Opinión

Harris-Trump: campaña en tablas

Apretada recta final en una de las elecciones más disputadas de la historia de los EEUU

Faltan sólo cinco días para las elecciones de EEUU y podemos decir que la campaña electoral ya ha concluido. Allí no existe legislación alguna al respecto por lo que, al celebrarse siempre en martes, se da por culminada la campaña una semana antes. Los mítines finales tuvieron lugar este martes. Kamala Harris escogió Washington y Donald Trump su Estado natal de Nueva York. 

 

El último acto de Harris tuvo lugar en la Elipse, un parque con forma elipsoidal que se encuentra justo al sur de la Casa Blanca frente al monumento a George Washington, el célebre monolito de 170 metros de altura inaugurado tras la guerra civil y que es motivo habitual en las películas ambientadas en la capital. No era casualidad que escogiese ese lugar que, por lo demás, no es muy extenso. La Elipse es un rectángulo de unos 400 por 300 metros con una pradera en el centro. Fue allí donde Donald Trump se dirigió a sus seguidores el 6 de enero de 2021 antes de que un numeroso grupo se dirigiese a protestar frente al Capitolio en el momento en el que los congresistas se encontraban certificando los resultados de las elecciones de 2020. La cosa se desmadró y muchos de ellos terminaron tomándolo al asalto.

Kamala recupera terreno

En su discurso Harris prometió devolver la unidad al país apelando tanto a demócratas como a republicanos. Prometió reducir el coste de la vida y ampliar la cobertura del Medicare, un seguro de salud para mayores de 65 años financiado con retenciones en el salario y una aportación federal.  Respecto a la inmigración, abogó por una reforma migratoria que permita a los inmigrantes acceder a un proceso de regularización. Pero el plato fuerte era erigirse en garante de la democracia estadounidense. Por eso estaba en la Elipse. Para ello no escatimó munición. Dijo que Donald Trump estaba "obsesionado con la venganza" y "consumido por el resentimiento", frente a su receta de unidad y progreso.

 

La campaña de Harris, de acuerdo con las últimas  encuestas, ha conseguido recuperar algo de terreno, especialmente entre los votantes negros, con un apoyo que supera el 85% en este grupo demográfico, lo cual indica una movilización efectiva de su base. Además, la campaña ha sido notable por su uso estratégico de los medios digitales y el apoyo de varias celebridades con mucho tirón como Taylor Swift, Eminem, Beyoncé, Leonardo DiCaprio, George Clooney o Robert de Niro. No ha descuidado el voto hispano, algunos cantantes hispanos como Bad Bunny o Ricky Martin también le han transmitido su apoyo. 

 

Respecto a Trump, buscó también un lugar icónico, el Madison Square Garden de Nueva York, un recinto multipropósito (lo mismo sirve para partidos de baloncesto que para combates de boxeo, conciertos o mítines políticos) situado en la séptima avenida. Puede acoger a unas 20.000 personas y es perfecto para transmitir cercanía ya que entra mucha gente en poco espacio. Trump no se anduvo por las ramas y fue directo a por Harris, a quien atacó con dureza, se comprometió a despedirla, a poner fin a la invasión de inmigrantes, y a expulsar a miembros de bandas como el Tren de Aragua y las maras centroamericanas, sugiriendo incluso la pena de muerte para ciertos crímenes cometidos por los indocumentados. Prometió una política proteccionista hacia China y criticó la gestión de crisis internacionales por parte de la administración Biden. Se comprometió a reducir el precio de la gasolina a la mitad en un año y a eliminar el “Green New Deal”, refiriéndose a él como "la gran estafa verde".

 

El evento incluyó la presencia de figuras como Melania Trump, Elon Musk, y otros políticos y personalidades cercanas a Trump, lo que aumentó el impacto mediático del acto. Pero su cierre de campaña no estuvo exento de controversias. Algunos de los discursos previos al de Trump fueron criticados por contenidos racistas y ofensivos, particularmente hacia la población hispana y específicamente puertorriqueña, lo que generó reacciones negativas en las redes sociales. 

 

Pero la campaña ha sido mucho más que los mítines de cierre de campaña. Han pasado diez meses y medio desde que se celebraron los caucus de Iowa a mediados de enero. Esta campaña ha tenido tres partes muy bien diferenciadas. La primera fueron las primarias, que para Biden constituyeron un desfile militar, mientras que Trump se encontró con un oponente en su propio partido, Nikki Haley, que, aunque nunca estuvo ni siquiera cerca de igualar sus resultados, si resultó ser un contrincante duro. Esa fase terminó con el debate del 27 de junio en el que Biden se licuó ante las cámaras. Unas semanas más tarde, el 21 de junio, anuncio que se retiraba señalando a su vicepresidenta, Kamala Harris, como sustituta. Durante esos días de julio, Trump se vino arriba. La debilidad del candidato demócrata y el empujón que le dio el intento de asesinato en Pensilvania del 13 de julio le pusieron por delante en las encuestas. Harris se hizo cargo de la campaña demócrata a finales de julio y fue nominada en la convención de Chicago entre el 19 y el 22 de agosto. La republicana se había celebrado un mes antes en Milwaukee. De ambas salieron los compañeros de fórmula. Harris escogió a Tim Walz, gobernador de Minnesota y Trump a J.D. Vance, un hombre de negocios y autor superventas de un libro titulado Hillbilly, una elegía rural que explicaba las razones de la victoria de Trump en 2016. Ahí dio comienzo la tercera fase, que es la que termina ahora. 

