Lo vimos con el Estado Islámico y podríamos volver a verlo si Hezbolá decide pasar a la ofensiva.
La cuestión es si realmente les compensa pasar a la ofensiva. Aunque Hezbolá apoya a Hamás y quiere acabar con Israel (nació en 1982 precisamente para luchar contra los israelíes en el sur del Líbano), tiene también muchas razones para quedarse al margen. La guerra en Siria les salió muy cara. Perdieron miles de combatientes incluyendo a varios comandantes, algo que afectó directamente a su capacidad operativa dentro del Líbano. Les puso además en contra a otros países árabes y musulmanes que no simpatizaban con Bashar Al-Assad como Arabia Saudita, los Emiratos o Turquía.
Por último, declarar la guerra a Israel hasta sus últimas consecuencias no sería popular en el Líbano, ni siquiera entre sus votantes y simpatizantes. A ninguno de ellos les cae bien Israel, pero saben las consecuencias que tendrían que arrostrar en el caso de que les atacasen. En 2006 lo pudieron sentir en carne propia. El ejército israelí práctica la llamada doctrina Dahiya, que consiste en la destrucción de infraestructuras como elemento disuasorio para grupos que se esconden entre la población civil. Se llama doctrina Dahiya porque Hezbolá tenía su cuartel general en el barrio de Dahiya de Beirut.
De modo que, aunque Hezbolá bombardea de forma rutinaria a Israel y recibe cumplida respuesta, no ha estallado una guerra total desde 2006. Ambos han encontrado un inestable equilibrio en el que se agreden regularmente, pero tratan de que eso no escale. El Líbano tiene hoy muchos problemas, su economía está destruida, el desempleo es alto y todo el que puede se marcha. La política local vive en un bloqueo permanente, se tarda una eternidad en formar Gobierno y cuando se forma no sirve para nada porque pronto entra en crisis. Una guerra con Israel sería devastadora para el Líbano. Hezbolá presume de representar y defender a todos los libaneses, por lo que una guerra contra un país poderoso que además está dolido y no va a escatimar fuerza en la respuesta no sería bienvenida, menos aún cuando una gran flota estadounidense se encuentra frente a sus costas. No quieren problemas con Estados Unidos y los tendrían seguro si atacan a Israel.
Para Hezbolá quizá la mejor opción sea luchar hasta el último palestino apoyándoles desde lejos mediante entrenamiento y ataques “solidarios” puntuales contra objetivos menores, pero dejando que sean los de Hamás en Gaza quienes pongan los muertos. Esta no es su guerra y lo saben mejor que nadie.
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