La base de apoyo de Trump sigue siendo fuerte, mucho más de lo que se esperaba hace un año poco antes de que diesen comienzo las primarias, especialmente entre los votantes que priorizan la seguridad fronteriza y quieren regresar a cierto aislamiento en las relaciones internacionales

La estrategia de campaña de Trump en esta última fase ha consistido en enfocarse en temas que él considera cruciales para el electorado estadounidense. Uno de los pilares centrales de su programa es la seguridad nacional y la política de "América Primero". Ha prometido endurecer las leyes de inmigración, incluyendo la construcción de "Ciudades de la Libertad" para incentivar el desarrollo económico interno y abordar lo que él describe como la "perturbadora" relación entre las plataformas tecnológicas y el Gobierno. Además, ha hecho hincapié en revertir políticas del Gobierno actual, asegurando que la vida del estadounidense medio era mejor durante su mandato. Su base de apoyo sigue siendo fuerte, mucho más de lo que se esperaba hace un año poco antes de que diesen comienzo las primarias, especialmente entre los votantes que priorizan la seguridad fronteriza y quieren regresar a cierto aislamiento en las relaciones internacionales. Su campaña ha tratado de capitalizar este apoyo dirigiéndose a estos grupos demográficos. Ha visitado varias zonas industriales del “rust belt” y áreas afectadas por desastres naturales.

 

En la esfera digital, la campaña de Trump ha sido muy potente porque sabe que los medios tradicionales los tiene en contra. Para ello ha corrido en su auxilio Elon Musk, dueño de X, una red social que no es ni mucho menos la que más usuarios tiene, pero sí es con diferencia la más politizada. El uso de X por parte de Trump ha sido muy intenso y no es eliminable que el algoritmo les haya echado una mano. En esta red ha sido común ver una imagen de Trump como un líder enérgico que tiene claros los problemas del país y qué hay que hacer para remediarlos. En el extremo opuesto estaban otras redes sociales como Instagram o Facebook, especialmente esta última, que venía escarmentada por todo lo que sucedió en 2016 y ha tratado de mantener un perfil político muy bajo. 

Las encuestas apuntan a una ligera, ligerísima de hecho, ventaja de Kamala Harris, pero eso es como no decir nada ya que en EEUU se pueden ganar las elecciones perdiéndolas por voto popular

Pero, al fin y a la postre, una campaña electoral sirve para lo que sirve, para imponerse en las elecciones. Y aquí si que podríamos decir que ni la una ni el otro parece que hayan ganado la suficiente ventaja como para garantizarse una victoria. En unas elecciones lo único que tenemos son encuestas, mejores o peores, pero encuestas después de todo. Las encuestas se pueden equivocar y de hecho lo hacen a menudo. Unas veces porque están mal hechas, otras porque las han cocinado demasiado y otras porque una parte elevada de los encuestados mienten. De ahí la importancia de que haya muchas encuestas, así se pueden sacar promedios. De este modo los fallos de unas se compensan con los de otras. 

 

Pero esta vez van tan apretados que ni con varias encuestas sirve. Está la cosa tan  reñida que cuesta sacar una conclusión o, mejor dicho, la única conclusión razonable es que puede ganar cualquiera de los dos. La elección del presidente no es directa, sino indirecta a través de un colegio electoral. A escala nacional, las encuestas apuntan a una ligera, ligerísima de hecho, ventaja de Kamala Harris, pero eso es como no decir nada ya que en EEUU se pueden ganar las elecciones perdiéndolas por voto popular. Es en ciertos Estados donde se decidirán las elecciones, los Estados de tamaño medio con un número alto de grandes electores y en los que Harris y Trump están empatados. 

El voto de los trabajadores blancos

En la mayor parte de estos Estados Trump está ligeramente por encima aunque con ventajas que no superan en ningún caso los dos puntos porcentuales, es decir, el margen de error de cualquier sondeo electoral. Esto es coherente con los esfuerzos que está haciendo Kamala Harris para apuntalar su apoyo en grupos demográficos que tradicionalmente votan por los demócratas, como los negros o hispanos, que son muy numerosos en lugares como Pensilvania o los Grandes Lagos. Trump ha hecho exactamente lo mismo aunque apuntando a un grupo distinto, el de los trabajadores blancos de mediana edad, los conocidos como "Blue collar” o cuello azul, un grupo que en el pasado tuvo mucha importancia y en el que Trump cuenta con gran apoyo. 

 

Están, en definitiva, asegurando que no se pierda ningún voto, que todo el que pueda votar dentro de sus grupos de interés vaya a hacerlo para maximizar sus posibilidades de hacerse con el Estado y todos sus grandes electores. Pero el empate se resiste a deshacerse. A 30 de octubre el promedio de encuestas daba un punto porcentual de ventaja a Kamala Harris en voto popular a escala nacional, pero si eso no lo llevamos a voto electoral nos encontramos con un empate total. 

 

El Colegio Electoral tiene 538 grandes electores, pues bien, el promedio a sólo una semana de las elecciones era de 269 votos para cada uno. A mediados de mes Harris estaba ligeramente por encima en voto electoral. Ahí se ha mantenido la cosa desde principios de agosto cuando Harris se hizo cargo de la campaña. Antes de eso, durante el mes de julio, Trump se puso muy por encima. Llegó a tener una ventaja en voto electoral de unos 90 votos a finales de ese mes tras la convención de Milwaukee, luego se estabilizó la campaña ya con Harris al frente de los demócratas y desde entonces el empate ha sido la norma en el Colegio electoral, aunque en voto popular Harris está por encima desde mediados de agosto. De modo que cualquiera de los dos puede alzarse con la victoria. En resumen, que se promete una madrugada del miércoles larga y disputada. 

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